ocho

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Yang Jeongin se despertó en una cama que no era la de su habitación, pero se parecía mucho. Frotó sus ojos con los puños de su remera y se levantó. El olor a café mañanero inundaba aquél pequeño "departamento". Se asomó por la puerta de la habitación, y vio a su Hyung. 

—Buenos días, Jinnie —dijo Jeongin tímidamente.

— ¿Cómo dormiste?— preguntó el mayor— ¿Te gusta el café? iba a llevarte a la cama— dio media vuelta y le sonrió al pequeño —, pero te me adelantaste.

Yang se acercó a él y le dio un tierno beso en los labios, provocando un leve sonrojo en las mejillas de Hwang. Jeongin abrazó a su Hyung y escondió su cara en el hueco del cuello del contrario, aspirando lentamente el perfume de su piel, sintiendo aquella suavidad tan confortante.

— ¿Que pasa, Nini?— preguntó Hyunjin extrañado.

—Solo estoy abrazandote—comentó el castaño—Me gusta abrazarte.

Hwang se derritió ante aquél comentario. Ese chico era tan tierno y lindo sin siquiera notarlo. Dejó varios besos en su cabeza, como lo hace un padre antes de irse a trabajar.

—¿Desayunamos? así mas tarde podemos salír a algún lado.

Finalmente, Yang soltó a Hyunjin y le regaló una sonrisa.

—¿Y a dónde te gustaría ir?— preguntó sentándose en la pequeña mesa.

—Quizás podemos ir a caminar, o recorreremos el centro— dijo el mayor a la vez que dejaba dos tazas de café y un paquete de galletitas.

—Sí, me gusta— fue lo último que Jeongin dijo, y comenzó a llenar sus mejillitas, robándole risas a su mayor.

—¿Por qué guardas la comida en tus mejillas?— preguntó entre risas.

Ambos rieron y se dedicaron plenamente a comer. Casualmente, se daban alguna que otra sonrisita, la cual intentaban cubrir con sus tazas.

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Salieron a las cuatro de la tarde. El sol estaba hermoso, y no habia ni una sola nube en el cielo. Los niños correteaban por las veredas de Roma y las madres con carritos de bebés iban y venían con las bolsas de las compras. Parecían una escena sacada de una película.

Hwang le pidió a Jeongin que fueran a una cafetería, pues el sentía que estar en el pasto era incómodo; y haciendo un puchero, Yang le concedió su deseo.

Se sentaron enfrentados, al lado de un ventanal enorme, que dejaba entrar todos los rayos de luz solar que Jeongin tanto deseaba. Cuando vivía en Seúl, llovía mucho por lo que los dias soleados eran muy pocos y casi nunca podía disfrutarlos.

Pidieron un jugo de naranja para cada uno y media docena de facturas variadas. Aunque al principio Hyunjin dijo que era mucho, termino por comerse todo, incluso antes que el hambriento Yang terminara su segunda medialuna.

Siguieron caminando por las calles de Roma, que con el paso del tiempo, se hacían cada vez más oscuras. Jeongin se detenía en todas las inmobiliarias que cruzaban, tomando todas las revistas posibles, quería irse de aquél hotel lo antes posible. Y si podía llevarse consigo a Hyunjin, mejor.

De un momento a otro, a Yang se le ocurrió preguntar por la vida amorosa del mayor.

—¿Le dolió mucho haber dejado a Kim Seungmin, Hyunjin Hyung?

El otro lo miro incrédulo ¿de verdad iban a hablar de eso? que desastre.

—Si, y todavía duele— fijó sus ojos en Jeongin, quien lo miraba escuchandolo atentamente— Pero si terminó, supongo que fue por algo ¿no?

Roma  ❥ HyunIn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora