Un lobo en ropa de mujer

◆Cuñadas◆

-...Entonces...—Yukio les miró de reojo. Ambas rubias estaban sentadas al borde de la gran cama.

-...Ah, perdona nuestra falta de respeto...—Murmuró la mayor, dejando la charola sobre la mullida cama—...Mi nombre es Kiara y ella es Shima...—Presentó respectivamente—...Somos hermanas de Ryota.

-...¿Mi hermanito te ha tratado bien, Yukiocchi? —Preguntó, ladeando el rostro.

Kasamatsu estuvo tentado a decirles todo lo que el rubio le había hecho hacer, pero no quería perturbar a dos jóvenes como ellas.

-...No tanto, pero si lo ha hecho...—Asintió, haciendo una mueca mientras una gota de sudor se deslizaba por su frente—...Lo ha hecho, y bastante.

-...Pues no te creemos~ —Dijo Shima en cierto tono infantil—...Si Ryotacchi te forzó, tienes que decírnoslo.

-...Concuerdo con ella...—Asintió Kiara, mientras servía una taza de humeante té con delicioso aroma—...Conocemos a nuestro hermano y sabemos de lo que es capáz, así que no te sientas avergonzado de contarnos lo que te hizo.

Yukio bajó la mirada unos minutos y luego de tomar un largo respiro, decidió contarles. Les dijo como se habían conocido, la forma en la que interactuaron y como habían llegado a eso. Las rubias se mantenían serias, oyéndolo atentamente, hasta que hubo llegado al momento actual.

-...Mooo...Ese Ryotacchi...—Pucheó y se cruzó de brazos—...Lo golpearé en cuanto lo vea.

-...Ya, ya...—Suspiró la mayor y le dió suaves palmadas a la contraria—...Yo quiero darle el primer golpe.

Kasamatsu sonrió ladino, esas chicas no eran tan malas como pensó. Al menos solo se parecían a Ryota en el físico.

-...¡Ah! —Exclamó Shima—...Iré a prepararle un baño calientito a Yukiocchi...—Sonrió y se dirgió al baño dando brinquitos.

-...Yo...—Habló bajito, Kiara—...De verdad lamento lo que mi hermano te ha hecho pasar, Yukiocchi...—Murmuró apenada—...Hemos intentado detenerlo, pero...

-...Espera...—La detuvo—...¿Quieres decir que esto ya ha pasado antes? —Enarcó una de sus gruesas cejas.

Kiara asintió lentamente.

-...Nunca había llegado tan lejos, pero si habían pasado cosas similares...—Jugó con un mechón de su cabello—...Chicos o chicas, él los traía a casa y trataba...de obligarlos a que lo quisieran.

-...Perdón, pero no entiendo...—Murmuró confundido.

-...Cuando Ryota tenía dos años, mamá dejó la casa y se fué con otro hombre...—Elevó su mirada al techo, como si fuese interesante—...Papá...él se deprimió y tomó a toda mujer que se le atravesara en el camino, la traía a casa y decía que sería nuestra nueva mamá...—Suspiró e hizo una mueca—...Ninguna se quedó con nosotros. Siempre se iban.

-...Bueno, creo que era algo obvio...—Murmuró, no queriendo decir algo inapropiado—...Pero, ¿Ryota...?

-...Tratábamos de mantenerlo lejos cuando papá llegaba, pero las veces que no lo logramos, lo vió todo, y empezó a verse afectado...—Apretó su mandívula antes de seguir—...Comenzó a hacerse amigo de mujeres mayores y las llevaba a casa en donde papá esperaba...—Volvió su vista hacia él—...Un día...un vecino llegó a...Bueno, a avisarnos que se había mudado al vecindario.

-...La falta de madre lo hizo...—Pensó un poco—...Espera un minuto ¿Qué tiene que ver el vecino co- ?

-...Mamá...—Lo detuvo; el pelinegro le miró confundido—...Aquel hombre se convirtió en nuestra mamá después de un tiempo...—Sobó su nuca con algo de fuerza—...Luego...empezó...Ryota comenzó con esto...—Le vió con cierta tristeza—...Primero fué su mejor amigo...