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NO TE ACERQUES

El dolor es primitivo; el dolor es primordial. Es adictivo, es engañoso.

El mismo puede adormecer los sentimientos, el corazón y el alma. Aviva sentimientos intensos y malvados que van floreciendo de apoco.


Me gustaría decir que los días siguientes pasaron un borrón indoloro, que no sentí nada como tiempos pasados. No fue así.

Cada día y cada minutos que transcurrían sentía mi piel ardiendo al simple roce del algodón, cada de vez que me movía o respiraba. Me encontré en un vértice de agonía, dolor e inconsciencia. Podía recordar ciertas voces junto a la puerta de esta habitación vacía pero en ninguna ocasión alguien entró aquí.

Pensé que tal vez traerían algún medicamento para el dolor, un ungüento frío para mi piel maltratada, no sucedió. Fue un proceso tan tortuoso que consideré que aquellas veces en el pasado fueron más suaves, menos agresivas y soportables. Por supuesto, todo se debía a que los sirvientes de parte de la abuela me daban una píldoras para el dolor — media hora antes—, que el infierno quemara mi espalda. Me preparaban para el después que seguía al cruzar el umbral de su puerta teniendo el cuerpo tan rígido que aguantaba la respiración porque dolía, respirar dolía.

Fue cuando pensamientos grumosos, oscurecidos y tristes me inundaron: ¿Lo que dolía era el maltrato que recibía o era la vida en general? ¿Si dolía cada respiración que tomaba... significaba que el no hacerlo no lo haría? ¿La vida se sentía un sufrimiento pero tal vez la muerte era la paz? Preguntas interminables e inconclusas que aparecían y se ocultaba con regularidad a medida que pasaba el tiempo y crecía.

Mi familia nunca lo supo... bueno, la parte importante de ella. No fue hasta una noche de improvisto que la abuela llegó antes de su viaje. Al parecer se enteró que me encontraba en su casa y como se acercaba mi cumpleaños número 12 quiso darme una sorpresa. Aunque la sorpresa fue para ella al verme casi inmóvil con la espalda llena de ronchas e inflamada por los latigazos. Por obvias razones no pude verlo pero debió ser una vista totalmente desagradable para que el rostro de ella palideciera. No tuve la fuerza para voltearme o mentir a favor de ese maldito anciano solo pude mirarla y, a ver como se rompía con culpa y remordimiento fue entonces cuando después de cuatro años sin hacerlo, lloré.

Al igual que en el presente, no lloré por el dolor sino por ella. El viejo tiene razón aunque lo destete; mi talón de Aquiles es y será Mia Gray. Es la única humanidad que me queda, el único freno sobre mí. Ha sido la única que me entiende, que no me crítica y no juzga mis palabras o acciones. Y cuando llegue el momento que ya no esté más... no sé que sucederá conmigo.

Pasé los siguientes días acostada de esta manera, mi alimentación ha sido descuidada por la incompetencia de los enfermeros que me trajeron aquí. No vinieron hasta después de tres días de dejarme aquí, fue una suerte que causa del mismo dolor me ha hecho dormir la mayor parte de esos días, difuminando mis necesidades. Con mucho esfuerzo pude usar el inodoro antes que volviera a esa inconsciencia que hacia sobrellevar el dolor.

Cuando aparecieron al menos ya podía colocarme en un posición sentada algo rígida, era lo de menos. Lo que necesitaba era poder alimentarme para una recuperación más rápida. Al siguiente me dieron los antibióticos que necesitaban, mordí la lengua evitando soltar un comentario ácido.

Mi Otro YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora