Alex.
Estaba nervioso. Kamila no sabía dónde se estaba metiendo. Ese chico es especialista en hacer bullying, y a pesar de que mi princesa sepa defenderse físicamente, emocionalmente está indefensa.
Ella caminó detrás de Bruno hacia la cancha de baloncesto y, detrás de ellos, el resto del alumnado. La castaña clavo sus ojitos avellanados sobre los míos y sonrió con inocencia. Le devolví una sonrisa forzada.
Si ese idiota llega a humillarla, juro por todo el amor que le tengo a mi princesa que lo mando al hospital.
— Muy bien, preciosa — apreté la mandíbula al escuchar como le dijo — ¿Sabes jugar?.
— Sí — respondió, me miró y me guiñó un ojo. Algo se trae entre manos.
— Muy bien — dijo poco convencido —. Te la pondré fácil. Será un juego normal pero para ganar solo debes encestar tres canastas. ¿Lista? — asintió.
Bruno comenzó a rebotar el balón. Kamila lo observaba con atención y, en un ágil movimiento, se lo arrebató. Los silbidos y gritos que se escuchaban se vieron tragados por un silencio abrumador. La cara del gilipollas era todo un poema. La castaña rebotó el balón contra el piso de la cancha; Bruno trataba de quitárselo, pero Kamila era más rápida y lo esquivaba.
Tomó impulso y encestó. La primera canasta fue de ella. La multitud dió un grito de asombro.
— ¡Wuujuuu! ¡Eso es, Kams! — gritó Becky presa de la emoción.
— Fue un golpe de suerte — dijo el chico con aires de grandeza.
Él comenzó a rebotar el balón, y Kamila volvió a quitárselo. Pasó el balón bajo sus piernas, se lo pasaba por detrás y evadía al mastodonte con la astucia de un gato. Se estaba luciendo. Hizo un doble paso perfecto y metió el balón limpiamente en el aro.
— ¿Esto te parece suerte? — preguntó mi princesa en un tono burlesco. Bruno gruñó como un lobo a punto de atacar.
La chica había atajado la pelota al vuelo. El idiota corrió hacia ella, quien lo esquivó y volvió a encestar. Ya había ganado. El alumnado se quedó mudo por un breve tiempo para luego estallar en gritos y vítores. Kamila dirigió su mirada a mí y volvió a hacerme un guiño. Sonreí aliviado.
El par de teñidas se acercaron a pasos firmes hasta la oji avellana. Clarisse se plantó frente a ella y le propinó una bofetada; la sangre corrió con ferocidad por mis venas. La agredió. La castaña levantó la vista lentamente, y al verla, le dió un fuerte golpe en la mandíbula a mi ex, haciendo que saliera disparada unos cuantos metros y que cayera al suelo de forma brusca.
Sonreí con satisfacción.
— ¡¿Pero qué te sucede?! — gritó Lisbeth furiosa.
Levantó la mano para golpearla, pero Kamila detuvo el golpe y le torció la muñeca. Lisbeth dió un grito de dolor y calló al suelo lloriqueando.
— No me gusta que me griten — espetó Kamila indiferente.
— ¡¿Qué está pasando aquí?! — preguntó el director aproximándose a la cancha y la mayoría huyó del lugar, dejándo solamente a las heridas, Bruno, Kamila, su nueva amiga, Becky y a mí en la escena del crimen —. Ustedes dos — dijo refiriéndose a las teñidas —, vayan a la enfermería. Y el resto — nos señaló — se viene conmigo.
Resultó que Lisbeth tenía fractura de muñeca y Clarisse tenía la mandíbula rota y un esguince en el cuello. No saben lo feliz que me puse al enterarme. A Kamila no se le otorgó castigo alguno, nos habíamos encargado de aclarar y narrar los acontecimientos al señor Kanif.
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Krístals: El fin de la maldición [A.C. II]
Science FictionA veces pensamos que nuestra misera existencia es destrucción, y probablemente sea cierto. Te quedas y dañas. Te vas y hieres. Pero, ¿Qué pasaría si hubiera una manera en la que dejaras de serlo? ¿Serias feliz? ¿Los demás serian felices? O ¿Te detru...