Lo que ha sido de nosotros

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(Advertencia: este capítulo está pensado para el día de hoy. Abstenerse si no queréis llorar.

Feliz 22 de marzo, Killjoys)

«Hang on to your hopes, my friend,
that's an easy thing to say,
but if your hope should pass away
simply pretend
that you can build them again»

Ray

Antes, nunca le había gustado pasear por la ciudad, no realmente. Le deprimían las calles blancas, plagadas de anuncios, el aire acondicionado que las volvía asfixiantes, los robots y los sintecho tirados en las esquinas de los callejones, el blanco, el plástico, las patrullas de dracs. El silencio.

Aunque tenía que reconocer que, desde que BL/Ind ya no estaba, le había cogido un auténtico gusto a caminar, y adoraba en lo que se había convertido Battery City.

Las calles ya no eran blancas, los comercios y los anuncios de neón las llenaban de colores; a veces, incluso se encontraba algún grafiti algo osado, y entonces tenía que contener las ganas de acusar a Gerard de haberlo pintado él y recordarse que ya no eran los únicos que se dedicaban a eso que otros llamaban "vandalismo". De hecho, estaba convencido de que su grafiti favorito, un enorme mural que representaba un atardecer en el desierto y que entremezclaba en el viento y la arena los nombres de todos los Killjoys que en algún momento se habían rebelado contra BL/Ind, lo habían pintado a escondidas Zoe y Gee con la ayuda de varios vecinos del barrio. Pero nunca conseguiría hacerles confesar.

Sí, le gustaban los grafitis, y las tiendas vendiendo más cosas que pastillas y químicos enlatados, y la ausencia de máquinas expendedoras y patrullas de dracs, y los comedores sociales (para humanos y androides), y las telepantallas rotas que hacía años que ya no retransmitían anuncios, y la gente vestida de más colores aparte de blanco y gris y paseando a la hora que quisieran. Incluso el aire parecía un poco más fresco, y el sol quemaba un poco menos. Así que le gustaba pasear, y por eso no le disgustaba que la enorme casa que se había comprado en el centro (no había sido capaz de volver a aquella en la que vivió con su hermano; sin él, estaba demasiado vacía) y en la que solían celebrarse todas las fiestas Killjoy en la ciudad, quedase un poco lejos de su habitual lugar de trabajo.

Normalmente, solía ir despacio, disfrutando de aquella nueva Batt City que tanto adoraba, tan distinta a la que había conocido, pero ese día tenía un poco de prisa. Se había pasado casi un cuarto de hora buscando el repuesto de la cuerda que se le había roto, así que ahora iba tarde, y encima no había cambiado la cuerda. La guitarra le pesaba, el pelo se le metía constantemente en los ojos, y empezaba a perder el aliento. No recordaba haberse cansado tanto corriendo en todos sus años de Killjoy. En vaya birria de adulto funcional se estaba convirtiendo.

O quizá fuera la falta de práctica en eso de salir corriendo mientras alguien te dispara por la espalda.

-¡Llegas tarde! -gruñó Arthur en cuanto le vio entrar por la puerta del bar, jadeante y despeinado- Esto lleva lleno un buen rato, y Frank y Gee se han quedado ya sin excusas para entretener a la gente. ¿Dónde estabas?

-Perdona -logró decir, entre jadeos- . He tenido lío antes de salir. Soy un desastre.

-Dime algo que no sepa, Toro -Arthur parecía intentar seguir enfadado, pero no le estaba yendo muy bien, y podía verle ahogar una sonrisa debajo de su mueca gruñona- . Y ahora, largo al escenario, antes de que me hagas perder más dinero.

Danger Days: Tales from the ZonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora