Capitulo 9: Cena

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Joan se lanzó a mis brazos aferrándose a mi espalda y escondiendo su cabeza en mi cuello. Llevé mis manos a su espalda y la acaricié lentamente.

—No sabes cuanto te he echado de menos.—Susurró contra mi cuello.

Miré a Natalia que se encontraba paralizada en la puerta, observando la escena con la mandíbula tensa. Me mordí ligeramente el labio. Sabía que estaba molesta, no hacía falta más que mirarla para saberlo.

Joan se separó ligeramente de mí y acunó mi cara en sus manos. Me besó con uno de sus característicos suaves y dulces besos. Tardé en responder pero finalmente lo hice. Al cabo de unos segundos me separé y miré de nuevo hacia Natalia.

—Joan, ella es...
—Natalia, Natalia Lacunza.—Interrumpió Natalia.

Joan sonrió y le tendió una mano.

—Encantado Natalia, soy Joan el novio de
—Lo sé, no hace falta que me lo digas.—Volvió a interrumpir.

La mano de Joan seguía tendida, esperando el saludo de Natalia, pero ese saludo nunca llegó. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Miré a Joan y después miré a Natalia. Parecían estar metidos en un duelo de miradas en el que claramente iba ganando Natalia. Finalmente Joan apartó la mano y con esa misma agarró mi mano.

—Podríamos ir a cenar a algún sitio rico si te apetece.—Intervino Joan.
—Me apunto.—Dijo Natalia.
—Me refería a los dos solos.
—No, si me tengo que ir sola contigo no.
—Me refería a Alba y a mí.
—Ah, bueno. Me sigo apuntando.
—Alba...—Susurró Joan.
—Puede venir.

Natalia sonrió victoriosa a la vez que Joan me miraba interrogante.

—Estarás de broma, como va a venir esta macarra con nosotros.
—Perdóname señor chaquetas de lana.
—¿Como me has llamado?
—Venga vamos a cenar.—Dije agarrando mi bolso.

Joan miró a Natalia apretando los puños ligeramente y maldiciendo en voz baja. Por su parte, Natalia, me observaba con una sonrisa en los labios.

Joan abrió la puerta para que saliese primero.

—Gracias, cariño.—Dije provocando la sonrisa de Joan.

Sonrisa que pronto se borró cuando al salir se fijó en cómo Natalia me miraba el culo.

—Que miras.—Preguntó Joan.
—Las preciosas vistas que tengo delante.
—Me estás tocando las narices ya.
—Tu no le miras el culo nunca o qué, es imposible no hacerlo.
—No, no porque tengo respeto.
—Pero que respeto ni que mierdas, si mi novia tuviese un culo así no dejaría de mirárselo y tocárselo todo el rato.

Solté una leve risa ante su comentario y negué con la cabeza. "Ojalá" pensé.

—Joan, ella es así. No se lo tengas en cuenta.
—Ya sabía yo que te miraba raro.
—¿Tienes algún problema en que me gusten los coños o qué?—Intervino Natalia.
—Ninguno.
—Pues ya está. Vamos.—Dijo adelantándose a nosotros.—Yo conduzco.

Tras un viaje con algunas broncas y mucha, muchísima tensión, llegamos al pequeño bar a las afueras de Madrid. Nos adentramos al local y nos asignaron la mesa.

Natalia se adelantó a Joan y se sentó junto a mí. Joan la miró apretando la mandíbula y suspiró antes de sentarse frente a mí. El camarero se acercó y pedimos. Cuando el camarero se marchó Joan me miró.

—Y...¿desde cuando os conocéis?
—Desde el momento en el que te fuiste.—Dijo Natalia.
—¿Como?
—Cuando te fuiste al coche conocí a Natalia que estaba en la puerta.—Intervine.
—Ah, vale. Os lleváis bien y eso.
—Si, bastante bien.—Natalia colocó su mano sobre mi muslo y comenzó a acariciarlo.—¿Verdad Albi?

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