Recuerdos

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‒ No hagas caso a la gente ‒le aconsejó a Arianna su madre, Diana, una mujer alta y delgada, de cabello tan negro y rizado como el de la princesa. Su aspecto físico era casi idéntico, pero había algo en la mirada de la reina que la hacía verse muy distinta a la niña de doce años que escuchaba con atención las lecciones de política y sociología.

‒ Pero, madre ‒replicó Arianna‒. Escuchar es bueno. Tú me lo has dicho. Y si escuchamos a muchas personas, algunas tal vez tengan buenas ideas.

Las dos mujeres estaban en el balcón de la reina, desde donde podían ver los tejados castaños de la capital de Antares. Ariana tenía una apariencia flacucha, pero ya era dueña de ese porte imponente que, aún a esa edad, atraía las miradas y provocaba respeto.

‒ Puedes escucharlas por separado ‒sugirió su madre mientras miraba hacia las calles retorcidas y repletas de mujeres que iban y venían para resolver problemas mundanos‒. Nunca a todas juntas.

‒ ¿Por qué? ‒Arianna necesitaba respuestas.

‒ Una persona puede ser inteligente. Muchas, reunidas, ‒señaló hacia la multitud que se movía al fondo‒ se vuelven estúpidas. Observa, ¿puedes distinguir desde aquí un proyecto, un sentimiento, un sueño...?

Arianna quiso ser algo empática, pero sin darle toda la razón a su madre.

‒ Desde aquí no se pueden distinguir las personas, no puedo apreciar los rostros de alegría o de sufrimiento. Son tan pequeñas que parecen hormigas.

‒ Son como escarabajos petroleros ‒despreció su madre‒. Llevan de aquí para allá su bola de estiércol y los llaman sueños.

‒ Es estiércol porque solo eso les ofrecemos.

La reina volteó a ver a Arianna con un rostro de desaprobación que siempre despojaba a la princesa de todo poder de réplica.

‒ Dales perlas y las llevarán rodando de aquí para allá, sin saber qué hacer. Hasta que vuelvan a encontrar excremento.

‒ No lo creo ‒se defendió Arianna molesta. En estas charlas sobre política y sociología, su madre le permitía llevarle la contra sin ningún impedimento‒. Todos tenemos dentro de nuestro espíritu el deseo de ser mejores personas.

La reina sonrió, sin ningún miramiento, ante la defensa de su hija.

‒ Idaira te ha enseñado bien religión.

‒ Sí, supongo ‒y Arianna continuó al creer que su madre aprobaba su idea‒. Toda persona busca la felicidad...

‒ Idaira es una ilusa y una hipócrita ‒interrumpió la reina‒. Enseña el amor, pero vive del miedo.

‒ ¿Del miedo?

‒ Espera unos segundos y lo verás.

Diana volteó de nuevo hacia los tejados y la multitud que impedía ver el empedrado de calles y callejuelas de la pequeña ciudad capital. A lo lejos se escuchó una campana que llamaba a un servicio religioso, muchas de las pequeñas manchas comenzaron a dirigirse hacia el sitio de donde procedía el sonido. Arianna observó este cambio en la marea de personas.

‒ Llaman a servicio ‒dijo la princesa, como si necesitara explicarse.

‒ Como la basura a las moscas.

‒ ¡Madre! ‒se espantó Arianna.

Diana volteó y utilizó con su hija una mirada que la obligó a permanecer callada.

‒ Infunde el miedo en una multitud y la tendrás controlada ‒dijo‒. Diles que van a morir y que se perderán en la nada, tendrán temor de dejar de existir. Luego convéncelos de que tú tienes la única fórmula que les garantizará la vida eterna, y harán lo que les digas.

‒ Pero... ‒Arianna quiso contradecir a su madre. Esta vez, la reina no la dejó.

‒ Esta es la lección: ‒dijo mientras levantaba la palma de la mano para callar a su hija‒. Las personas se pueden manipular con más facilidad si tienen miedo y forman grupos. Medítalo. Luego hablamos.

Arianna se atrevió a insistir. Su madre había tocado una fibra muy sensible.

‒ Idaira me ha enseñado que la voz del pueblo...

La reina interrumpió con brusquedad el inicio del razonamiento de Arianna.

‒ "El Pueblo" no es una persona ‒Diana miró fijamente a su hija. A la niña no le gustaba cuando su madre hacía eso, significaba que venía una lección muy importante y difícil de aceptar‒. El pueblo es el populacho. No tiene cerebro. Si encuentra un guía que lo cautive, puede llegar a cometer actos horribles. Así funciona con la gente. Las multitudes son como un rebaño de ovejas. La mayoría actuará exactamente igual que las demás. Los pocos independientes se verán arrastrados por la corriente.

‒ Entiendo el mensaje ‒dijo Arianna‒. ¿Qué debo hacer?

‒ Cuídate de los líderes. Ellos son los que le dicen al rebaño a dónde ir ‒luego, dejó de mirarla dando señal de que la ignoraría‒. Será mejor que respondas el mensaje.

‒ ¿Cuál mensaje? ‒Arianna no entendió esto último.

Diana fue desapareciendo como una nube con el viento. Arianna extendió las manos intentando retenerla, pero su madre era ahora solo una ilusión que se le iba entre los dedos como arena en las olas. Luego observó sus manos y vio que lo mismo le sucedía a ella. Poco a poco se desvaneció el resto del paisaje y pequeña niña con él.

Todo se tornó negro en un segundo, luego pequeñas luces de colores fueron ocupando el lugar de la oscuridad. Arianna abrió los ojos para contemplar por un instante un mundo borroso. Cuando se despejó, poco a poco empezó a escuchar un pequeño "bip" que provenía de su computadora. Al acercarse a la pantalla pudo ver que había un aviso que le indicaba haber recibido un mensaje.

Arianna no salía de su asombro.

‒ Pero... ¿cómo pudo...

En una esquina, un rectángulo parpadeante la urgía a contestar.

"MENSAJE DE DANIEL"I


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