Boceto de amigos supervivientes (3/3)

42 2 3
                                    

«There is no heart,
there is no fear,
we all just cry
the same old tear

Don't look to me,
I do not lead,
I'm just in front
and they're all following »

Dr. Death Defying

El silencio de la furgoneta resultaba casi antinatural.

Después de tantos años, subir al coche y toda la rutina que implicaba (cargar la silla, ajustar los espejos, asientos, quitar el freno de mano, encender el motor...) se le había hecho tan automático como respirar (aunque hiciera ya tanto tiempo que no pudiera conducir), pero nunca había presenciado un silencio tan reverencial en el interior de un vehículo.

Cola conducía con la mirada fija en algún punto en el horizonte, en completa quietud. Ni siquiera el zumbido del motor o el rugido del viento parecían perturbar el silencio, y Defying, desde luego, tampoco se atrevía a ello. Ya estaba demasiado viejo como para molestar a jóvenes taciturnos, y ya había pasado demasiados años de su vida lidiando con jóvenes inconformes.

Cherri Cola. Dr. Death Defying. Tras la guerra, los demás Killjoys habían retomado sus nombres mundanos. Pero ellos no. Cola por criterios artísticos, o quién sabe por qué demonios, y él... porque tras casi treinta años (más de media vida) siendo Defying, no recordaba apenas cómo era ser Steve, y, tal vez, no quería recordarlo. Porque Steve tenía amigos, sueños, una vida, un lugar al que volver, vitalidad adolescente, y a él, hacía tiempo que no le quedaban esas cosas.

La enorme araña de piedra rompía la uniformidad del desierto como una mancha de tinta sobre una superficie en blanco. Tras ella, a lo lejos, las luces de Battery City parpadeaban al crepúsculo, burlonas en el recuerdo del hogar perdido que, aun liberado veinticinco años más tarde, ya nunca sería el mismo, y quedaba muy lejos de la ciudad rota que le había visto crecer, por la que había gritado, cantado, luchado, sangrado y perdido.

Era una nueva Battery City, pero ya nunca sería su Battery City. Así que no tendría sentido volver.

En las viejas historias, nadie hablaba nunca de la soledad amarga de los viejos mentores cuando acaba la batalla.

El nombre de Show Pony estaba grabado más bien abajo del monumento, en el centro de la cabeza de la araña. Lo habían hecho bastante grande en comparación con otros, porque decían que había muerto como una heroína, salvándole la vida a Poison y devolviéndole sus recuerdos y todo eso. Qué tontería. Pony nunca había querido ser una heroína, sólo quería huir de la guerra, encontrar una familia. Y había muerto estúpidamente... porque él la había echado de su lado.

Además, ¿a eso se reducía toda una vida? ¿A una muerte noble? ¿Y qué había de todos los otros Killjoys que habían luchado por la liberación de Battery City y simplemente habían caído en batalla, sin dar su vida por ningún líder? ¿No eran ellos héroes? ¿Y qué había de Jimmy, que tras toda una vida de rebeldía, había muerto absurdamente? ¿O de Kitty, que tras incontables batallas, no había podido seguir? ¿O de Lynz, que tras diez años de lucha, quién sabe qué había sido de ella? ¿No eran ellos héroes? ¿Y los vivos que tanto habían luchado? ¿Es que la única forma de conseguir la inmortalidad en la memoria colectiva era la muerte abrupta?

-¿D? –de nuevo, fue la voz de Cola, su tacto firme sobre su hombro, lo que le devolvió a la realidad- ¿Estás... bien?

No, no lo estaba. Hacía mucho que Pony se había ido, pero eso no lo hacía más fácil. La añoraba, añoraba sus reproches y sus risas, sus conversaciones y sus gritos, sus cuidados y sus enfados. Añoraba a esa muchacha que se había quedado a su lado para evitar la guerra, que tanta amistad le había entregado, que, en realidad, le había mentido todo el tiempo. Añoraba a la mujer a la que él había mandado a la muerte. La mujer a la que perdonaría todas sus mentiras, con tal de verla sonreír una vez más.

Danger Days: Tales from the ZonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora