Capítulo II

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La noche se volvía cada vez más helada, pero al menos el viento ya no golpeaba tan fuertemente como lo hacía algunas horas antes. El frío se volvía disfrutable, puesto que el aroma de los pinos en la Avenida Ginebra aderezaba el aire mientras me dirigía a la dirección acordada.

«Amaretto 1307»

Al pasar junto a uno de los portales de las lujosas casas, un perro desde el interior se acercó con gran velocidad y estrepitosos ladridos a la verja por donde yo me encontraba. El sonido me tomó por sorpresa, haciendo que pegara un brinco en dirección a la calle.

«20:46»

Fue entonces que se caí en cuenta de que en verdad era tarde. Muy tarde para estar sola por la noche. Muy tarde para portar la cantidad de dinero con la que pretendía pagar la renta.

¿Cómo se suponía que regresaría a la casa de mi padrastro si ya no encontraba transporte público después de las nueve?

Entonces, decidí tomar mi celular para mandar un mensaje a mi pareja, René.

"Amor, estoy llegando al departamento que te dije que me gustó la semana pasada. Voy a dar el pago de la primera renta. Pasa por mí, me desocupo en 20 minutos".

No era necesario esperar una respuesta, sabía que él estaría ahí tal vez en unos treinta minutos.

Al llegar al final de la avenida, se encontraba la calle Amaretto, que era más bien, un circuito cerrado, como una gota de agua al final de una ramita. El circuito se llenaba en su periferia de grandes y antiguas casas —seguro que sólo personas mayores debían de vivir ahí—, con sus bonitos y nuevos vehículos estacionados en la calle, aunque algunos parecían de esos viejos autos de colección. En el medio del circuito había un parque cubierto de pasto y árboles, con unos juegos viejos para niños que seguramente ya nadie utilizaba.

Gracias a los altos árboles, el alumbrado de la zona no era molesto, iluminaba lo suficiente para sentirte seguro, pero no demasiado para opacar el cielo nocturno, así permitiendo apreciar el misterio de la noche.

Caminé justo por el medio del parque para poder llegar al fondo del circuito, entonces ahí lo volví a ver.

Un edificio de departamentos de cuatro pisos, que citaba con letras metálicas 'Amaretto 1307' en el barandal de enfrente. Al igual que las casas circundantes, el edificio se veía algo viejo. Su estructura era sencilla y cuadrada; y su color que seguramente alguna vez se vio blanco, ahora era grisáceo por la falta de mantenimiento en su exterior. En la parte inferior contaba con ocho aparcamientos, dos por cada uno de los pisos, un departamento por cada planta.

«20:54»

Ya era algo tarde y era de esperar que el portero ya no estuviese realizando su guardia, así que toqué el timbre como me había explicado Misael la primera vez que hablamos por teléfono.

«1, 3, 0, 7, 4»

—¿Hola? —contestó alguien del otro lado de la línea.

—¿Sí?, soy Irina, vine por...

—Ah, sí, Irina —apresuró interrumpiendo de nuevo, parecía ser algo típico de él —pasa, sólo que olvidaba comentarte que el elevador no está funcionando, tienes que subir las escaleras hasta el cuarto piso, si no es mucha molestia —dijo con simpatía a la vez que apenado.

—No hay problema, ya subo.

La verdad es que me encontraba tan emocionada por dar este paso como adulto que ignoré totalmente el hecho de que llevaba más de veinte minutos caminando en el frío exterior. Me adentré en el edificio y al instante ubiqué las escaleras. Cuando menos lo pensé ya me encontraba pasando el tercer piso.

AmarettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora