En un rincón oscuro de la mente

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Bajo ciertas circunstancias (días festivos, ocasiones especiales), el sonido local de la Aventura emitía una serie de melodías cuyo objetivo era elevar la moral de la tripulación.

Hoy no era un día especial en la Aventura, pero sí que lo era para Daniel, por lo que, en su mente, reproducía para sí mismo un repertorio de canciones acordes con su estado de ánimo mientras caminaba sin ningún asunto en particular por uno de los muchos corredores de la nave. Era su tiempo libre, así que lo ocupaba en algo que le fascinaba desde hacía días, que era ir de aquí para allá, sin motivo alguno. Parecía que podría convertirse en uno de esos hábitos extraños. Cantar y caminar. Caminar y cantar. Eso le despejaba la mente.

♫ Sobre las nubes,

un camino de aire,

donde los pies no tocan tierra... ♫

La métrica, las palabras, el significado de esa melodía siempre le habían parecido extrañas, por decirlo amablemente. Se había preguntado muchas veces estando acostado, preparándose a dormir, qué tipo de droga había inspirado al autor. Solo hasta ahora entendía las palabras colocadas en el estribillo de esa canción: cuando uno es en realidad feliz, nada en el mundo importa. Estaba a punto de descubrir que el mundo, las personas, pueden entrometerse demasiado en asuntos que no deberían ser de su incumbencia y que la felicidad es como el aire dentro de una burbuja de jabón.

Al dar la vuelta al final de un corredor largo, se encontró con Darko, que estaba con la espalda recargada sobre una pared y los brazos cruzados, como quien espera a que pase alguien. Y Daniel descubrió pronto que era a él, precisamente, a quien esperaba. Darko enderezó su postura tan pronto lo vio, y cuando éste se acercó, se interpuso en su camino, sin tratar de simular que fuera una casualidad.

‒ Hola ‒dijo con una mirada que parecía la de un boxeador que buscaba intimidar a su rival antes de iniciar el primer round.

‒ Hola ‒contestó Daniel, con cortesía, aunque fue obvio que no existía nada de amabilidad en el saludo de aquel tipo.

‒ ¿Qué haces? ‒el entrometido levantó la barbilla un poco y esa actitud le pareció cómica a Daniel, lo que hizo nacer una sensación de molestia y fastidio en aquel tipo. Hubiera deseado quitárselo como a una mosca molesta, pero no encontró razón alguna para hacerlo.

"Algo tiene que decirme, un problema conmigo, quizá. Será mejor averiguarlo de una vez".

‒ ¿Te importa? ‒respondió con otra pregunta, mientras trataba de escanear a su agresivo compañero para descifrar el motivo de su hostilidad.

‒ ¿Qué pasó con tus modales? ‒al parecer, el hombre cambiaba del enojo al sarcasmo con facilidad.

‒ Soy empático ‒contestó frío Daniel‒. Me educaron para ser amable con las personas amables... y viceversa.

Darko supo que Daniel había levantado la guardia con demasiada rapidez. Tenía que elegir entre reducir la tensión o aumentarla, y decidió que no tenía por qué ser hipócrita.

‒ Seamos francos ‒dijo con rostro rígido‒, aquí hay algo podrido y sé que su olor proviene de ti ‒enfatizó sus palabras colocando el dedo índice con fuerza en el pecho de Daniel.

"A esas vamos".

‒ Pues dilo ‒los últimos rastros de la alegría de Daniel se habían desvanecido con extrema rapidez, dando paso a la sorpresa, y estaban a un tris de cambiar al enojo. Si la presencia de su compañero era molesta hace unos instantes, ahora era sencillamente odiosa‒. No te andes con rodeos.

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