Natalia pidió tres tortitas y dos zumos de naranja, una para ella y dos para mí. Natalia no dejaba de mirarme y yo negué levemente con la cabeza.
—Me pone nerviosa que me mires así.
—Te pone a secas.
—También odio cuando hablas así.
—También te pone.Suspiré pesadamente y apoyé la cabeza sobre mi mano derecha. Las tortitas y zumos no tardaron en llegar y comencé a comer lentamente. Me quedé mirando a la nada, pensando mientras seguía masticando mi tortita.
—¿Por qué eres así?
—¿Así como?—Dijo levantando la mirada de su tortita.
—Tan...complicada.—Fijé mi mirada en sus ojos.
—No soy tan complicada como parezco, enserio.
—A mí me haces ver que lo eres.Natalia negó y se mordió el labio bajando la mirada.
—Simplemente no sé cómo comportarme cuando estás conmigo.
—No entiendo.—Dije frunciendo el ceño.
—Lo que quiero decir es...—mi teléfono interrumpió sus palabras y eso pareció molestarle. Miré la pantalla y vi su nombre. Joan.—Un momento, Natalia.—Cogí mi móvil y salí fuera.
"¡Alba!
"Ey"—Respondí dándole la espalda a la entrada.
"No te imaginas lo que echaba de menos tu voz."—Escuché un suspiro tras la línea y me mordí el labio.
"Yo también, Joan. Te echo mucho de menos."—Y le volví a mentir. Hacía días que ni me acordaba de él y eso tenía una culpable. Natalia.
"Pues eso se va a acabar, voy a Madrid."—Dijo emocionado.
Un nudo se formó en mi garganta y las palabras no salían de mi boca. Me agarré a la barandilla de la entrada y llevé mi mano izquierda a mi frente.
—"G-genial."—Respondí finalmente.
—"¿Estás bien?"
—"S-si, tranquilo. ¿Cuando vienes?"
—"Bueno, salgo en un rato. Así que estaré allí en unas tres horas."
Pasé la mano que tenía apoyada en mi frente por mi pelo y golpeé la madera de aquella barandilla con fuerza.
—"¿Alba?"
—"Si, vale. Te espero aquí entonces. Tengo muchas ganas de verte."—De nuevo, mentí.
—"Yo también. Te quiero."
—"S-si".
Colgó la llamada y guardé el móvil en mi bolsillo. Acaricié mis nudillos con la mano derecha y suspiré. "Estoy jodida" pensé.
Me adentré de nuevo en la cafetería y llegué hasta Natalia, la cual me miraba con preocupación.
—¿Ha pasado algo? Estás blanca.
—Estoy bien, tranquila.—Dije sonriéndole como pude y tomando asiento. Miré las tortitas para después mirarla a ella. —No me apetecen más.
—¿Me las como yo entonces?Asentí levemente y ella comenzó a comerse mis tortitas. Pasados unos minutos terminamos el desayuno y nos despedimos de su madre. Al salir Natalia me paró agarrándome ligeramente por la muñeca.
—Ven.—Natalia me guió hasta la espalda de la cafetería en la cual se encontraba un pequeño prado.
—Que bonito.
—No tanto como tú.—Murmuró cerca de mi oído.Esas palabras cerca de mi oído provocaron que se me pusiese la piel de gallina por un momento y que mis piernas me temblaran ligeramente. Me senté sobre el césped seguidamente de Natalia. Agarró mis manos y acarició mi nudillo con delicadeza.
—Que te ha pasado.—Susurró sin dejar de acariciar mi nudillo. Parecía preocupada y eso hizo que mi corazón se encogiese durante unos segundos. Esta Natalia hacía que se me cayese la baba.
—Nada, un golpe.—Murmuré.—
—Yo te lo curo.—Dijo sin apartar la mirada de mis ojos.Es tan jodidamente guapa que podría pasarme el día mirándola. Acaricié su mejilla con mi pulgar y ella cerró los ojos. Me encantaba pasar momentos como este con ella. Nuestros silencios siempre eran cómodos y en ellos nos decíamos todo con caricias y sin la necesidad de palabras.
—Me haces sentir tan bien.—Abrió levemente los ojos para mirarme durante unos segundos y después volvió a cerrar los ojos.—Que a veces me da miedo.
—¿Por qué te da miedo?Natalia se encogió de hombros y rodeó mi cuerpo con su brazo derecho escondiendo su cabeza en mi cuello.
—Lo que me haces sentir cuando estoy contigo.—Murmuró en mi cuello.—Soy una persona totalmente distinta. Siento... siento que no necesito nada más, a nadie más.
Sentí un leve cosquilleo en mi cuello y cerré mis ojos mordiéndome el labio. Acaricié su cuero cabelludo y besé lo alto de su cabeza. Sabía que en cuanto llegase Joan no podría acariciarla más. Sabía que en cuanto llegase Joan no podría besarla más. Sabía que en cuanto llegase Joan todo esto se acabaría. Coloqué dos de mis dedos en su barbilla e hice que levantase la cabeza.
Natalia no tardó en obedecer a mis dedos y me miró. Dejé un beso sobre su nariz y una sonrisa se instauró en sus labios. Y me derretí, porque su sonrisa me derretía, ella me derretía. Atrapé sus labios y ella colocó ambas manos sobre mis mejillas. Pegué mi frente a la de ella y suspiré sobre sus labios.
—Ojalá pudieras besarme todos los días así.—Dijo ella acariciando mi nuca rapada.
—Ojalá pudiese besarte todos los días así.—Murmuré.Natalia sonrió y me besó dulcemente sin dejar de acariciar mi nuca. No dudé en corresponder al beso y mis manos viajaron por su espalda. Me separé atrapando su labio inferior con mis dientes y tirando de él. Un gemido se escapó de los labios de Natalia y reí levemente.
—Deberíamos de irnos ya.—No sabía cuanto tiempo habíamos pasado besándonos, pero Joan estaría al caer.
—Si.—Dijo en un medio quejido.Reí y me levanté del césped mirándola con una sonrisa.
—Vengaaa.
—Voy, voy.—Se levantó y agarró mi mano.—Con lo bien que se estaba aquí.Volvimos a la facultad y abrió mi puerta para que saliese. Reí negando la cabeza y besé su mejilla cuando bajé.
—Como eres.
—¿Como soy?
—Increíble.—Las palabras salieron de mi boca casi sin quererlo, pero pronto la sonrisa de Natalia calmó todo mis miedos.
—Tu sí que eres increíble princesa.Golpeé su brazo con suavidad y avancé hasta la puerta de mi habitación. Abrí levemente la puerta y los largos dedos de Natalia se entrelazaron con los míos antes de entrar. Pero, cuando ambas pasamos, pronto deshice la unión de ambas manos.
—¡Alba!
–
–Ya está aquí la guerra.
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Hoy no
Teen FictionAlba, de 18 años, es obligada a comenzar una carrera con la que no está de acuerdo, en una ciudad en la que no quiere estar y con una persona que se cuela en su vida casi sin quererlo.