El rostro de la capitana Zumai, una vez más, ocupaba casi toda la superficie de la pantalla en el puente de mando de la Aventura. Durante los días posteriores a la muerte de Daniel, ambos líderes se habían comunicado muy poco en público. La mayor parte del intercambio de información se había dado mediante códigos secretos enviados por medios discretos.
‒ Capitán Nabil ‒dijo con gesto indescifrable‒. Agradezco todas las atenciones que hemos recibido de parte suya y de su tripulación durante estos días.
‒ Gracias, Capitana ‒contestó Nabil‒. Por mi parte le pido disculpas de nuevo por la serie de desafortunados sucesos producto de la insubordinación de uno de mis hombres.
El asunto no era secreto, no había manera de ocultarlo, pero sí de tratarlo de manera sesgada. Los "desafortunados sucesos" eran un eufemismo para referirse a lo que muchos consideraron un hecho vergonzoso.
‒ No tiene por qué preocuparse ‒contestó con seguridad Zumai‒. Sé que tomó todas las medidas posibles para remediarlo y que se asegurará de que todo este asunto quede olvidado.
‒ Así se hará ‒dijo cortante el Capitán, a quien le parecía que la conversación ya era demasiado larga, por lo que procuró ser cortante, pero no descortés‒. Buena suerte.
‒ Buena suerte ‒finalizó la Capitana.
Las comunicaciones se cortaron por última vez. La oscuridad de la pantalla anunció el fin del contacto entre la civilización de Antares y la de Cygnus. El Capitán volteó a ver al ingeniero de armamento.
‒ Teniente ‒llamó su atención.
‒ ¿Sí, Señor? ‒le contestó éste.
‒ Prepare misiles de mediano alcance.
‒ ¿Señor?
‒ Lo que escuchó ‒confirmó el capitán, poniendo especial énfasis en demostrar que hablaba en serio. No era sorprendente, pues el único que tenía conocimiento de las órdenes enviadas desde los Cuatro Planetas, era el Capitán. Al ver que todos en el puente lo observaban con gesto de incredulidad, consideró que debía dar una explicación.
‒ Tenemos que obrar con rapidez ‒alzó el volumen de su voz, a la vez que le daba un tono autoritario‒. Las antarianas dejaron muy en claro que este asunto debe quedar olvidado. "Destruir evidencias" fueron las palabras exactas de la capitana. ¡Y nosotros somos la principal evidencia! ‒cargó la última frase con todo el peso de la urgencia y la decisión que requería una orden de vida o muerte.
La tripulación del puente quedó congelada por fracciones de segundo. Todos ellos confiaban en el Capitán y entendieron la situación, sin embargo, eso no significaba que obrarían con sangre fría. Y, pese a todo, las órdenes se cumplirían en algún momento.
El oficial de comunicaciones envió el mensaje a la sala de armas.
Unos segundos después, se escuchó por el intercomunicador una voz casi maquinal que confirmó el cumplimiento de las órdenes.
‒ Misiles armados y listos, Capitán.
‒ Blanco... la Antera ‒especificó el Capitán.
La respuesta desde el puesto de artillería tardó unos segundos en llegar.
Fuera de la nave, una batería de ocho cohetes sobresalió por debajo del casco de la Aventura. Eran minúsculos comparados con el tamaño de la nave, pero su carga era letal. Apuntaron en dirección de la nave antariana.
‒ Adquirido. La Antera en la mira ‒dijo la voz inhumana tras el altavoz.
Esa última frase sacó de su letargo a la tripulación.
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Dos mundos
Science FictionMilenios atrás, la humanidad se dispersó por la galaxia. Cientos de planetas colonizados quedaron aislados. Ahora, Antares es un planeta habitado solo por mujeres; en Cygnus III, la población está conformada solo por hombres. Ambas civilizaciones so...