Arianna y Daniel caminaban con rapidez por los pasillos tomados de la mano, lado a lado. No era la manera más rápida de caminar, pero necesitaban sentir la presencia del otro. Tampoco era la forma en que habían planeado pasar el resto de sus vidas, pero su mundo se derrumbaba como un edificio viejo. Un polvo hecho de ilusiones destruidas que los asfixiaba mientras pensaban en todo lo que habían creído construir y que ahora yacía hecho ruinas.
Se encontraron con un cruce.
‒ Por aquí ‒dijo Daniel, señalando hacia la derecha.
‒ ¿Por qué por ahí? ‒dijo jadeando Arianna‒. ¿Tienes algún plan?
‒ Ninguno ‒Daniel fue tajante y sincero‒. Por lo pronto, solo tenemos que encontrar un lugar donde no nos encuentren.
‒ Nos encontraran ‒sentenció Arianna‒. Esto es una nave, no un planeta donde podamos perdernos.
‒ Necesitamos tiempo. Debemos esperar hasta que se calmen los ánimos.
‒ Necesitamos mucho tiempo entonces.
‒ Demasiado ‒Daniel comenzó a jadear un poco, iban cada vez más aprisa‒. Y repito, es lo único que podemos hacer por lo pronto.
Sin hablar, por puro instinto, comenzaron a trotar. Pasaron por algunos camarotes y otras tantas salas vacías. Al parecer, todo el mundo se había esfumado, como si se avergonzaran del paso de los enamorados por aquel sitio.
Cruzaron como centellas unos talleres, donde algunas mecánicas concentradas en su trabajo no se dieron cuenta de su presencia.
‒ ¡Espera! ‒dijo Arianna mientras reducía su ritmo con brusquedad obligando un poco a jalar la mano de Daniel.
‒ ¿Qué sucede? ‒Daniel se extrañó, lo que no impidió que también redujera su paso hasta que ambos se hubieran detenido.
‒ Escondámonos en los talleres.
‒ No podemos. Hay dos antarianas ahí.
‒ Sí, pero están concentradas en su trabajo. Cuando les pregunten si han visto algo, es posible que digan que no y los demás pasen de largo.
Daniel no lo pensó mucho. Las alternativas no les sobraban.
‒ Tienes razón. Si no nos ven y les preguntan, serán testigos de que no estamos ahí. ¡Al taller!
Ambos regresaron hasta el costado de la puerta de entrada del sitio de reparaciones y se asomaron para ver a las mecánicas concentradas en sus tareas. Las dos técnicas estaban de espaldas. Esto confirmó su decisión y, a una señal de Arianna, entraron. Se desplazaron con sigilo, hasta que llegaron a otra puerta que se encontraba a espaldas de las antarianas. Entraron y descubrieron que podían esconderse detrás de un conjunto de alacenas.
‒ Esto es infantil ‒dijo Daniel.
‒ Es todo lo que tenemos ‒aseveró Arianna.
‒ Te equivocas ‒le respondió Daniel‒. También podemos rezar.
Arianna sonrió, conteniendo como pudo la respiración que, poco a poco, iba tomando su ritmo normal. Un minuto después, pudieron escuchar los pasos de sus perseguidores y el barullo que traían entre tripulantes de ambas naves. Como lo habían previsto, preguntaron a las dos mecánicas, quienes les confirmaron que nadie había pasado por ahí.
Arianna y Daniel se guardaron un suspiro de alivio para cuando antarianas y habitantes de Cygnus se retiraron. Cuando creyeron que había pasado un tiempo razonable, salieron detrás de las alacenas. Como pequeños lobeznos al salir por primera vez de su madriguera, revisaron los alrededores en busca de peligro. Todo parecía calmado, así que, a señas, se animaron a salir del taller. Eso fue un error grave.
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Dos mundos
Science FictionMilenios atrás, la humanidad se dispersó por la galaxia. Cientos de planetas colonizados quedaron aislados. Ahora, Antares es un planeta habitado solo por mujeres; en Cygnus III, la población está conformada solo por hombres. Ambas civilizaciones so...