CUATRO VIDAS, UN DESEO

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"Un amor apasionado debería definirse... como la acción disruptiva de una afectividad, que inclinada con ardor y vehemencia hacia un sujeto, limita el discernimiento inteligente del individuo."
-Yako Román Adissi

LA SANGRE corría por sus venas, y se concentraba donde él menos quería. Sin embargo, Gabriel daba todo de sí mismo para poner su completa atención a la profesora. No era la primera vez que le sucedía una situación similar, de hecho, le ocurría cada vez que era víctima del estrés universitario. Pero esta vez el estrés no era solo a causa de la universidad, sino que muchas cosas como la familia, el trabajo, y el amor, comenzaban a acumularse. Se acumulaban justo como lo hacía la sangre en su pene completamente erecto en ese preciso instante. Y mientras más empeño ponía en olvidar y regresar su pene a un estado flácido, éste se ponía más duro. Era como si su amigo entre las piernas tuviera mente propia y le estuviera jugando sucio.

Por suerte, el teléfono de su profesora de historia del arte no paraba de sonar, y funcionaba como una distracción para él y todos los estudiantes presentes.

- Lo siento mucho, chicos. - Dijo la profesora mientras ponía el teléfono móvil en modo de vibración. - Esta es la última vez que vuelve a suceder. Siempre olvido silenciarlo - Siguió apenada.

La profesora Laura Bueso, encargada del curso de Historia del Arte, era una apasionada de las artes en general, y una de las mejores profesoras de la institución. O al menos eso era lo que pensaba Gabriel, que aún continuaba con su miembro duro.

- ¿Quién es, profe? ¿Es el nuevo novio? - Comenzó con un tono sarcástico uno de los estudiantes mientras los demás reían. - Imagino que los pretendientes le llueven.

La profesora comenzó a reír un poco nerviosa. No sabía si contestar o seguir con la discusión del tema. De todos modos, tampoco entendió el tono del comentario, así que continuó con la clase.

- Como les iba diciendo... - Continuó la profesora señalando con un láser las imágenes proyectadas en la pizarra. - La nueva objetividad lo que buscaba era la pureza fotográfica, el detalle y la precisión. Su foco principal fue en Alemania, y los autores tenían una obsesión por catalogar lo capturado en imágenes.

- ¿A qué se refiere con catalogar? - Interrumpió el mismo chico nuevamente. - ¿Se refiere a lo que hacía Ansel Adams con el sistema de zonas de blanco a negro? - Quiso parecer brillante, aunque su análisis no tenía ni chispa de coherencia.

Gabriel lo miró, y supo en ese mismo instante que la pregunta estúpida de su compañero iba disfrazada de algun mal chiste, aprovechando la ingenuidad de la profesora.

- No exactamente. - Corrigió la que llevaba el mando en el salón. - Cuando digo catalogar, me refiero a añadir un nombre científico. Se podía hacer con objetos o con naturaleza muerta, como pueden ver en las fotos. - Decía mientras señalaba la pizarra con ilustraciones proyectadas. - Un ejemplo más sencillo es el trabajo de Richard Avedon. Este hombre retrataba la gente marginada, y las sacaba de contexto. Los vestía o los hacía parecer que realizaban algún tipo de profesión. En este caso, los catálogos serían por estatus social u oficio.

- Ya entiendo. - Interrumpió el joven. - Así que un buen ejemplo sería que entre todas las profesoras de arte de esta universidad, yo la catalogo a usted como la más hermosa.

La profesora frunció el ceño a manera de confusión. No sabía qué línea estaba intentando tocar el estudiante, pero definitivamente no era una buena.

- Eso no es catalogar. Es solo una opinión, debo decir. Una muy fuera de lugar.

- ¿Y si la catalogo entre las diez profesoras más sexys de la uni? ¿Eso aplica? - Volvió esta vez con una sonrisa pícara.

Fuego ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora