Capítulo IV

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«13:27, faltan tres minutos»

Esperaba sentada junto a la ventana dentro de 'La casa de la abuela', un restaurante de comida tradicional, que pese a la humildad del local, servía de los mejores platillos en la zona. Además, era costumbre del lugar regalar la bebida con tu orden.

Mirando por el vitral pude ver la patrulla 204, el vehículo de Zac, que se metía en el estacionamiento del lugar. Mi plan ya estaba en marcha y era hora de fingir desconcierto cuando él entrase por la puerta.

—¿Irina?, ¡por dios!, cuánto tiempo sin verte —dijo Zac con la más honesta de las sonrisas.

—Hola, Zac, ¿cómo has estado?, no esperaba verte por aquí —. Sí lo esperaba.

—Bueno, es mi restaurante favorito de la zona, te regalan la bebida cuando ordenas un platillo —Se llevó una de sus manos a la nuca, un gesto muy particular de él cuando nos saludábamos—, ¿te molesta si te acompaño?

—No, adelante.

Zac no solo era alguien a quien yo conocía por su trabajo, era más bien una amistad que conservaba desde la adolescencia.

Nos conocimos porque estudiábamos en el mismo colegio de bachiller, estábamos en la misma clase y él era jefe de grupo. Siempre con perfectas notas, perfecto comportamiento, el perfecto ejemplo de lo que un joven debía proyectar. Empezamos a ser amigos porque me ayudaba con la tarea de matemáticas, debo admitir que de no ser por él seguro hubiera tenido complicaciones para los exámenes finales.

Él habría tenido un futuro brillante de haber decidido entra a la universidad, puesto que le ofrecieron varias becas en distinguidas facultades por su desempeño académico. Sin embargo, gracias a ciertas situaciones que vivió por culpa de la inseguridad en la ciudad en su infancia, él siempre estuvo muy decidido en servir a la ciudad cuando se graduara del bachiller. Sí, así era de fuerte su convicción.

Después de charlar durante un largo rato y ponernos al día de nuestras vidas, logré que por sí sólo empezase a hablar de aquello que yo quería escuchar. Sí, sobre personas muertas.

—Hoy vi a Samuel, no sé si te lo comentó —Su semblante se volvió serio. Miraba hacia los lados como si se cuidase que el resto de los comensales no escuchasen nuestra conversación.

—Algo me dijo, de que recibió un par de reportes de la policía —Omitía información, puesto que esperaba que Zac comenzase a soltar la verdad de los hechos.

—La ciudad ya no es un lugar, seguro. Aunque bueno, tal vez nunca lo fue, pero... —hizo una pequeña pausa y volvió a mirar sobre sus hombro— anoche, encontramos a una chica, y ella... —Se llevó ambas manos a la cara, restregando desde la sien hasta la barbilla.

—Vamos, sabes que me has contado peores —dije torpemente. Tal vez lo adecuado habría sido mostrar más preocupación.

—No es eso, no lo digo por eso —Colocó ambas manos sobre la mesa y tomó una gran bocanada de aire—. Necesito que te cuides, estoy preocupado porque no es las primera vez que alguien es encontrado en esas condiciones.

—En Fraga todos los días es alguien nuevo, ya no me extraña.

—Esta vez es diferente —Sin que yo lo anticipase, Zac puso su mano sobre la mía, como si con eso quisiera callarme para que yo lo dejara continuar con lo tenía por decir.

Inevitablemente ante el gesto, pude sentir mis mejillas enrojecerse. Retiré mi mano de la mesa tan pronto pude y miré hacia un costado evadiendo la mirada de Zac.

—Han sido varias mujeres, chicas, mujeres jóvenes las que se han reportado como desaparecidas estos días. Algunas han sido ya encontradas... sin vida.

Mis ojos volvieron a Zac ante tal declaración, creí saber qué rumbo tomaría la conversación. Si bien algo de esta información llegaba a la prensa, la policía no siempre hacía todos los casos públicos, solía ser doloroso para los allegados de las víctimas.

—Hay un patrón, que parece que conecta los cadáveres encontrados —Hizo una corta pausa para lamer sus labios—, esta persona o grupo de personas toma algo de sus víctimas, como un trofeo, o al menos eso es lo que intuye el Teniente Montoya, aún no sabemos porqué lo hace.

—¿Estás diciendo que...

—Sí, parece ser que ese alguien decidió salir de cacería en Fraga.

—¿Por qué nadie sabe de esto?—. No entendía porqué la prensa hasta el momento no había hablado o al menos escuchado algo al respecto. Un caso así se estaría haciendo noticia mundial, con mayor razón una serie de casos.

—No queremos alarmar a las personas, pero yo pienso que está mal —Se llevó su mano a la nuca nuevamente—. Por eso te estoy confiando esto a ti, Irina, porque quiero que tengas cuidado.

Bien, ahora no podría publicar esta información en el blog. Zac me estaba compartiendo datos confidenciales porque quería protegerme, y lo peor, que no sabía si esto que me decía se conectada con el asesinato de Francine. Lo menos que podía ofrecer sería mi gratitud ante su preocupación.

—Tendré cuidado, lo prometo. Gracias, Zac.

"Unidad 204, responda, unidad 204"

—Adelante unidad 204 —contestó Zac a su radio.

"Solicitamos su apoyo en la escuela secundaria 37, tenemos una posesión ilegal de sustancias"

—Adelante 204, en camino —Se levantó de la mesa y colocó dinero sobre esta—, déjame invitarte esta vez, por los viejos tiempos.

—No es necesario, pagué mi comida cuando la ordené—. Mentí, no la había pagado, pero después de lo que me contó ya no quería abusar más de su amabilidad.

—¿Tal vez la próxima?

De pronto me percaté de que su rostro se había enrojecido.

—Bueno, me tengo que ir, me dio gusto verte, Irina —Terminó por despedirse.

—Un gusto, Zac.

¿Había conseguido la información que quería?, no estaba segura, tal vez sí... sin embargo, no lo podía publicar, no había logrado obtener lo que necesitaba para el blog. No valía la pena traicionar la confianza de Zac si lo único que estaba haciendo era informarme para cuidar de mí.

Tal vez, de momento, lo único que podía hacer era preocuparme por la mudanza, hoy no iba a haber ensayo en el teatro, así que dedicaría el resto del día a llenar cajas de cartón en casa.

AmarettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora