Capítulo 25

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Alex se posicionó detrás de mí y me atrajo hacia su cuerpo, rodeó mi vientre con sus manos y me dió un gentil beso en el hombro. Me permití relajarme ante sus caricias y disfrutar del calor que emanaba su fornido cuerpo. Tracé sus manos con mis dedos, juguetona y dejé mi mente en blanco. Mis segundos de paz se vieron interrumpidos por el corte de comerciales, provocando que contuviera la respiración.

— Las autoridades encontraron en el cuarto de monitoreo a nuestro amado y respetado vigilante degollado. El computador había sido quemado y el pequeño incendio fue apagado, intuitivamente por el intenso hedor, con el agua del retrete.

《En la habitación especial en la que yacía la dichosa reliquia hallamos la puerta fuera del marco y la cápsula de cristal en donde reposaba el rollo dorado, rota; los fragmentos de esta estaban esparcidos por el suelo y la mesilla de mármol — decía el periodista mientras mostraban fotografías de todo. Mis nervios comenzaban a florecer de nuevo —. También en los pasillos hallamos a cuatro guardias muertos que realizaban su jornada.

《Esto no es lo único que sucedió esta madrugada en el museo —. Ay, Dios mío — cerca de la habitación especial, había una sala en donde se hallaba una gran celda con la reja fuera de su lugar.

—Lo más impresionante es que no se hallaron huellas dactilares ni ningún tipo de evidencia, indicio ni pista sobre nuestro ladrón asesino — sentí como el nudo en mi garganta comenzaba a hacerse cada vez más grande. Ladrón asesino, que buen nombre para catalogarme —. La policía terminó por creer que uno de los vigilantes fue quien robó la reliquia y se la entregó a alguien después de asesinar a los posibles testigos del crimen y posteriormente terminó por suicidarse. Aún se está indagando sobre ésta suposición.

《Estados Unidos, Europa y Asia han prestado su apoyo para resolver el caso — mierda —. Eso es todo por el día de hoy. Soy Mario Fernández y esto es: International News — finalizó el periodista y Lucas apagó la televisión.

— Wao, este caso sí que fue realmente fascinante — intervino Tom con los ojos en blanco.

— Nunca leí nada sobre ese tal rollo — comentó la azabache entornando los ojos —. ¿Y tú, Kams?.

— Tampoco, sé lo mismo que ustedes.

Le dí una mirada rápida a Amelia y me fui a mi habitación temblando de miedo. Kira me recibió igual de enérgica como siempre, pero yo no tenía ánimos de siquiera acariciarla. Me recosté de la pared y me dejé caer, abracé mis piernas y oculté mi rostro entre mis rodillas. Permití que mis lágrimas corrieran con libertad.

Joder, no quiero que me descubran. ¿Cómo me miraran los chicos? ¿Alex me dejará de amar? ¿Querrán entregarme a la policía? Dios, nada de eso puede pasar.

Tengo que ser fuerte. Tengo que ser valiente. Se supone que debo serlo. Entonces, ¿Por qué no lo soy? ¿Por qué soy tan débil?.

Me odio, me odio. ¡Me odio!

Sentí una leve vibración y en dos segundos desapareció. Coño.

Alex apareció de inmediato frente a mí y me rodeó con sus brazos.

— ¿Te encuentras bien? — negué. Acarició mi cabello con cariño, transmitiéndome calma y amor. Suspiré derrotada — ¿Qué sucedió? — gimoteé.

— Es que... temo que si te digo, dejarás de quererme. Ya no me mirarás de la misma forma en que lo haces y... — me dió un tierno beso en la coronilla y me callé.

— Ay Kamila — me miró con ternura y secó mis lágrimas —, puedes confiar en mí. Sea lo que sea, no sería capaz de alejarme de ti. Vamos, cuéntame; tu secreto está a salvo conmigo — expresó burlesco haciéndome reír un poco.

Krístals: El fin de la maldición [A.C. II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora