33. Encuentros

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Una semana. Ha pasado una maldita semana desde que mi señorita inculta desapareció, y, para rematar, David tampoco aparece.

Esto es increíble.

A lo largo de esta semana, todos, absolutamente todos nos hemos encargado de buscarla, preguntándole a la gente si la han visto, visitando la comisaria de vez en cuando en busca de noticias, pero siempre recibimos lo mismo, miradas apenadas y un "lo siento, no sabemos nada". Imbéciles, de seguro se pierde su hija y mueven cielo y tierra para encontrarla.

Últimamente he tenido un humor de perros. No hablo con nadie, no me he alimentado bien y le respondo mal a todo el mundo. Me siento igual que cuando la señorita inculta se alejó de mí.

En estos momentos estoy en la sala junto con Diana, Kat, Samuel, Daniel, James y Nathan sentado en el sofá, esperando, aunque sea una respuesta positiva por parte de la comisaria.

Unos toques en la puerta nos sacan de nuestras ensoñaciones.

-¿Quién es? - pregunta Samuel acercándose a la puerta.

-Soy yo, Amy, y chicos, tengo noticias - dice y, como si de repente me despertara, alzo la mirada directo a la puerta.

-Habla - dice Daniel.

-Verán, hoy en la mañana estuve hablando con Roxana acerca de Alejandra, resulta que ella vio a Alejandra subiendo a una camioneta negra que fue al norte. - nos dijo ella.

-Aja, ¿y? - dije yo.

Ella suspiro - ¿En serio no saben que queda de ese lado de la ciudad? - nos preguntó incrédula.

Todos negamos.

-Agh! De ese lado de la ciudad quedan los bares de mala muerte más populares, además de varios prostíbulos - nos dijo con obviedad.

En ese mismo instante mi universo entero se detuvo, imagine a mi pobre señorita inculta en uno de esos bares de mala muerte, siendo tocada por algún idiota, o peor, en alguno de esos prostíbulos, donde las mujeres solo son como un juguete, donde pueden escoger a cualquiera de ellas y usarlas el tiempo que deseen. Apreté los puños de inmediato.

-Tenemos que ir hacia allá - dije apretando los puños.

Los demás asintieron y nos fuimos directo al área sur del pueblo.

. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Llevamos más de tres horas buscando, y no encontramos absolutamente nada.

Hemos ido a prácticamente todos los bares del lugar y no hemos encontrado nada.

Seguimos buscando hasta el cansancio y nada, no hallamos nada.

Ya en la tarde, casi noche, nos sentamos en una plaza, frente a uno de los bares. Yo tenía una ira terrible, unas ganas de matar a alguien con mis propias manos, pero, sobre todo, unas tremendas ganas de abrazar a mi señorita inculta, de asegurarme de que ella está a salvo. Pero no puedo, y eso no cambiara hasta encontrarla.

-Vaya, vaya, vaya...si son los amigos de mi juguetito, díganme ¿Qué los trae por aquí? - pregunta una voz a nuestras espaldas, yo aprieto mis puños y me levanto.

-¿Donde esta? - dice Diana acercándose a él - dime donde esta o te juro que te vas a arrepentir. - dice ella acercándose a él.

-Oh! ¿quieres saber dónde está tu amiguita? Pues, déjame ver... tal vez esté siendo el juguete de alguien, no lo sé - dice con una sonrisa, yo solo me quedo ahí, respirando y tratando de quitar estas ganas que tengo de matarlo.

-Hey David! ¿Me recuerdas? - dice Amy acercándose a él - te hice una promesa ¿no la recuerdas? Prometiste no volver a tocar a un alma inocente y yo prometí que no revelaría la ubicación de tu asqueroso prostíbulo - dijo ella.

-Amy! Claro que te recuerdo, te llevaste a uno de mis más grandes juguetes, todavía hay gente que la quiere de vuelta... ¿aún está a la venta? - pregunta él con una sonrisa.

Amy apretó los puños - Escúchame bien David, mi tolerancia tiene un límite, y se está por acabar, así que, déjame advertirte algo, vuelves tan siquiera a tocarle un solo cabello a mi hermana, y juro por lo más sagrado de este planeta que hare que te arrepientas - dice ella en un susurro letal.

-Adoro cuando hablas de ella, me hace recordar los años que estuvo bajo mi poder, pero ahora se ha ido, y tengo que conformarme con mi pequeña prima, la cual, por cierto, se resistió bastante la primera vez que la tuve, todavía recuerdo las pequeñas lagrimas que salieron de su rostro en el acto - dijo y lo que me quedaba de paciencia se agotó.

Salte sobre el propinándole un golpe en el rostro, seguido de uno en el estómago, lo golpee con todo lo que pude, las veces que pude, hasta que sentí que algo, mejor dicho, alguien nos separó.

Escuché sonidos de una sirena, y pude ver a unos policías agarrarme a mí y a David, metiéndonos en autos separados.

Note que a los chicos también los montaron en los demás autos, supongo que para llevarlos a la comisaria.

Durante el trayecto a la comisaría pensé en mi señorita inculta, en su sonrisa, en su cara sonrojada, en sus ojos brillantes al hacer algo bien, en sus labios rosados, en su gran personalidad, en todo. Ahora solo puedo decir una cosa, y es que la amo.

Al llegar a la comisaria unos policías me agarran y me llevan a una especie de sala de espera donde me interrogan sobre la pelea y me dan un montón de charla moral sobre el comportamiento en los seres humanos y bla bla bla. En estos momentos solo me importa mi señorita inculta.

Cuando por fin el policía se va me deja solo, yo apoyo mi cabeza sobre mis manos y cierro los ojos, me quedo así hasta que escucho una voz a mis espaldas.

-¿Félix?

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Holaa! Sé que tengo tiempo sin actualizar, pero aquí está su capítulo.

Ahora, vamos con las preguntas.

¿Les gusta la parchita?

¿Quién creen que llamo a Félix?

¡Hasta luego!

Todo comienza con una pijamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora