Capítulo 3.

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Un mes después, James y yo quedamos en salir a una cita, no iba a ser la gran cosa, pero queríamos salir igual. Ya en el restaurante comenzamos a hablar.

-Y... ¿Qué ha pasado con Olivia desde entonces? – rompí el hielo.

-Nada, me ha dejado de hablar – se mostró un poco frío.

- ¿Y cómo te va en el equipo? - le pregunté.

-La verdad me fue mejor de lo que pensé – sonrió.

-Qué bueno, me da gusto – le di un suave beso.

Después de comer, nos retiramos del restaurante donde nos encontrábamos. Queríamos ir al cine así que fuimos sin problema alguno. Cuando salimos del cine nos fuimos a caminar al lado del río en donde lo noté muy extraño, se quejaba un poco y se sobaba el pecho.

- ¿Te pasa algo? – me extrañó su actitud.

-No es nada, solo que me siento un poco débil, es todo­ - me contestó con la voz un poco quejumbrosa.

Lo llevé hacia un asiento que estaba cerca de donde estábamos, nos sentamos y recargó su cabeza sobre mi hombro. De pronto, comenzó a jadear y me percaté de que estaba inconsciente.

- ¡James! ¡¿Estás bien?! ¡despierta! ¡James! - gritaba desesperadamente.

Lo levanté con dificultad y comencé a cargarlo con cuidado para llevarlo al auto, era demasiado pesado para que lo hiciera por mi cuenta. Mientras lo llevaba hacia el auto, un grupo de personas se acercó a nosotros de manera sospechosa, se veía que no tenían buenas intenciones.

-Necesito que te calles y comiences a darme lo que sea que tengas contigo que sea de valor - me dijo una de las personas algo tapadas.

- ¡Y yo necesito que se callen la maldita boca y me ayuden a llevarlo a mi auto! – les grité sin importarme que pasase.

- ¿Qué le sucedió? – me preguntó uno de los hombres

-No sé, se desmayó creo. Necesito llevarlo al hospital. Por favor, en serio necesito que me ayuden, luego les daré lo que sea. – les supliqué.

-Está bien, vamos muchachos. Ayudémoslo – procedieron a cargar a James.

Después, con un poco de dificultad logramos llegar al auto y meterlo en los asientos traseros.

-Iré con él, ustedes solo sígannos – señaló a una furgoneta.

-Abre la guantera y busca un estuche para lentes color café. – señalé la guantera.

- ¿Esta? – me preguntó con el estuche en su mano.

-Ábrelo y toma el dinero que hay ahí. Llévatelo todo, no hay problema. – no despegué la vista del camino.

- ¡Esto es genial viejo!, quinientos dólares – exclamó después de contarlos rápidamente. - ¡Oh! Da vuelta a la derecha en la siguiente calle, sigue derecho unas cinco calles y gira de nuevo a la derecha. –

- ¿No iré en sentido contrario? – le pregunté rápidamente.

-Sí, pero llegarás más rápido. A esta hora no hay casi nadie por ahí así que no pasa nada, no creo que ser infraccionado sea la mayor de tus preocupaciones en este momento – me respondió tranquilo.

Manejé lo más rápido que pude hacia el hospital, sin importarme los señalamientos y semáforos que se presentaban en mi camino. Después de unos minutos, pudimos llegar sanos y salvos al hospital por suerte. Los muchachos me ayudaron a bajarlo y lo llevamos directamente a urgencias

Al sentir tu piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora