Capitulo 3

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A la vez que aterrizabamos alguien apareció en los restos de una casa destruida. El que comandaba a las tropas traía las mismas ropas que Alicia en el cuento pero.

- Que suerte al fin te encontré Re~i~na.

Era un hombre.

¡¿Quéeeeeeee?!

A pesar de mi sorpresa, Quentin y los suyos le miraban sin extrañarse.

- ¡Su Majestad! ¡¿Qué haces aquí?!.

- La traje hasta aquí, ya lo sabes duque, solo la Reina puede vencer a Alicia.

- ¡La derrotaré sin la ayuda de su Majestad! - tras decir eso, arremetió contra Alicia.

El sonido de las espadas entrechocando resonó con fuerza por todas partes.

- ¡Quentin! - Henry trato de evitar que me acercará, blandiendo su espada, me escondió tras su cuerpo para protegerme.

- Su Majestad, si puede vencer a Alicia hazlo rápido por favor. Siempre ha hecho cosas extrañas desde que éramos niños, hasta daría su vida para protegerte - aunque digas eso. Apreté la llave con fuerza.

Ni siquiera se como vencerle.

- ¡Aarggg! ¡Que alguien nos ayude! ¡No paran de aparecer deformados! - casi me mareé por el olor a sangre y árboles quemados entre los gritos y aullidos.

- ¡JA-JA-JA! ¡Vamos, diviertanme!.

- ¡Aahh! - pero si hay algo que pueda hacer, debo intentarlo, blandí la llave y respire hondo.

¡Por favor, salvalos a todos!. Cuando formule mi deseo, una suave luz brotó de la punta de la llave y me envolvió.

¿Qué es esto? Es cálido. Es como si el poder surgiera de todo mi cuerpo, desde lo mas profundo de mi mente, las antiguas palabras aparecieron.

- Ordeno bajo el antiguo contrato y en nombre de la Reina, ¡que el corrector Alicia ejecute el contrato inmediatamente y desaparezca de mi mundo! ¡Cerrar la transcripción! - la luz fluyó desde la llave y atacó a Alicia como un arcoiris.

- ¡¿Aaa-aa-aah?! - la luz era tan brillante que apenas podía abrir los ojos.

- ¡Su Majestad! - con la voz de Quentin la escena se volvió completamente blanca lenta, gradualmente y se apagó.

- ¿Qué- qué le ha pasado a Alicia? - abrí los ojos después de un rato.

No solo Alicia, si no que los retorcidos habían desaparecido.

- ¡Alucinante!, después de todo eres la reina, me sorprendió que tuvieras tanto poder - Henry me miraba fijamente como si no pudiera creer lo que había visto y entonces se arrodilló a mi lado como volviendo en si - Su Majestad, la Reina, por favor sigue guiándonos de ahora en adelante, a cambio permaneceré a tu lado.

- Qué.... no, por favor, levanta la cabeza.

- No importa - dijo en voz tan baja que solo lo oí yo - Cuida de Quentin Reina, yo ahora estoy bien. A partir de ahora permaneceré en mi puesto, ahora entiendo tus sentimientos.

- ¿Henry? - "no importa", ¿qué quiere decir?.

Puede que algo pasara entre la verdadera Reina y Henry. Pero al ver su expresión aliviada no pude indagar nada más.

- ¡Sabia que podías hacerlo, Majestad!- Quentin enfundó su espada en su cadera y se arrodilló ante mi - Pero de ahora en adelante me gustaría que no salieras sola - dijo con firmeza y voz fuerte.

Pude ver algo de enfado en sus ojos.

- Vale, lo siento - baje la mirada en silencio.

Realmente estuvo mal romper la promesa y abandonar la torre, pero fue porque Cheshire me dijo que solo yo podria hacerlo. De hecho ayude.

Sin sentirme nada aliviada, salude a los soldados que vitoreban con emoción.

~~°~~

- ¡Oh, querida! Que le has hecho a mi vestido.

Al día siguiente Seófiras, el sastre real, me echo la bronca en el vestidor. Fue porque el vestido se había manchado durante la batalla contra Alicia.

- Me gustaría que pensaras en el esfuerzo de las costureras.

- Vale - bajando la cabeza, me despedí de Seófiras.

Pensé que lo había intentado. Desde ayer me han regañado muchas veces.

Justo cuando iba a volver a mi habitación deprimida.

- ¡Ah, su Majestad!

- ¿Henry? - por alguna razón Henry me esperaba fuera del vestidor.

- La cosa es que he venido a pedirte un favor, Majestad. Ayer Quentin te regaño, ¿verdad?. Ha estado triste por ello desde esta mañana.

- No puede ser - no me imagino a Quentin triste.

Lo que es mas, yo era la que estaba deprimida.

- Como sea, ven conmigo por favor - Henry comenzó a caminar sin esperar mi respuesta.

¿Qué? Espera... oh, vaya. Decidí seguirlo dubitativa.

- Esta habitación - tan pronto como Henry llego ante una habitación, abrió levemente la puerta.

Mire al interior, aturdida. Ahí estaba, trabajando en un gran escritorio enterrado de papeles.

- Son muchos, ¿lo hace todos los días?.

- Aja, aunque en realidad se supone que es el trabajo de su Majestad, ¿eh?.

- ¿Mio? Pero si nadie me ha dicho nada.

- Lo hace por ti, es suficiente con que participes en los asuntos públicos y él se encargara de las otras tareas más problemáticas, tal y como dijo.

Recuerdo que me dijo que si no quería hacer mi trabajo no tenia por qué. Mientras me vestía él hacia todo ese trabajo. Me empece a sentir culpable.

- Bueno, normalmente es fácil para él, pero mira... -  animada por Henry, mire a Quentin.

- Supongo que no puede concentrarse en ello, ¿no? - había estado mirando al infinito un buen rato y a veces dejaba escapar un pequeño suspiro.

- Ya vez, esta deprimido porque piensa que su Majestad podría odiarlo - no noto la diferencia, ¿esa es su cara de tristeza? - Como sea, ahora que lo sabes ve y habla con él, te lo encargo.

- ¿Qué? ¡Oh! - me empujo con fuerza y entre a la habitación prácticamente tropezando conmigo misma.

Henry cerro la puerta repentinamente. ¡Oh, no!

- ¿Su Majestad? ¿Por qué estas aquí?

- Bueno, estaba preocupada por ti.

- ¿Por mi? - los ojos de Quenitn se abrieron con sorpresa.

Continuará...

Alicia Inversa: La reina de las maravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora