Cuando subí al coche me encontré con los verdes ojos de Miki mirándome con cierta preocupación.
—¿Estás bien? Parece que has visto un fantasma.—Soltó una suave risa a la vez que comenzó a conducir.
—Algo así.—Hice una mueca y miré al frente.—¿Donde me llevas?
—Hay un bar cerca de aquí. Es de mi amigo, seguro que te gusta.
—Genial.—Sonreí y miré la radio.—¿Puedo poner algo?—Dije señalándola.Miki miró hacia donde indicaba mi dedo y sonrió para después fijar de nuevo su mirada en la carretera.
—¡Claro!Como si fuese tu coche, Alba.
—Exagerado.—Reí.Al cabo de unos minutos llegamos y Miki abrió mi puerta. Saludó a su amigo y nos sentamos al fondo de aquel pequeño bar. Cenamos algo ligero y pronto emprendimos el viaje de vuelta.
—¿Entonces tu también jugabas?—Le pregunté mirando por su reflejo por la ventana.
—Si. De hecho era profesional, pero tuve una rotura del ligamento cruzado en la rodilla. Me operaron varias veces pero...—negó con la cabeza y suspiró levemente.— ya nada fue igual. Empecé tener muchas molestias en la rodilla y tuve que dejarlo.Hacia un rato que le miraba apenada. Conocía a Miki de un día pero era un buen chico y el hecho de verle sufrir me dolía.
—Lo siento...—Dije en un murmuro.
—Oh, Alba. No es culpa tuya. No tienes por qué pedir perdón.
—Ya, pero... no sé. No sabía que...—pero la voz de Miki me interrumpió.
—Tsss, no te preocupes. Enserio, ya lo tengo superado.De que me quise dar cuenta ya habíamos llegado a la puerta de la universidad. Desabroché mi cinturón y miré a Miki que me observaba con una sonrisa.
—Me lo he pasado muy bien.
—Yo también, Alba. Podríamos repetirlo algún día.
—Por mi genial. Me gusta pasar tiempo contigo.
—¿Enserio?—Sus ojos brillaban como los de un niño frente a un escaparate de una tienda de juguetes.
—Claro.—Sonreí y miré hacia la puerta.—Me tengo que ir Miki. Buenas noches.Salí del coche y caminé hacia la entrada. Cuando iba a abrir la voz de Miki resonó tras de mí. Me giré para verle y le vi corriendo. Solté una leve risa y negué con la cabeza. Cuando estaba frente a mí habló.
—Tu....número...—dio un suspiro fruto del cansancio y me miró.—No me has dado tu número.
—¡Ah! Es verdad.—Pasé una mano por mi pelo y él se apresuró a sacar su teléfono.Le dicté mi número y lo apuntó en su agenda. Esta vez si me despedí por última vez de Miki esa noche. Me apresuré a entrar mirando el móvil mientras le escribía a Joan. Le echaba mucho de menos y se me hacía muy raro no tenerle cerca.
Entré lentamente en la habitación y me encontré a María leyendo en su cama.—Pero bueno, tú de dónde vienes.
—Es una larga historia.María dejó el libro sobre la mesa y me miró.
—Tengo todo el tiempo del mundo.
Suspiré pesadamente y me senté en mi cama. Le conté a María todo lo que había pasado; el entrenamiento, el encuentro con Natalia y la cena con Miki.
—Resumiendo, que acabas de llegar y ya tienes a dos personas loquitas por ti. Joder, Alba Reche ya te vale, así normal que no pille cacho.
—Ni Natalia está loquita por mi, ni Miki está loquito por mi. No inventes María.
—Venga ya, Reche.
—María, tengo mucho sueño. No me apetece hablar ahora, enserio. Mañana ya si eso...Cambié mi posición en la cama tumbándome por completo y cerré los ojos. Estaba realmente cansada y lo que menos me apetecía ahora era hablar.
—¿No te pones el pijama?—De nuevo la voz de María resonó por la habitación y solté una carcajada.
—Es verdad.—Me levanté y me acerqué al armario. Cogí mi pijama y entré al baño para cambiarme. Cuando salí María ya se había quedado dormida. Ojalá tuviese yo su sueño. Me acerqué a su cama y deposité un suave beso en su mejilla.—Buenas noches.—Susurré arropándola.
Finalmente volví a tumbarme en mi cama y me dejé atrapar por el sueño de morfeo.
—
—¡Hola! Sé que este capítulo es más corto, pero hoy he estado toda la tarde fuera y no quería dejaros sin capítulo. Mañana se viene mamoneo.
ESTÁS LEYENDO
Hoy no
Novela JuvenilAlba, de 18 años, es obligada a comenzar una carrera con la que no está de acuerdo, en una ciudad en la que no quiere estar y con una persona que se cuela en su vida casi sin quererlo.