Capítulo 6

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Ciel

Zorra

Quién demonios se cree para poder llamarme "zorra".

Tara. Maldita estúpida. Que sea una zorra es su CULPA.

Mis zapatillas resonaban en el pasillo de camino al baño mientras yo me secaba las lágrimas de tristeza y coraje con la manga del suéter. La ira que me carcomía podía más que la tristeza y en un fallido intento por llegar antes y echarme a llorar, di un paso en falso y por mi estupidez casi me caído al suelo. Me tambalee e intentando recuperar el equilibrio y pare en seco.

Lágrimas y un dolor púnzate de mí tobillo.

- MIERDA- quite el tacón y lo avente al suelo enojada.

Ella tiene razón. Eres una zorra Ciel.

Me pegue lentamente en la pared que tenía más cerca y miré al techo. El mugroso techo de color blanco me hizo llorar mas y ya no sabía que me dolía mas, si las palabras de Tara o que mi tobillo estaba punzando muy feo.

<<Mira lo que eres ahora>>

Esa voz de conciencia trato de esforzare para hacerme entrar en razón, como otras tantas veces en donde estuve a nada de aventar todo por la borda y desaparecer del mundo que tanto empeño había aplicado. Regaños por las fiestas en mi casa, faltar a clases, separarme de mis "amigos". No podía simplemente mandar todo al carajo por un berrinche y palabras sin importancia. Ni que fuera un bolso en oferta.

- Basta... La gente cambia a diario- Motivación, eso era lo que faltaba. Me separé de la pared limpiando las pocas lágrimas que corrían por mi cara y volví a ponerme el zapato, al fin el dolor era tolerable. - Dejara de ver al pasado desde ahora, Ciel Allen, no te dejaba nada bueno ser nada.

Era la mentira más grande que me había dicho en la vida. Tenía muchas ventajas no ser nada, pero ya era muy tarde para recapacitar. Esto era irremediable y tenía que aprender a vivir con eso.

Aprender a vivir como la abeja reina, al menos lo que resta de la preparatoria.

- Edward....y si cuando vuelvas no soy la misma.

El me miró dudoso y me abrazó.

- No lo harás y si lo haces, yo te ayudaré a ser la misma- se despidió y corrió a su casa. Marchándose para no regresar.

Abrí al puerta del baño y programada me fui directo al espejo.

Mi reflejo en el espejo era absolutamente perfecto, no tenía ningún detalle que me hiciera sentir tan insegura y aparte de los ojos verde olivo hinchados, mi cara cansada y algo de rímel corrido, seguía perfecto. Parece que llorar nos quedaba bien a algunas personas. Que patético.

Tomé un mechón de cabello y lo pase detrás de mí oreja. Tan largo y a la vez tan estorboso, si quería hacerme un moño tenía que ocupar dos ligas y para teñirlo es una lata, un solo empaque de tinte no es suficiente, por eso siempre empezaba por las puntas... agh, hablando de tintes... las raíces del café claro debajo del rubio cobrizo ya empezaban a notarse, carajo. Voy a tener que ir al maldito centro comercial a comprar otro maldito tinte...

Escuché voces y entonces limpie la última lágrima restante en mi mejilla antes que pudieran entrar. La última vez que alguien me vio llorar en la escuela fue en tercer grado y por culpa de un balonazo.

Las voces se convirtieron en risas y al abrir la puerta vi la silueta de dos chicas entrando. Eran porristas, creo, y si la memoria no me fallaba, alguna vez vi a Allison hablando con ellas sobre la organización para el baile de invierno. Se supone que yo era quien se ofreció para organizarlo, pero Allison tenía mejores ideas que yo y le termine cediendo el puesto, momentáneamente.

Cuando vas a besarme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora