Prólogo

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-Stiles, ¿Estás bien?

Bien no era la palabra exacta para describir como me sentía. Ni siquiera estaba cerca. El mundo estaba dando vueltas y la angustia me comía lentamente por dentro. El dolor de cabeza era insoportable y eso no me dejaba concentrarme en la clase de química. Scott, que estaba a mi lado, me miraba preocupado.

-Solo es un dolor de cabeza, nada grave-Scott se preocupaba demasiado, era así con todos-Si te hace sentir más tranquilo iré a la enfermería.

Él respondió algo que no alcanzé a escuchar. Caminé lentamente hacia la salida del salón y pude deducir que el profesor me llamaba por mi apellido. No me detuve, no me interesaba. El pasillo estaba silencioso y ni el ruido de mis zapatos al caminar era perceptible. Al llegar a la puerta junto a la oficina del director me detuve. No era capaz de tomar la manilla y abrir la puerta. El dolor y los mareos aumentaban con el tiempo, y la verdad no tenía idea de donde venían. Tomé toda la fuerza necesaria y abrí la puerta. La enfermera me miró fíjamente como preguntando "¿Y a tí que te pasa?". No le dije nada, simplemente entré y me senté en una de las tres camillas del cuarto. Ella se paró y me preguntó que me ocurría. De mi boca salieron dos simples palabras: "Mi cabeza". El mundo estaba dando vueltas...

Pasaron varios minutos y ya había tragado mi aspirina. Estaba a punto de quedarme dormido cuando la puerta se abrió y una pelirroja con ojos verdes desteñidos entró a la enfermería. Estaba respirando agitádamente y se tomaba el dedo meñique izquierdo con la otra mano.

-Es mi dedo, siento punzadas y...-no pude escuchar que seguía. A pesar de estar lejos del ruido de los salones, la cabeza aún me dolía y no era capaz de concentrarme del todo.

La enfermera la llevó cerca del botiquín y sacó algunas cosas que no reconocía. No tenía idea sobre enfermería y sus derivaciones y la verdad es que no me interesaba aprender. Cerré los ojos y noté como el dolor disminuía, ya era más fácil ver y escuchar. Al abrirlos pude presenciar a la chica sentada en una silla, con el dedo vendado y todavía un poco nerviosa. Al rato por fin la aspirina, al parecer, hizo efecto y me sentí como un humano normal otra vez. Como si estuvieramos sincronizados, la chica dejó de sollozar y pude deducir que el dedo ya no le dolía.

Me bajé de la camilla, le di una última mirada a la pelirroja y salí de la habitación.

Minutos después, la única cosa que pude recordar de la enfermería eran dos preciosos ojos verdes.

Hilo Rojo Del Destino {#1} || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora