#7 Memorias Perdidas

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"Todo el mundo la tiene, pero nadie puede perderla. ¿Qué es, Stiles?"

Mis ojos se abrieron de golpe.

-Una sombra, una sombra -susurraba aceleradamente. El techo de aquella habitación que no reconocía tenía pequeños puntitos que me ponian aún más nervioso.

Una sombra

"No es una sombra, Stiles. Intenta otra vez: Todo el mundo la tiene, pero nadie puede perderla"

Aquella voz desapareció poco a poco, dejando su rastro en mi mente. Me levanté despacio y apoyé mis hombros sobre la dura mesa en la que me encontraba. Alrededor habían un par de estantes, jaulas y un lavamanos.

¿Donde estaba?

Miré a mi derecha y noté una mesa exactamente igual a la que yo ocupaba. Sobre ella, Lydia yacía con sus hermosos ojos cerrados y la piel pálida. Tenía el mismo atuendo que, ¿ayer?, ¿unas horas antes?

Traté de levantarme y de ubicar el lugar en donde me encontraba. Al bajar de la mesa, golpeé mi zapatilla con esta y se produjo un estruendoso ruido. Escuché voces y pasos dirigiéndose a la habitación.

-¿Stiles? ¿Lydia?

Scott abrió la puerta y me miró fíjamente a los ojos. Se acercó dando pasos firmes y me abrazó.

-Todos pensamos lo peor.

Traté de devolverle el abrazo, pero no pude. Me sentía demasiado débil como para siquiera pensar, y mi dedo meñique izquierdo no paraba de palpitar.

-Scott... -dije antes de desplomarme sobre la mesa. Él me sostuvo para que no me golpeara con ella, acto seguido me tocó la frente.

-Tienes fiebre, Stiles. Será mejor que te quedes recostado. Iré por Deaton.

-¿Deaton? -pregunté confuso. ¿Por qué Scott iría por su jefe en una situación como esta? Luego de pensarlo un buen rato, lo entendí. Me encontraba en la Veterinaria de Beacon Hills, el lugar donde Scott trabajaba todos los días.

¿Por qué diablos estaba aquí?

Pero para entonces, Scott ya se había marchado de la habitación, dejándome cientos de preguntas en la boca. Me giré para ver a Lydia, quien todavía seguía en un sueño profundo.

Después de contar unos cuantos puntos del techo y notar que Scott nunca regresaba, me empeñé en dormir un rato. Fue bastante fácil, ya que estaba bastante débil y los ojos casi se me cerraban solos.

Justo cuando estaba alcanzando la tranquilidad, Scott abrió la puerta y arruinó todo mi esfuerzo.

-Deaton no estaba así que tuve que buscar los medicamentos para humanos en todas las cajas de su oficina. Ten, te sentirás mejor -dijo extendiéndome una pastilla.

Al verla, mi vista se nubló y ya no me encontraba en la Veterinaria, si no en la enfermeria de la escuela. Estaba sentado en una camilla con una mano en mi cabeza mientras trataba de respirar con normalidad. El ambiente sereno y silencioso se rompió cuando una pelirroja de ojos verdes detenidos entró a la enfermería tomándose el meñique izquierdo con la otra mano.

Lydia.

Levanté la cabeza y me quedé embobado con sus ojos. En una cosa de segundos, volví a ver la pastilla en la mano de Scott.

Miré a mi mejor amigo y negué con la cabeza. Me levanté como pude y le toqué la frente a Lydia, que estaba hirviendo al igual que la mia.

-Ella necesita la pastilla también -le dije a Scott.

Hilo Rojo Del Destino {#1} || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora