Capítulo 22

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La transpiración helada corría a lo largo de mi cara, a la vez que la desesperación y la angustia se adueñaban de mi frágil cuerpo. Podía sentir al mismo tiempo como las lágrimas se hacían parte del panorama. Corrí el más rápido que pude hacia el baño, para de una vez poder inundar mi cara en el agua fría, para así poder calmar un poco mis nervios. Mi mente daba vueltas y me costaba asociar que tan cagada esta mi vida. ¿Cómo es que de un día al otro cambiaron tanto las cosas en mi vida? Para una persona que no formara parte de la situación podrá pensar que esto no es real y que tan solo es parte de una serie de televisión o hasta quizás un libro de tragedia y misterio.

Ya perdí la cuenta de cuando tiempo exacto llevo escuchando música y pensando en mi vida. Cada canción hacia que me confundiera más, que no supiera que camino tomar y peor aún que pensar. Cada una contaba una historia diferente, con diferentes emociones y sentimientos. Y sólo hacían de mi mente un desastre.

Las gotas de lluvia se hacían parte del paisaje, llenando así la ventana del auto con ellas. El ambiente era triste, y no solo por la lluvia y las nubes negras si no que al mismo tiempo en la atmosfera se sentía el pesar de la tristeza.

Oía a los lejos el llanto de una mujer, con desesperación y angustia. Todo pasaba muy rápido y no me daba el tiempo de asimilar lo que estaba ocurriendo, en este momento y con mi vida. Podía divisar un hombre acercando unas maletas pequeñas y rosadas al auto. La desesperación crecía y con eso mis ganas de huir del jodido auto, traté y traté de poder abrir la puerta y fue ahí cuando me percate del porte de mis manos; eran diminutas, como las de un niño de nos más de dos años. Esto es un sueño, no es real y si es real esto pasó hace muchos años y es mi vida.

Los gritos se volvían más audibles y entonces pude reconocer las voz del cual provenían, mi madre. Y no eran solamente gritos, si no que al mismo tiempo lloraba. Un hombre alto apareció a sus espaldas y la abrazó, se acercó a su oído para decirle algo que sólo ella pudiera escuchar. Sea lo que sea lo que le haya dicho no fue de gran ayuda, porque la desesperación seguía en aquella mujer. El hombre se subió al auto en el asiento del conductor, pero aun así no pude distinguir la cara del desconocido. En ese momento la mujer perdió la calma, comenzó a gritar mucho más fuerte que antes y pude entender sus palabras. Ella decía; Te amo, hijita, este no será un adiós si no que un hasta pronto, te amo.

Algo en mi me hacía suponer que jamás volvería a ver a mi mamá. Pero lo raro es que no lo suponía como la adolecente que hoy soy, sino que, como la niña que vivió ese momento y que al fin y al cabo soy yo esa pequeña, maldecida con mi destino; camino de mentiras y recuerdos tristes.

De algo podía estar segura ya, es que nunca más volveré a sufrir como la niña que fui. Nunca más volveré a ser engañada. Nunca más volveré a vivir en una mentira. Nunca más volveré a querer a quien me lastima. Y más que nada, nunca más dejare que la verdad este frente a mis ojos y no quiera abrirlos por causa del miedo.

Siete Secretos De Un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora