Capitulo XI

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– ¡Alto! ¡Él príncipe!

Tome la mano de Lexandrei y sin saber cómo, pase la especie de manto que tenía hacia él.

Me levanté y sin esperar unos minutos más, lance ondas en dirección de las brigadas reales. Cayeron al suelo pero no permanecieron allí mucho tiempo.

Las colibríes se levantaron y no dudaron en alzar sus arcos aun sin apartar la vista de su príncipe. A buena hora les viene a preocupar. Levanté mi mano, y ellas al ver que atacaría lanzaron sus flechas, no me preocupe en esquivarlas eso era lo que yo quería.

Dispararon contra mí al ver que no me detenía, cuando tuve la mayor cantidad de heridas corrí como pude y sujete de la muñeca a dos colibrís. Comencé a pasar mis heridas a ellas, las vi retorcerse del dolor, gritar con agonía e incluso pedir piedad.

Los cuervos intentando detenerme me disparaban, sin tomar en cuenta que lo que me pasaba a mí les ocurría a ellas.

Cuando las colibrís ya estaban completamente muertas con un montón de heridas en su cuerpo las solté. Cayeron inertes en el suelo. Sujete uno de los arcos y comencé mi propia cacería.

Corrí hacia un árbol lanzando flechas, dándoles en lugares en donde la herida no era grave, Trepe el árbol hasta quedar montada en una rama y busque con la mirada a Lexandrei, lo vi en el mismo lugar en el que lo deje. Cuervos se acercaban a él, por lo que baje y subí mis manos controlando el manto, saque de él diminutos rayos y cuando vi la suficiente estática cerré mis manos en puños y electricidad salió del cuerpo de Lexandrei, los cuervos volaron por los aires y terminaron justamente al pié del árbol donde yo estaba.

Me baje de él, no antes de disparar contra los colibrís a mis espaldas. Caí justo encima de uno de los hombres, coloque mis pies a cada lado de su cara, justo entonces por el rabillo de mi ojo vi algo venir, voltee mi cara con rapidez para detener la flecha a pocos centímetros de mi cara. Luego, ejerciendo la fuerza suficiente, apreté mis pies en el rostro del cuervo y me gire.

El sonido de su cuello rompiéndose me resultó placentero.

Su compañero se levanta y clava en mí cadera un cuchillo. Saco el mismo sin cuidado y lo clavó en su hombro, justo después digo:

– Para que te acostumbres al dolor – Dicho eso lo agarro de sus antebrazos y tiro con fuerza.

Sus miembros son arrancados, grita fuertemente y cae sin vida luego de un golpe en la cabeza.

Agarro su arma y disparo a la vez que camino, sé que mis ojos están blancos, eso ocurre cuando el Runix que altera mi visión me invade. Subo, bajo, y giro el arma disparando a los que vea cerca.

Solo queda una colibrí en pie, detengo mi paso.

Su armadura coral está manchada de sangre y mira a su alrededor con sus ojos llenos de lágrimas, su cara está roja, su pecho sube y baja con fuerza, aprieta el arco es sus manos, está asimilando lo que ocurrió.

– Eres nueva. – Menciono sin levantar mucho la voz.

La chica levanta la mirada alarmada, procede a sujetar una flecha y levantar su arco. Aparto de mi rostro unos cuantos rizos y camino hacia ella, suelto el arma y froto mis manos cubiertas de sangre, estas se sienten pegajosas, pero me da igual.

– ¿Primera vez en batalla? – Pregunto. Ella sigue alerta a mis movimientos – Para mí si – Digo asintiendo – Nunca había matado a tantos, pero se lo merecían... - Dudo un poco – La verdad es que nunca había asesinado... no así...

Cuando estoy más cerca ella retrocede.

– Yo no soy la mala aquí – Le digo - ¿Cómo te llamas?

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