La lluvia caía a la par que mis lágrimas sobre el hombro de Becks, quien me sobaba la espalda y susurraba palabras tranquilizadoras, pero aun así no pude calmar el tsunami en mi interior. Respiré profundo y me separé, no quiero que me sigan teniendo lástima.
Miré a mi alrededor y me fijé en que ya todo había acabado, no quedaba nadie contra quien pelear.
Mis ojos se posicionaron en el cuerpo del castaño, el cual era abrazado por el inglés. Mi corazón se detuvo, sentí como volvía a sumergirme en recuerdos, pero decidí acabar con mi dolor. Me niego a perder a Alex.
— Trevor — lo llamé y apareció. Su semblante era inexpresivo, como de costumbre —, revive a Alex — le exigí.
— Yo no revivo muertos, yo genero muertos — respondió y jadeé, estaba perdiendo la poca esperanza que me quedaba. Becky me apretó el hombro en señal de apoyo.
— Entonces, ¿Qué podemos hacer? — mi voz se cortó — ¿No hay alguna forma en la que lo podamos salvar? — sentía que en algún momento me desplomaría en el suelo.
El soldado desapareció y di por entendido que el oji miel no volvería. Me quité las lágrimas con las manos, aunque no sirvió de nada; las gotitas saladas no paraban de caer.
Caminé dubitativa hasta el cuerpo del difunto, con cada paso que daba me sentía temblar. Finn lo volvió a dejar en el suelo y me arrodillé a su lado, sus labios estaban blancos y su piel pálida y fría. No lo soporté más y lo abracé.
— No, me niego a perderte. Por favor... vuelve a mí — murmuraba con un hilo de voz —. Despierta, abre tus ojitos. Dime que estás bien — dije un poco más alto, tratando de que me escuchara, pero sabía que nada de eso pasaría.
Le palpé las mejillas y ahogué un grito al ver como de su frente salía un poco de sangre. El agujero que había creado la bala me robó más de un sollozo, aunque mis lágrimas pasaron a segundo plano cuando Trevor apareció con una pera entre sus manos y me la tendió.
La pera de la vida y la muerte.
Las manos me temblaron, pero logré tomarla. Lo recosté sobre la grama y me senté a horcadas sobre él; me pasé el antebrazo por la frente, estaba sudando frío. Abrí su boca y contuve el aliento al ver su brillante dentadura. Puse la fruta entre sus dientes e hice que le diera un pequeño mordisco, dejé la pera a un lado de su cuerpo. El orificio en su cabeza comenzó a cerrarse, mi corazón brincó. La sangre despareció, sus mejillas comenzaron a adquirir color y sus labios retomaron ese rosado que tanto me llevaba al delirio.
Se removió un poco y volví a reventar en llanto cuando abrió sus ojos y poso su amielado mirar sobre mí. Se sentó y no dudé en abrazarlo. Lo apreté contra mí, negándome a separarme de él.
Escuché como Finn suspiraba aliviado y sobresaturaban a Alex con preguntas, pero ignoré a todos y me dediqué a sentir su corazón latiendo a un ritmo estable contra mi clavícula. Cuando el castaño rodeó mi cintura con uno de sus brazos dejé escapar un sollozo. Se levantó conmigo pegada como un koala y compartió unas cuantas palabras con los chicos. De repente, se volvió a sentar y quedé sentada sobre su regazo. Abrí mis ojos y me percaté de que estábamos en mi habitación. En mi cama.
Alex me acarició el cabello y pasó sus dedos con gentileza por mi médula espinal causándome escalofríos. Dejó un beso sobre mi mejilla y fue suficiente para hacerme derretir.
Suspiré.
El castaño me tomó de ambas mejillas con suavidad y me hizo mirarlo a los ojos, me besó robándose hasta la última gota de tristeza y me dejó desorientada.
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Krístals: El fin de la maldición [A.C. II]
Science FictionA veces pensamos que nuestra misera existencia es destrucción, y probablemente sea cierto. Te quedas y dañas. Te vas y hieres. Pero, ¿Qué pasaría si hubiera una manera en la que dejaras de serlo? ¿Serias feliz? ¿Los demás serian felices? O ¿Te detru...