C A P Í T U L O 13

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—Yo...yo...— tartamudeo, y es que, la cercanía del morocho la ponía tan nerviosa. El calor que desprendía de su cuerpo era tan reconfortante.

—Venga Ambar, habla, no voy a comerte la lengua — Dijo Simon con una pequeña sonrisa que Ambar no pasó por alto, ¿cómo ese simple gesto podía lucir tan sexy en él?, no lo sabía. —Bueno, no lo haré a menos que tú me dejes...— Acerco su boca al rostro de la morocha, plantandole un beso en la comisura de los labios, ella, por su parte, lamio ese lugar donde habían estado los labios de Simon hace un momento.
Pero de repente su burbuja desapareció, Ambar tenía que protegerlo, y para ello, debía mantenerlo alejado, ¿pero cómo?, con su arma más letal: palabras.

Soltó una pequeña risita, mientras se alejaba del morocho, quien había fruncido el ceño.
—Oh, querido Simon, sos tan pero tan ingenuo— su ceño se intensificó, Ambar al notarlo se arrepintió pero, si ya lo había empezado, debía terminarlo. —¿Acaso no te das cuenta?, todo este tiempo, e estado usandote, y vaya que salió a la perfección el plan, porque lo creíste.— Simon ahora tenía la cara roja por el enojo, igual, sabía que en cuanto llegara a casa se tumbaría en su cama para llorar cual niño pequeño.

—Creí que habías cambiado desde lo que pasó aquel día que nos quedamos encerrados, pero, ya veo que no, sigues siendo la misma chica fría y egoísta que solo piensa en sí misma, más bien, siempre lo has sido. Felicidades Ambar, gracias a tu comportamiento y actitudes quedarás sola, y cuando pase, no vayas a llorar, porque cada uno obtiene lo que merece, le llaman karma, pero es lógica cariño, recibes lo que das.— Simon tenía los ojos cristalizados, le había dolido más decírselo que cualquier otra cosa. Sabía que no aguantaría más, y salió corriendo de ahí, en dirección al loft.

Ambar, por su parte, dejó caerse de rodillas en la pista, cubriéndose el rostro con las manos mientras lloraba, y sí, ya no le importaba que la vieran con el alma al desnudo, porque sabía que, había perdido a la única luz de esperanza que tenía en su negra oscuridad.

(...)

El camino de regreso a la mansión había sido torturosamente silencioso, con cada paso que daba, más ansiaba llegar para salir corriendo en busca de un abrazo reconfortante de su madre, esos abrazos que le curaban todo lo malo.
En la entrada se había encontrado con algo que nunca en su vida habría creído presenciarlo: una pelea entre Luna y Matteo.
Luna tenía los cabellos alborotados, los ojos hinchados y las pupilas dilatadas, las mejillas rojas e hinchadas y con unas cuantas lágrimas acumuladas, en cambio Matteo, tenía los dos puños cerrados a sus costados, sus nudillos estaban blancos por la fuerza que ejercía, su pecho subía y bajaba con fuerza y su cara estaba desfigurada por el enojo.

—Yo...— comenzó a decir Mateo con su voz ronca, lo que Ambar pensó, que sería su disculpa. Luna levantó la mano, en gesto de que no dijera nada.

—No quiero escucharte, así que cállate y lárgate de aquí. Hablaremos cuando estemos completamente calmados.

Matteo estaba por reclamar, pero, no dijo nada y asintió, dándole la razón a Luna. Cuando ya estaba fuera del perímetro, Luna corrió a llorar en su pieza. Ambar suspiro, puede que estuviera peor que ella pero, ¿qué le costaba prestar su hombro y oídos?.

Caminó arrastrando los pies hacía la puerta, abriendo esta y pasando al pequeño pasillo, siguió caminando como zombie por este hasta que logró dar con la sala, en donde su madre se encontraba sentada cómodamente leyendo un libro.
Su cabeza debatió entre cuál idea era mejor: hecharse a correr hacía los brazos de su madre para llorar como niña pequeña mientras ella acariciaba su espalda, o, hacerle compañía a Luna.

Suspirando, saludo a su madre con un asentimiento de cabeza mientras subía las escaleras con dirección a la pieza de la morocha. Estaba parada frente a su puerta y ya podían escucharse los fuertes sollozos que seguro apaciguaba con su almohada, Ambar volvió a suspirar, levantó su mano y dio tres toques suaves con sus nudillos.

Al otro lado se escucho como Luna sorbia la nariz. —No quiero ver a nadie.— Ambar abrió la puerta, asomando la cabeza y dejando su cuerpo fuera.

—Soy yo, ¿puedo pasar?— por una extraña razón, a Luna le entró una calma tremenda cuando la vio, y por eso, su respuesta fue asentir. —bueno, contame, ¿qué fue lo que pasó?.

Luna suspiro, bajando la mirada, mientras ponía sus piernas cruzadas como indio, tomaba su peluche de mono y colocaba un mechón de cabello detrás de su oreja.

—No quiero hablar de eso, realmente.— Ambar se acercó cautelosamente, sentándose en la cama, a un lado de la morocha.

—No es necesario que lo hagas, si quieres, puedo quedarme callada, simplemente acompañándote. Ya sabes, puedo prestarte mi hombro para que llores en el, o para que duermas, como lo prefieras.— Luna sonrió mostrando todos sus dientes, mientras envolvía con sus manos a la rubia, en un lindo abrazo que las dos con ansias necesitaban.

Estuvieron así más de dos horas, abrazadas en silencio y sin decir nada, lo único que se escuchaba era como una rama de árbol golpeaba la ventana gracias al viento de afuera.

—¿Sabes?, daré una fiesta aquí en la casa, y estás más que invitada.— Luna codeo a Ambar en el estómago y la rubia sólo río. Necesitaba una distracción, claro estaba, así que, no había peros, asistiría a esa fiesta.

(...)

Por otro lado, Simon estaba tumbado en su cama con la cabeza enterrada en la almohada, llorando como nunca en su vida lo había hecho desde...Bueno, desde ese pasado que él tanto quiere olvidar pero, simplemente no puede borrar nada.
Después de todo, cada persona tiene su pasado, su oscura historia, y Simon no era la excepción.  Y fue ahí, cuando le atacaron los recuerdos y no supo defenderse.

—¿Simon?, ¿podemos pasar?.— Los golpes en la puerta lo sacaron de su ensoñación, eran Nico y Pedro.

El mexicano sorbio su nariz, haciéndose un ovillo en su cama. Agarro su almohada y la puso entre sus piernas mientras con los brazos se abrazaba a sí mismo. Nico y Pedro entraron en la habitación, mirando todo alrededor; lámparas tiradas en el suelo, espejos rotos, había un pequeño hueco en la pared, sangre en el piso y los nudillos de Simon destrozados.

—¡¿Pero qué mierd...?!

—Lo siento, Pedro— Simon lo interrumpió —te prometo que pagaré y arreglaré eso.— Dijo con la mirada perdida en algún lugar de la habitación.

Nico y Pedro intercambiaron miradas, horrorizados. Sabían que él se encontraba mal (era más que obvio) pero no sabían el porqué, ya que en cuanto llegó se encerró en la pieza.

—Che Simon, estamos para vos, no tenías que hacer esto.

—Lo sé, Nico, no se que me pasó...— claro que lo sabía, solo que, no quería decirlo, no aún.

—Se que no es momento pero...Delfi acaba de mandarme un mensaje, Luna dará una fiesta en la mansión, ¿se apuntan?.

Simon necesitaba distraerse, pero sabía que en la mansión también vivía aquella rubia que le acababa de romper el corazón. Su orgullo era más fuerte que la razón, así que, iría para demostrarle que podía sin ella, aunque no fuera cierto.

—Jalo.— Dijo, intentando parecer seguro, cuando la verdad era otra completamente diferente. No sabía porqué, pero algo en su interior le decía que esa fiesta no sería una común...

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¡Hola hola gente!.
Se que anduve medio desaparecida peeero ya estoy de vuelta y con todo.
Estos dos van de mal en peor 🤷🏻‍♀️
¿Qué creen que pase?, ¡lxs leo! 🙈❤️.


¿Qué habría sido si?...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora