Lo había roto como a nadie, y lo peor de todo es que lo sabía. Sin quererlo, sin pensarlo, sin planearlo... Lo había roto peor que nada.
Le hundí el puñal por su lugar más vulnerable, le pasé por encima cuando estaba hecho añicos ya. Y todo esto sin saberlo, sin planearlo, sin siquiera saber lo que estaba haciendo. Y fue un golpe inesperado, algo inimaginable. Pero aun así me perdonó.
Después de tanto dolor, tanta angustia y decepción me recibió con los brazos abiertos. Me acogió como bebé y me consoló mientras me disculpaba y le juraba que lo hice sin querer. Y me perdonó.
Y supe que esa persona era demasiado para mí cuando, en medio del dolor que le había causado, con una sonrisa supo perdonarme.
xx.