Los sueños intranquilos no cesaban, la constante paranoia no cedía, la medicación se había vuelto —más que nunca— una amistad dependiente para lograr alcanzar el reposo. Jamás había añorado tanto la compañía de Misael, hasta ahora que me sentía completamente indefensa y vulnerable, con temor incluso de abrir la puerta, de mirar a la ventana o de sólo hacer presencia en las redes sociales.
Mi comunicación con Zac estaba en ceros, no era una opción. Sentía el casi incontrolable impulso de hablarle, de escribirle o, aunque sea saber de él, pero el orgullo me lo había impedido, incluso si la idea me acosaba constantemente. Nuestra relación nunca se había caracterizado por ser una amistad aprensiva, normalmente podían pasar semanas sin que cruzáramos una palabra o incluso un mensaje, pero esta vez era diferente, no estábamos en buenos términos y aunque el ego me costara, debía admitir que lo extrañaba, quería saber de él, quería que me escribiera.
Rita había insistido con que yo trabajara desde casa: "nada que no hubieras hecho antes", había mencionado. No estaba errada, pero para mi fortuna Erika me estaba cubriendo, todo apuntaba a que la había entrenado bien.
"Erika: ¿recibiste el correo?
Irina: ¿el correo?
Erika: sí, insistían en dejarlo aquí, dicen que no contestas las llamadas, pero les expliqué la situación y me encargué de que lo llevaran a tu puerta.
Irina: ¿a mi puerta?, ¿quién lo trajo a mi puerta?
Erika: me imagino que los representantes del seguro.
Irina: ¿seguro?
Erika: El seguro médico, tontona, ¿quién más?
..."
Trataba de calmar mi mente ociosa con más ocio. Los últimos días había leído tantos libros y visto tantas películas que sentía que hasta era capaz de escribir una obra propia, siempre estaba pensando en algo, ideando algo, estaba creativa. El problema, era que todo giraba alrededor de lo mismo, alimentar a los gusanos.
Desde el borde de la cama miraba la máquina de escribir, que en los pasados meses no había hecho más que llenarse de polvo. Me daba lástima, algo tan bonito en las manos de alguien tan inepto, que no era capaz de sacarle provecho.
Pero no me podía permitir doblegarme ante esa idea. Ése día, después de horas de meditación, me levanté, y cojeando llegué hasta el escritorio, sentándome en la silla que se encontraba enfrente. Unas bocanadas de aire más tarde, logré abrir uno de los cajones y tomé unas hojas de papel blanco; ajusté una en el carro de la máquina y lo contemplé.
Toda la creatividad de la que había gozado los últimos días parecía haberse esfumado. No tenía idea de dónde empezar o de cómo se suponía que se hacía. Miraba el antiguo artefacto como si de él fuera a extraer la respuesta, pero mi imaginación se conservaba nula, hasta que de pronto la bombilla se encendió.
"11 de marzo, 2017..."
Un diario, ¡claro!
¿Por qué no?, era un clásico. Nunca había iniciado uno, después de todo, mi vida jamás había sido más interesante, pero desde que me había mudado, los sucesos inusuales no habían cesado, podía empezar por ahí.
Recordé la inundación en el sótano del edificio, casi pude volver a sentir el putrefacto aroma asaltar nuevamente mis fosas nasales. ¿Qué había sido de aquel incidente?, ¿se había solucionado?, ¿ya era posible disponer de la lavandería?, ¿qué había ocurrido con mi ropa?
Mi ropa, la que llevaba días estorbando en una de las lavadoras seguro ya había terminado en la basura.
Mi mano había recuperado cierta movilidad, no del todo, pero al menos la inflamación en la muñeca había disminuido considerablemente. Pasé la mayor parte del día tecleando y comiendo vergonzosamente sopas instantáneas —lo único que quedaba en mi alacena desde la última vez que había realizado las compras—.
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Amaretto
Misteri / ThrillerHISTORIA GANADORA DE THE WATTY AWARDS 2019 Mi nombre es Irina y soy periodista. Hace poco me mudé de casa de mis padres para vivir con un desconocido y así poder dividir los gastos de la renta. Sabía que independizarme no iba a ser tan sencillo en u...