Hemos sido el enemigo

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(Petición (muy antigua) de MilagroEstrada

Prueba de que cumplo con lo que pedís, aunque sea mucho tiempo después)

«Don't leave me here, where my fears
consume my thoughts, of what was
and what could have been, it's a sin
that I threw it all away »

Gerard

Disparos. Blanco. Láseres. Gritos. Sudor. Sangre. Muerte. Frío. Dolor. Rabia. Sangre, sangre manando de su estómago, de su pierna, de un cuerpo inerte en el suelo. Sangre, lágrimas, más sangre. Horror. Muerte.

Despertó empapado en sudor, con el corazón palpitando a tal velocidad que parecía querer correr hasta agotarse y después, pararse de golpe.

Frank no estaba a su lado, y el peso de la cama vacía terminó por arrancarle las lágrimas. Las pesadillas atacaban con rabia, y necesitaba los brazos de Frank para calmarlas, para espantar de su pecho la culpa y el miedo por los actos pasados. Necesitaba sus besos para llevarse el blanco, sus caricias para olvidar los comandos de su cabeza. Pero Frank no estaba, y las pesadillas le cerraban la garganta y le impedían respirar.

La culpa le llegó a los ojos, y le arrancó las lágrimas, que brotaron acompañadas de sollozos. Abrazó la almohada con fuerza, y la mordió para ahogar su llanto y evitar despertar a Girl, justo antes de recordar que Girl tampoco estaba en casa.

Se permitió entonces sollozar en voz alta, gritar, dejar que la expresión física se llevase su culpa y su dolor, y lloró, lloró hasta que se le quebraron las cuerdas vocales y se le secaron las lágrimas en los ojos.

Entonces los cerró, y se le dibujaron tras los párpados las máscaras blancas, los colmillos, los láseres, la arena, los coches, el grito de una amiga muerta, la rabia en un rostro polvoriento, la certeza de que iba a morir por la mano conocida, el miedo, la muerte encarnada en una mujer rubia con expresión asesina.

Había matado a Cherry. Había estado a merced de Hush, que había querido matarle. Había olvidado todo, había olvidado a su hermano, a sus amigos, a Frank, a Girl, a sí mismo. Había dejado a Pony morir por él. No había luchado cuando le habían necesitado, no había sido el líder que se suponía que iba a ser.

Toda su fama estaba construida sobre una mentira.

Un pitido estridente interrumpió sus pensamientos de autocompasión. Le costó unos instantes reconocerlo: era su vieja pulsera comunicadora amarilla. Hacía como milenios que no la usaba, pero siempre la había mantenido en el cajón de la mesilla de noche. Con manos torpes, rebuscó hasta dar con ella, y cogió la llamada.

El rostro de su hermano apareció ante sus ojos. Tenía unas ojeras que le llegaban casi a los labios, el cabello revuelto, el ceño fruncido, y lo que parecían lágrimas brillando en los rabillos de los ojos.

Claro. Nadie sino Mikey (y quizá, Frank, y eso le provocó un aguijonazo de dolor, porque Frank no estaba allí) le llamaría a las tres de la mañana usando aquel viejo transmisor.

-Mikes –y trató de que su voz no sonara muy rota, porque su hermano sí que parecía roto, y no quería preocuparle más- . ¿Qué ocurre? ¿Hay algo mal?

«He... he tenido una pesadilla» Ah, había cosas que nunca cambiaban. Como cuando Mikey era un mocoso que corría a esconderse entre sus sábanas cuando tenía un mal sueño, aquello nunca cambiaría. «Necesitaba... hablar con alguien»

Danger Days: Tales from the ZonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora