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Advertencia: Este capítulo contiene escenas sexuales +18. Léelo bajo tu responsabilidad.


PEQUEÑO DIABLO


Oh, ma-mamma mia, spit your love on me
I'm on my knees, and I can't wait to drink your rain
I'll keep it secret if you let me get a taste
Tell me your limit, and we'll cross the line again

—Måneskin





La luz del sol golpea mi rostro sacándome un gemido.

—Joder.

A pesar de mis esfuerzos me toma tiempo acostumbrarme a la iluminación natural con el dolor de cabeza que me azota el cráneo.

Maldita resaca.

Estiro mis miembros pesados y entumecidos antes de levantarme. El viento acaricia mi cuerpo desnudo dejando la piel gallina a su paso. Un sonido detrás de mí me hace consiente de mi entorno, girando sobre mi eje encuentro un cuerpo enredado entre mis sábanas; su cuerpo extendido y su rostro oculto por una almohada me dificulta distinguir su identidad. No es hasta que veo ese tatuaje de alas en la parte baja de su espalda que reconozco que se trata de Aurora.

Sin otra mirada camino a baño a junto a mi habitación para asearme y quitar todo rastro de la noche anterior.

El agua caliente cae sobre mí, relajando mis extremidades por completo. No tardo mucho dándome una ducha y enjuagar mi boca reseca después de tanto alcohol. Al tener mi cuerpo y cabello seco no me molesto en cubrir mi cuerpo al regresar a mi habitación. Tomo lo primero que encuentro en mi armario, holgado y cómodo. Escucho el movimiento en la cama y salgo tomando mi teléfono olvidado en el suelo junto a muchas prendas esparcidas por doquier.

Después de mandar un mensaje me concentro en la chica sobre mi cama.

Aurora.

—¿Ya te duchaste? Pensé que nos divertíamos un poco más esta mañana.

La observo de cerca.

—¿Acaso no te fue suficiente toda la noche? Ya obtuvimos lo que queríamos. Ganar-ganar.

Resopló.

—¿En serio, Sal? ¿Me vas a salir con eso?

—¿Tienes algo que decir que no sean quejas sin rumbo? —Es una pregunta retorcida, la verdad es no me interesa lo que tenga que decir.

Al ver tensar sus labios en una línea delgada, me da la señal qué necesito.

—Jesús. Sé como son las cosas contigo pero no veo la necesidad de ser una perra al respecto.

Ladeo mi cabeza, mirándola de soslayo.

—Anoche también lo fui y no te quejaste por ello. Entonces ¿Cómo es, Aurora? ¿Te quejas cuando no coges pero lo disfrutas cuando lo haces? —Arqueo una ceja—. No me culpes si te haces ilusiones conmigo. Sabes cómo es.

—Sal no puedo volver a casa ahora —ruega.

Inhalo aire a mis pulmones y ahogo el bostezo que me ataca.

—Nadie te está echando, Aurora. Tú misma lo estás suponiendo así. —aclaro. Mantengo los ojos entrecerrados por la luz del sol que no ayudan a mejorar mi resaca— Quédate a dormir un poco más si lo deseas, eres libre de darte una ducha y usar lo que quieras en el armario. Dentro de una hora la ama de llaves te traerá tu desayuno. Cuando consideres apropiado regresar a casa le dices a la ama de llaves, ella se encargará de todo. Claro, si por algún momento quieres irte por tu propio pie, es tu decisión.

—Oh, no es necesario que hagas tanto por mí.

No lo hago por ella pero lo que sea.

—Como quieras, es tu decisión. —Me encamino a la puerta. Al escuchar mi nombre miro por encima del hombro —. ¿Hmm?

—¿Seguro que no quieres aprovechar esa hora restante hasta que llegue tu sirvienta? —me ofrece una sonrisa sugerente.

Destellos de la noche anterior corren por mí subconsciente. Gemidos, besos húmedos, pezones fruncidos –sensibles y adoloridos–, nuestras intimidades tocándose sin ninguna valla entre ellas, uñas rozando mi espalda, orgasmo tras orgasmo hasta desfallecer en mi cama hasta altas horas de la madrugada.

Es un alivio que ésta casa tenga las paredes lo suficientes gruesas para tener privacidad.

Tampoco es que me importara del todo. Aun si las paredes fueran delgadas, nada me detendría de tener sexo en mi casa. Y si no les agrada, no debieron traerme en primer lugar. Su acción, su problema.

—No estoy interesada en repetir. —Dicho esto me voy de la habitación. Al salir me encuentro con Dafne, la ama de llaves —. ¿Mi desayuno está listo?

—Sí, señorita Gray. Su desayuno está servido junto a la piscina como ordenó por mensaje.

—Genial. —Agarro mis lentes de sol entre sus manos—. Quiero las sábanas cambiadas en el momento que se desocupe mi habitación.

—¿Quiere que eche a la joven, señorita Gray?

Ni me molesto en pensarlo.

—Nah. Deja que duerma o haga lo que quiera ahí dentro hasta que se harte. Llévale su desayuno dentro de una hora. —Me detengo entre los escalones—. ¿Dafne? No quiero que seas una pesada con ella, ¿estoy siendo clara?

—¿Cuál es la diferencia? Siempre trae la misma gente.

No se me escapa la repulsión en cómo lo dice.

—Creo que ya hemos tenido está conversación, Dafne. —Mis ojos se vuelven rejillas cuando la observo—. Tal vez lo hayas olvidado por mí ausencia, así que no temas que soy lo suficientemente amable  para recordarte nuestra última conversación. Claramente recuerdo haberte dicho: no me jodas.

La espalda de la señora se enderezó volviéndose rígida. Sus comisuras se crisparon demostrando su disgusto hacia mi persona. No podría importarme menos que nada. Ella podría tropezar frente a mi narices y yo sencillamente fingiría ceguera selectiva.

—Sólo haz tu trabajo, Dafne. —Uso las mismas palabras que suele usar papá cuando hablan con sus guardias y estos pierden de rumbo su lugar correspondiente.

No suelo ser así con la servidumbre. Soy respetuosa con la mayoría de aquí, sin embargo, no se discute de aquella minoría que saben cómo tocar mis ovarios y cruzar esa línea donde automáticamente se convierten en personas desagradables. Dafne pertenece en ese grupo. Por tal motivo hago que haga estos trabajos por mí. Despacha a todas mis aventuras, por supuesto, en mis términos.

Hablaba en serio cuando dije que no me interesaba lo que haría Aurora en mi habitación. Si quisiera podría tocarse en mi cama hasta mojar mis sábanas o cogerse una almohada si lo deseara, todo aquello caerá en el deber de Dafne. Toda mi recamara es un chiquero con olor a sexo, algo que en verdad disgusta a nuestra querida ama de llaves.Ella siendo una maniática de la limpieza sé que realizará un trabajo estupendo.

Lástima que se quedará ahí, esperando hasta que nuestra Aurora se vaya a casa.

Cruzar la puerta a el área de la piscina me hace consiente del cambio de temperatura del interior al exterior. Estando a mitad de pleno otoño comienza a notarse la bienvenida al invierno sin importar el sol de la mañana. A pesar de las súplicas de la sirvienta declino la chaqueta que me ofrece. Tomo asiento bajo el toldo con mi comida ya servida. El café que se encuentra tibio gracias al clima. En poco bocados termino todo y teniendo mi taza entre mis manos me voy caminando a los laterales de la piscina.

El sonido de un automóvil me hace mirar en esa dirección, a la entrada de la casa, soprendiéndome de encontrar a mi hermana junto a un hombre de cabello oscuro y alto. Hablan de manera íntima por su cercanía. Podría tener la misma edad o un poco más que mi hermana, probablemente. Es guapo con suficiente masa muscular para considerar, con sus anchos hombros.

¿Se tratará de Blaze? ¿Él es contacto de papá?

Con alguien así también aceptaría cualquier trato morboso del anciano y papá. Maddie al notar mi atención sobre ella, capto cómo se tensa visiblemente. Su nueva atención atrae del extraño hacia mí. Posiblemente me veo como una cotilla chismosa viéndolos sin ninguna vergüenza o hacer el intento de disimular. Con descaro alzo la mano y saludo a la pareja desde mi lugar con una sonrisa.

Mi hermana cohibida cubre su rostro antes de arrastrar al hombre a un punto dónde no puedo verlos. Dicha persona mantiene la mirada con la mía hasta perdernos entre los arbustos grandes.

Mmm. Interesante.

##

Dos semanas después.

—De nuevo, recuérdenme. ¿Por qué estamos yendo a esa fiesta? —Recuesto mi cuerpo en el asiento pasajero.

—¡Porque es una fiesta legendaria, Sal! —Expresa Astrid—. ¡Demonios! No puedes simplemente desaparecer así como así por unos meses sin hablarnos, reaparecer y no querer ir a una fiesta.

—Apoyo a esta chica —concuerda Kimberly tras el volante. Me mira por el espejo retrovisor —. Sin mencionar que no ha dicho nada sobre su estadía en París. Has estado discreta al respecto, Sal. ¿Qué hiciste? ¿Acaso obtuviste una ETS y te avergüenza decirlo?

—¿O fue un embarazo no deseado? —sugiere Astrid como el copiloto.

Resoplo una risa.

—Ustedes son un par de imbéciles, ¿lo sabían?

—Pero nos amas —dicen al unísono.

Se podría decir de esa manera. Por ello no cuestiono su afirmación preferiendo el silencio como respuesta. Cómo bien mencionaban estábamos rumbo a una fiesta, del anfitrión Lucas Johns. Líder del equipo de baloncesto de nuestra universidad. Por obvias razones, mi ausencia me retraso en este semestre, lo cual conllevó a aguantar regaño de mi madre y una mala mirada de mi padre. A este último casi termino clavándole un tenedor cuando actuaba como si no supiera dónde estuve en los últimos meses.

Últimamente he mantenido mi temperamento nivelado y frío. Mantengo mi boca cerrada –un acto desgarrador en realizarlo–, para seguir en la búsqueda de mi abuela. También mantuve un perfil bajo, sin ningún amante desde Aurora. A pesar de mis intentos en quedar en la oscuridad antes de volver a mi vida por completo, debí suponer que Astrid y Kimberly se enterarían de mi regreso pronto y vendrían con su explosiva personalidad a irrumpir de nuevo a mi vida.

No solo hicieron eso sino que irrumpieron a mi habitación, con sus grandes sonrisas y demasiadas bolsas de compras entre sus manos anunciando que iríamos a una fiesta, no pude negarme. En serio, no pude hacerlo. No les tomó mucho llevarme a la ducha, vestirme y realizar mi maquillaje. No tuve la fuerza de voluntad para echarlas de mi casa y ahora estoy pagando las consecuencias.

—No hay nada que contar de ese viaje —hablo vagamente.

—Fuiste a la jodida París. Sola. —dice Kimberly —. Hasta yo no puedo creer que duraste esos meses solamente estando en el departamento de tu abuela.

—Pues tendrás que creerlo. No salí mucho de ese lugar.

—¡Oh vamos! ¿Me estás diciendo que te fuiste para hacer algún tipo de pausa a tu vida de libertinaje y fiestero? —Claramente Astrid no podía creerlo. Yo tampoco lo haría conociéndome como lo hago.

No es como si buscara sexo todos los días, sin embargo, termino aburriéndome semanas después de una pausa.

—Podría decirse que fue una especie de rehabilitación para las fiestas. —El peor tipo a mi parecer.

—¿Qué hay de tu libertinaje? ¿Tuviste un descanso?

—Más o menos —confesé—, la verdad es que tampoco buscaba sexo.

—Tu estancia en París suena aburridísima.

Blanqueé los ojos.

—Pues perdón por no cumplir tus espectativas, pequeña perra.

—No discutan en mi auto —ordena Kim —. Entenderás nuestra decepción a tus vacaciones cuando la última vez que hiciste algo parecido, no parabas de hablar de los chicos que encontraste, Sal.

Hago una mueca al recordarlo. Suelo contar cada locuras que logro hacer. Confieso que suelo descontrolarme un poco al no tener un apellido respirando en mi cuello. Es tener un bocado de libertad como el mejor éxtasis en mi paladar.

—Pude conocer a alguien —comento después de un rato.

Cómo si esas palabras invocaran algo en ellas sus cabezas girando a una velocidad como el exorcista, sin importarle si nos estrellamos contra un auto. Putas locas.

—¡Mirada al frente! —grito.

—¡No hay ningún auto..! —Kim tomó un brusco giro hacia la izquierda para no chocar con una camioneta.

—¿Qué estabas diciendo? —Lancé una mirada.

—Cállate —gruñe—. Seguimos vivas es lo que cuenta.

—No por mucho si sigues detrás del volante —dice Astrid.

—¡Shhh! No interrumpas. Sal estaba hablando de un chico. —Me ojeó por el espejo— Puedes continuar tranquila.

—Qué cotilla eres.

—Como si tú no lo fueras —contraataca.

Como sea.

—Pues eso, conocí a un chico atractivo.

—¿Francés?

—¿Musculoso?

—¿Rico?

—¿Era bueno besando? Escuché que los franceses eran buenos en eso.

Arqueé una ceja, miré a Kim.

—Si aquello es como el mito de los pies, deberías dejar de escuchar a tu tía. Está loca.

—Jódete, Sal. Sólo porque gritó sobre la mesa diciendo que un psíquico dijo que se acabaría el mundo no significa que esté loca.

Tuve que aguantar la risa por el recuerdo de esa noche.

—Bueno, volviendo al tema. Sólo diré esto una vez y quiero que me dejen en paz. ¿De acuerdo? —Las dos asienten —. No era francés pero tampoco era americano, no supe su nacionalidad pero tenía un acento atractivo. Su cuerpo está de ensueño. No sabría si es rico y besa lo suficientemente agradable para disfrutar. ¿Satisfechas?

Se quedaron en silencio por un rato.

—¿Cómo se llamaba?

—No lo sé, lo único que deseaba era follarlo. No me interesó en conocerlo o que me contara su vida. ¿Ya podemos dejar ese tema atrás?

—De acuerdo —dijeron las dos.

¿Besaba lo suficientemente agradable? Sí, claro. De solo pensar en aquella noche pasa un estremecimiento a todo mi cuerpo con la respiración atascada en mis pulmones.

Hay una razón por la cuál en estas dos semanas me he abstenido de tener sexo con hombres y mujeres, ¿porque sinceramente? El sexo se ha vuelto aburrido, tedioso y frustrante. Sí, he tenido mi parte justa durante el acto, la rápida satisfacción y... nada. Eso es todo lo que he obtenido. Por eso me aburro después de una vez, por eso a pesar de mis propias reglas acepto las oportunidades con Aurora, o cualquiera de las recurrentes. Porque aceptan mis ocurrencias durante el acto mismo, ya sea jugar con el dolor y el miedo.

Ni siquiera me pongo a pensarlo lo suficiente porque me haría cuestionar todo sobre mi vida. No, gracias.

No tardamos llegar a la mansión de Lucas a las afueras de la ciudad donde el bosque es más denso al alrededor. Toda lo que rodea es propiedad de los Johns. Como siempre la música resuena por lo alto lo cual es la única advertencia que tenemos sobre todo el desmadre que se nos viene encima.

—¿Deberíamos buscar al anfitrión? —pregunta Kim.

Astrid y yo nos negamos. Aunque las fiestas de Lucas sean legendarias y memorables, su persona no lo es. Es un idiota misógino desagradable. Perdí la cuenta de las veces que trató de mirar en mi escote o meterme mano en cada oportunidad que me tiene cerca. Está empezando a agotar mi limitada paciencia.

—Vamos a disfrutar solamente nosotras. No necesitamos más —demando. Guío a las dos al medio de la sala donde todos los invitados bailan.  Un camarero entrega chupitos de tequila que todas disfrutamos.

Al pasar los minutos todo comienza a ralentizar a mi alrededor, el sudor cubre mi piel por la cercanía de todos,  las chicas mueven sus caderas en mi dirección mientras me encuentro entre las dos. Recibimos miradas lujuriosas de varios hombres al notar como nos movemos contra la otra. Kimberly es la primera en irse con un chico, Astrid sigue más atrás dejándome sola en la pista.

Estar sola no me apena o me avergüenza. Suelo moverse por mi cuenta desde que desencadené ésta parte de mí. Uno de tantos grilletes que me impuso mi trágico apellido. Me muevo entre la gente cuando el apogeo es sofocante hasta para mí. Llegó a la puerta del jardín y me encamino por los árboles tratando de refrescar mi piel sudorosa. Habían personas por aquí casi follándose en seco, retirando la mirada casi una chica me lleva por delante gracias a su copas encima.

—Cuidado —gruño, disgustada. Lo único que necesito es ser bañada en vómito o alcohol.

La rubia balbucea una disculpa y regresar a la fiesta, no antes de darme un cintillo con dos cachos de diablo en ellos. Cuando entramos por la puerta, las chicas y yo notamos que la mayoría de las mujeres traían estás cosas, mientras que los chicos usaban una máscara blanca o negra. Gruñí algo sobre que Halloween ya había terminado hace mucho pero mis amigas solo dijeron que dejara de ser una aguafiestas.

Suspirando coloqué los dos cachos sobre mi cabeza, mi ropa en esta ocasión consistía en un vestido negro sencillo que resaltaba mis suaves curvas y mis pechos grandes. El escote caía entre ellos y una endeble tira en mis hombros evitaban que quedarán en exhibición para los demás.

Mi teléfono vibra con una llamada.

—¿Hola? —contesto más aburrida que resignada.

—¿Sal, dónde estás? —La voz de mi hermana era fuerte pero no chillona, y lo agradecí enormemente. No toleraría si fuera el caso.

—Fuera.

—Fuera... ¿dónde?

—Estoy en una fiesta, Mads. ¿Qué quieres?

—Deja de ser tan arisca que es desagradable —regaña, o eso intenta.

—Uh-hm. Si no tienes nada importante que aportar colgaré ahora...

—¡Dios! Está bien. Solamente te llamaba porque quería hablar contigo y me sorprendí al no encontrarte.

—¿Hablarme de qué? —Caminé más hacia el bosque cuando unos invitados borrachos comenzaron a reírse escandalosamente.

—Es... sobre mi cita.—murmura lo último.

Me detengo.

—¿Después de dos semanas quieres hablar sobre ello?

—Es que necesitaba tiempo para orientarme.

—¿Y dos semanas fueron suficientes? —Lancé.

Maldice por mi actitud sarcástica. No puede culparme cuando la busqué para preguntarle si estaba bien y me sacudió como si fuera una mocosa. Como si hablar de ello fuera un tema tabú entre hermanas y al parecer olvidó que tengo una vida sexual más activa que ella. Respeté su espacio pero no significa que no le daré un infierno al respecto.

—Salomé... —suelta en un suspiro resignado.

A medida que sigo caminando decido dejar de ser una perra por un momento.

—¿Tu agenda está libre para tener un desayuno con tu hermana?

—¡Sí! Me encantaría desayunar contigo.

—No en casa, fuera. Es la única condición.

—Hecho. Te escribo dónde será el lugar para encontrarnos.

—¿No podemos simplemente irnos juntas?

—Me quedaré hasta tarde trabajando y no creo que sea probable que regrese a casa. Usaré el departamento de papá.

Ah sí, porque nuestro padre no solo tiene una mansión sino que es propietario de algunas casas en diferentes países y ciudades, una adquisición del legado familiar.

—De acuerdo. Escríbeme cuando puedas y no me dejes colgada como las veces anteriores.

—No lo haré —promete.

Después nos despedimos y colgamos las dos. Al alzar la mirada me encuentro con la sorpresa que estoy un poco apartada de la mansión, todavía puedo escuchar las voces y risas ebrias en el jardín. Y si me concentro lo suficiente puedo escuchar la música de la fiesta. Giro con la intención de regresar a la casa cuando una máscara negra se atraviesa en mi camino. El desconocido yace ahí de pie, sin moverse.

Decido ignorarlo cuando me sostiene del brazo y me atrae a su cuerpo esbelto. Como acción intuitiva golpeo su estómago con la fuerza suficiente para que su agarre sobre mi se debilite y pueda liberarme. El resoplido que expulsa es tan familiar y una mueca de molesta se enmarca en mis gestos.

Jodido Lucas.

—¿Qué mierdas pretendes apareciendo así?

—Sólo quería hacer una broma, Sal, asustarte un poco —Se quita la máscara revelando su enmarcado rostro con pecas y sus ojos jade.

Blanqueé los ojos manteniendo una distancia notable entre nosotros.

—Vuelve a intentarlo y te aplastaré las bolas. No estamos en Halloween para hacer ésta payasada, Lucas.

—¿Sabes? Descubrí que algunas mujeres aman la adrenalina mezclado con el miedo. Tal vez, formes parte de ese pequeño porcentaje. ¿Te gustaría averiguarlo?

—No. Al menos no contigo, Lucas —Me alejé esperando que entienda el mensaje táctico—. Tendrás que descubrirlo con otra persona. ¿Y Lucas? Un pequeño consejo, si tú misión es conseguir una reacción de miedo práctica tu técnica de cazador porque es una mierda.

Cuando comenzó a decir que podría enseñarle cómo hacerlo porque mis palabras lo pusieron duro, me despegué de su voz y cualquier sonido. Sólo necesitaba apartarme de él antes de colgarlo a un árbol.

No sé cuánta distancia caminé o por cuánto tiempo. Solamente sabía que de manera inconsciente me adentré tanto entre los árboles que ya no lograba escuchar a nadie o la música. Estaba en medio de la oscuridad en plena altas horas de la noche. La última vez que estuve en algo parecido fue cuando escapé del psiquiátrico.

Traté de no encogerme en ese pensamiento y recordé que a diferencia de esa vez tenía mi teléfono conmigo. Al tenerlo en mis manos maldigo cuando noto que no hay señal. Manteniéndolo en alto camino esperando obtener algo y llamar a las chicas.

Fue entonces que sucedió.

Bajo, casi inaudible pero lo oí. Primero fue el crujido de una rama partiéndose. Lo siguiente fue la sensación de ser observada, la intensidad quemaba mi piel creando un estremecimiento en mi espalda. Mis latidos arrullaban mis oídos opacando los otros sentidos. Nerviosa, miré por encima del hombro y a todos lados. Me encontraba sola pero sabía  que no podía estarlo.

Podía sentirlo en mis huesos y la forma en que mis latidos estaban enloquecidos, mi cuerpo se estremecía y las extremidades estaban como una hoja aferrándose en la rama en medio de una ventisca. Caminé en el lado opuesto hacia donde me dirigí con la mirada en mi teléfono, esperando, rezando que obtuviera alguna señal y llamar.

Podría simplemente hablar con cualquier persona que estuviera escondida. Sin embargo, al hacerlo posiblemente mi situación empeoraría. Avancé más rápido sin mirar encima de mi hombro, sabiendo que no encontraría nadie ahí, aunque tenía ese presentimiento que estaban siguiéndome silenciosamente. Por ende, me hacia consiente de una cosa: la rama partiéndose fue a propósito para hacerme consiente en la situación que ignoré tan estúpidamente.

—Calma, Sal. Sólo debes regresar a la casa —murmullé. Convenciéndome que estaba sola y que todo esto era una ilusión a mi costa.

Paro en seco cuando por mi visión periférica me hace ver una sombra entre los árboles. Mis labios se separan al sentir que el aire que respiro no es suficiente. Mis piernas apenas me sostiene en este tipo de acontecimiento. Retroceso en grandes pasos sin retirar la mirada de ese punto. El agarre en mi teléfono se fortalece como si fuera mi único salvavidas entre mi vida y la posible muerte. Trato de escuchar cualquier cosa, esperando que en realidad todo sea parte de mi imaginación y mi jodida cabeza.

Me concentro en mi respiración cuando ese mismo sentimiento de ser observada me corroe hasta la médula. Retrocedo de nuevo hasta que mi espalda se encuentra con un tronco haciéndome brincar en el contacto. O al menos pienso que es un árbol hasta que me doy cuenta la cómodo que se siente sobre mi piel y el calor que desprende. Cada parte de mí se tensa al darme cuenta lo que hice.

Me preparo para gritar cuando una mano enguantada en cuero cubre mi boca sin una pizca de suavidad. Manteniéndome quieta siento como se inclina a mi cuerpo arrebatando mi teléfono de mi agarre mortal. Sigue sosteniendo mi cuerpo quieto y mi boca cubierta. Quisiera poder hacer lo mismo que hice con Lucas, pelear o gritar esperando que alguien me escuche y llame a la policía. Nunca esperé ser presa del miedo, que me paralizaría por completo.

Procuro de pensar en una salida justo cuando mi teléfono aparece frente a mis narices con algo escrito como un mensaje.

"Eres la presa perfecta está noche, pequeño diablo. Corre todo lo que puedas y no permitas que te atrape..."

Si mi corazón estaba acelerado ahora va a mil por segundo. Los muslos tiemblan mientras niego con la cabeza, no quiero jugar con un extraño. Toda la esperanza que se tratara del idiota de Lucas se desvaneció en el aire.

Retiró su mano de mi boca para trasladarlo a mi cuello, disminuyendo mi respiración.

—Por favor, suéltame... no... no quiero jugar. —El único movimiento que podía lograr era temblar. No podía apartarlo aunque deseara.

El calor de su aliento me golpeó en mi oído antes de escuchar su voz a través de la oscuridad como el humo:

—Corre, pequeño diablo.

Corre...

No tuve que pensarlo dos veces al sentir cómo su agarre se desprendía del cuello. Corrí sin una dirección en concreto, sin rumbo, sin pensamientos, sin planes, sin... nada. Corre, corre, corre.

La tierra, ramas, piedras obstaculizan mi camino. Sin quisiera podía pensar que debía tener cuidado por los tacones que usaba, podía romperme el tobillo o torcerlo. Nada de eso ayudaría en mi situación.

Sólo corre, Salomé. No mires atrás.

Por poco pensé que lo había perdido cuando escucho sus pasos pesados siguiéndome. No soy idiota, lo hace a propósito para hacerme estremecer de miedo y ponerme frenética. Lo detesto, no puedo pensar correctamente así. Mi propio miedo está evaporando mi pensamiento frío.

Lo único que yace en mi cabeza es su voz:

—Corre, pequeño diablo.

¿Por qué se me hizo tan familiar escuchar ese retumbar al pronunciar las palabras? ¿Por qué se siente tan conocido y diferente en ese tono tan profundo como humo en el aire? Tal vez...

No.

Me detengo al formarse un pensamiento ilógico en mi cabeza. Los pulmones arden por la caminata, el sudor se acumula en mis sienes, detrás del cuello y poco en mi pecho. Mis piernas son gelatina que no creo que puedan seguir sosteniéndome si los nervios continúan traicionando mis movimientos.

Lo siento antes de verlo. Giro enfrentando al enmascarado; viste todo de negro y únicamente deslumbra es la máscara blanca cubriendo su rostro. Su altura sobre pasa la mía por mucho, tanto que si estuviera más cerca tendría que inclinar la cabeza para ver su rostro. Al principio no lo noté, tal vez por orgullo o solo no quería destacar ese aspecto. A diferencia de mí su pecho se eleva uniformemente como si todo este espectáculo fuera una juego de niños para él.

—Ya basta. —Mi voz sale como cuchillos en la noche. Muy diferente a como me siento—. No formaré parte de tu juego retorcido.

Su figura se queda quieta por tanto tiempo que comienza a inquietar. Casi pienso que no escuchó mis palabras antes que se lance directo hacia mí.

Un grito atraviesa mis cuerdas vocales y salto alejándome embarcando mi huida de nuevo. Mierda, mierda, mierda. ¿Me he equivocado?

Busca ayuda. ¡Ahora! Con una nueva misión en mente corro lo más rápido que puedo usando los tacones, sin embargo, no es suficiente. Escucho sus pasos rápidos pero relajados a mi espalda, porque sabe que estoy a su merced, solamente está disfrutando la anticipación. Provocando miedo a su presa: yo.

Justo que pienso que puedo esconderme su gran peso cae sobre mí llevándome con él hacia el suelo. Toda la parte delantera está sobre la tierra y las ramas de árboles y pinos que opacan la poca iluminación que puede ofrecer la luna. Su cuerpo se siente tan grande y musculoso en mi espalda que me hace ser consiente de lo pequeña que parezco en comparación.

Negándome en dejarme vencer trato de pelear, golpeándolo con el codo o mi cabeza esperando acertar. Algunas veces acierto al escuchar su gruñido de dolor, son solo fragmentos de victoria que me abarcan pero se esfuman cuando aún así no puedo escapar.

—Ya te divertiste. ¡Ahora suéltame!

A pesar de la pelea se ha concentrado en mantener el mayor peso fuera de mí para no aplastarme por completo. Su aliento caricia mi oído al hablar.

—Sabía que eras perfecta para mí. Que sabrías mantener entretenido a la otra parte de mí, mi pequeño diablo travieso.

Los ojos se abren completamente cuando su voz penetra mi cabeza. Por eso se sentía tan familiar su voz y cómodo su pecho. Tenía un presentimiento pero ahora...

Con su agarre sobre mi cabello tira de él y levanta la parte superior de mi cuerpo. Un gemido de dolor se precipita a mi labios antes que pudiera detenerlo.

—El mensaje no fue suficiente para detenerte, ¿no? Fuiste a follar como el demonio que eres sin pensar en las consecuencias. Te lo advertí, mujer, eres mía. Sólo mía.

—Az... —Ojalá hubiera salido como una maldición en vez como una plegaria.

—Ese es el único nombre que debes gemir. De nadie más ¿Verdad, pequeño diablo?

Al no responderle su agarre se fortalece sacándome un quejido.

—Respóndeme —ordena.

—Jódete.

Una risa se precipita desde si pecho creando escalofríos por mi columna y a mi vientre bajo. Maldición. Todo esto fue elaborado por él. Maldito rumano. Pensar en el miedo y la adrenalina que recorrió mi cuerpo en la persecución, sintiendo que me lastimaría cuando en realidad fue él.

—No te preocupes, mujer, me encargaré que cumplas tu palabra.

—Ya déjame, maldito enfermo. —gruño, ya olvidando un poco el miedo—. Ahora entiendo porqué estabas metido en ese psiquiátrico.

—Podría decir lo mismo de ti, amor. Ningún inocente sale de ahí con la mente intacta. —Puedo sentir su sonrisa—. Y tú, pequeño diablo, no tienes nada de inocente.

—Estás mal, hijo de perra. ¡Déjame ir!

En eso se inclina más hacia mi cuerpo, cubriéndolo. El aire se atasca en mi pulmones al sentir su mano rodeando mi cuello sin apretarlo.

—Mmm. ¿Te gustó la persecución, mujer?

—No... Muérete. —Los labios me tiemblan al contestarle.

—¿Y si lo averiguamos? —pronunció con lentitud.

—¿Qué? O-oye, espera...

Su mano enguantada se adentra al interior del vestido entre mis muslos. Al sentir su toque malicioso sobre mi clítoris por encima de mis bragas me hace notar la humedad que se ha adherido a la tela.

Mordiendo mi labio para evitar el gemido que desea salir.

—Estás empapada, ¿no es así? Te gustó que te acorralara, que huyeras y al final fueras atrapada por mí. —Su lengua se divierte con la concha de mi oreja poniéndome la piel de gallina—. Ahí estás moviéndote contra mis dedos como una sucia putita buscando más. Me encanta que desees mi toque, mujer.

Paro en seco al notar que en realidad estaba moviendo mi cadera contra su mano, buscando fricción. Oh Dios.

—¿Lo que más me encantó? Es verte correr esperanzada huyendo de mí. Escuchar tus pequeños gritos me volvieron loco. —Dicho esto baja su pelvis a mi trasero demostrando cuánto le encantó perseguirme—. ¿Sientes eso? Tú lo provocaste, pequeño diablo.

¿Por qué sentir su polla erecta me pone más húmeda? ¿Dónde está el maldito miedo que sentí al principio? Estoy mal. Muy mal.

—Que seas un asqueroso no es mi problema —lancé.

—¿Un asqueroso, eh? —Sin que pudiera decir algo más corre a un lado mi braga metiendo ambos dedos en mi calor húmedo.

Mis labios se separan por la impresión y la sensación de su introducción decida y confiada. Los movió contra mis paredes creando temblores en mis muslos. Mi mandíbula se tensó no queriendo gemir para él. Estaba disfrutando de esos dedos bruscos cuando me arrebató su toque. Un queja casi sale de mi pecho con la decepción.

No puedo verlo pero logro escuchar ese sonido de deleite, el mismo sonido que hizo cuando enterró su cabeza entre mi piernas. La imagen suya con su dedos en su boca, probando la evidencia que me ha afectado con los dedos cubiertos en cuero tensa mi vientre.

—Tienes el mismo sabor que aquella noche. No sé que he extrañado más, tú sabor o esa boquita insolente a mi alrededor. —Con su erección roza las mejillas de mi trasero, un suspiro se escapó de mí al sentirlo—. ¿También lo extrañas, amor?

—¿Por qué debería hacerlo? —Detiene sus movimientos al escucharme. Debería callarme y sin embargo...—. Puedo conseguir otra polla lista para mí, cuando quiera y donde desee. No eres el único que me moja, cariño.

Jala mi cabello con fuerza dándome dolor. Moviendo mi cabeza a un lado sus labios tocan mi mandíbula en una caricia falsamente tierna. Entonces, clava sus dientes en mi carne haciéndome gritar de dolor y excitación.

—Entendí lo último que dijiste, amor. —Su voz acogió una oscuridad que no había anteriormente—. Date la vuelta.

No me moví. Es como si la poca calidez que había en su voz se ha esfumado.

—Voltéate. No me hagas repetirlo, pequeño diablo.

Al no ver algún momento de mi parte por el shook, giró mi cuerpo sin limitar su fuerza. Las pequeñas piedras y ramas raspaban la piel descubierta de mi cuerpo. Pinchando y arañándome. Al ver el cuerpo de Az alzándose por encima de mí, sus muslos enjaulando mi cuerpo entre sus fuertes y firmes muslos. Es hermoso y peligroso. Cuando baja su parte superior, mis manos alcanzaron su pecho manteniendo una distancia que necesito ahora.

Pero como lo suponía se sentía como frenar una pared de concreto. Su mano se cerró alrededor de mi cuello, disminuyendo mi aire.

—¿Decías que cualquier polla puede mojarte el coño, no? Pero hay algo que debes comprender, amor, todos ellos no son yo. Y cualquier polla que te toque será cortada por mi mano y tú follada en su sangre.

Quería decirle que se fuera a la mierda. Pero una parte loca de mí se excito con esa amenaza, aunque esperaba que en realidad no lo cumpliera.

—Abre tus piernas.

Alcé mi mentón.

—No.

Retiró su máscara y me mostró ese rostro atractivo lleno de oscuridad y promesas indebidas. La sonrisa que adornaba su expresión era todo menos que amistosa, era más diabólica que otra cosa.

En un movimiento eficaz abrió mis muslos con el suyo, hubo un roce entre su pantalón y mi entrepierna que robó mi aliento. Moví mi cabeza internamente, despertando de esta ensoñación. Empujé mi rodilla a su entrepierna, moviéndose al último segundo esquivo mi rodilla pero no el puño directo a su rostro.

Un gruñido. Es lo único que pude sacarle más una sonrisa llena de su propia sangre. Apretó mi cuello hasta que involuntariamente mis labios se separaron.

—Muy bien, amor. Te mostraré lo enferma que eres al igual que yo.

—Vete a la mierda.

—Mmm. Esa boca aún me pone duro como el principio.

Abrí mi boca para maldecirlo en español y algo en francés cuando estrelló su boca con la mía. Su sabor invade mi paladar combinado con el metal de su sangre, producto de mi golpe anterior. Nuestras lenguas se enredan en una batalla de dominación, su agarre se aprieta en advertencia pero en vez de retroceder combato en su contra.

Un gemido crece en mi pecho y sale a mis labios. Mi reacción hace que pierda el control racional. El aire se acaba y la presión en mi cabeza crece, mareándome.

—Pídeme que te folle aquí mismo como un animal mientras toda la tierra ensucie tu piel y gritas como lo que eres, mi pequeño diablo.

—No lo haré. —Apenas puedo pronunciar unas palabras por la escasez de aire—. Otro... puede...

No seguí hablando. No cuando algo frío y puntiagudo rozó mi pierna. Bajando la mirada freno al ver una navaja cerca de la piel interna de mis muslos. La antigua valentía salió por la ventana transformándose en horror absoluto.

—Az...

—Sigues provocándome, amor. No captas la señales de peligro frente a ti.

—Por favor, no...

—Curioso que supliques mientras estás temblando de deseo y esa pequeña tela cubriendo tu coño está tan mojada... No sabes cuánto deseo sentirte ordeñando mi polla, mujer.

Ay Dios. Está vez no detengo mi gemido anhelante y necesitado. Empujo mi pelvis hacia él aunque solo toque aire. Estoy fuera de elemento, fuera de un pensamiento razonable pero tan excitada que necesito su toque y su polla. Ahora.

—Mírate rogando por mi polla. Una lástima que no te lo mereces, ni mis dedos o mi lengua, eso te ganas por ser una perra.

—¡Jódete, maldito! —escupí.

Sus ojos se oscurecen tanto que el azul en sus iris se transforma en negro. Una oscuridad eterna que en este momento desea absorberme. Casi me arrepentí de mis últimas palabras. Casi. Con la navaja en su mano rasgó la parte inferior del vestido a un lado del muslo, lo suficiente para no ser un impedimento para mis piernas abiertas.

No podía quitar la mirada del metal brillante y afilado deslizándose sobre mi piel tierna. En un segundo el filo rasgó el fino tirante de mis bragas descubriendo mi intimidad solamente para él. El aire helado del bosque rozaba mis labios hinchados y húmedos, haciéndome gemir en tortura con los ojos cerrados.

—Toda rosada e hinchada. Verte tan expuesta para mí me enloquece. —Pasó su pulgar en mis labios, arrebatando un quejido de mi pecho—. No mereces que te toque o te folle, no obstante, prometí enseñarte cuan diferente eres. Mírame, pequeño diablo.

Mi vena desobediente quiso refutar pero de igual forma obedecí su orden.

—Te prometo que nunca olvidarás está noche aunque busques a otro hombre, amor —Su voz se oscureció.

—Tú...

Me callé al ver cómo presionaba un lado de la navaja a mi parte íntima. Ese simple toque me calentó y me estremeció de deseo y miedo. Deseo porque estaba tan necesitada. Miedo porque podía lastimarme con un movimiento en falso, y sin embargo, ese acto solo me mojaba más y más.

Me recuerda la sensación que sentí cuando manchó mis pechos con su sangre esa noche. Quise sentir repulsión pero solo había lujuria en mi organismo. Como ahora.

Siguió presionando mi calor íntimo. Estaba excitando queriendo que tuviera un orgasmo con solo presionar su navaja y moviéndola de arriba abajo. No pude frenar la imagen de que tal vez haría lo mismo con la punta de su polla, humedeciendo un poco antes de enterrarse en mi interior.

Moví mi cadera buscando más, anhelando más. Esto es jodido. Enfermo tal vez. Posiblemente estaba en lo cierto y no estoy tan cuerda del todo.

—Mira con te mueves contra mi cuchillo. Podrías cortarte sin querer al estar tan perdida en tu deseo y aun sigues moviéndote como una putita. —Su respiración estaba acelerada y su voz bajó una octava —. Qué hermosa te ves así. Sigue, cariño. Muévete buscando lo que quieres.

—Oh, Az... —Aflojó su agarre para meter su pulgar en mi boca. Sólo podía saborear el cuero y mi sabor. Joder.

Retiró el cuchillo y quise lloriquear de frustración. Por suerte lo puso de nuevo después de elevar mi pelvis hacia el dejando la parte superior en el suelo. La posición era incómoda pero no tenía pensamiento para ello. Sólo quería llega al orgasmo. Volvió a torturarme con la navaja en mis labios hinchados, está vez la parte de arriba.

En ese punto empujó su dureza cubierta por sus pantalones en mi intimidad. Grité. No fue suave o gentil, para nada. Sabía que si su polla estuviera afuera me destrozaría. Me estaba follando en seco, con un pulgar entre mi boca y su cuchillo en mi entrepierna.

—Mierda, mujer. Cómo quisiera hacerte gritar como se debe y que todos los invitados supiera que no eres la niña refinada que sueles mostrar.

—Dámelo, Az, por favor...

—Joder, mujer. —Sus empujes fueron más rápido y enloquecidos —. Córrete en mi cuchillo, pequeño diablo.

No necesitó decir nada más. Un escalofrío cubrió mi espina dorsal y llegó a mi vientre. Me vine con fuerza gritando fuerte. En mi estado dopado sentí como Az continuaba con sus empujes ahora más firme porque ya había retirado su navaja, el cuál ahora sujetaba en su boca con mi sabor en el.

Mi visión estaba nebulosa por la emoción que me recorrió, mas podía ver como se movió encima de mi cuerpo hasta tener sus rodillas a ambos lados de mi cabeza. Vi como bajo su bragueta liberando su gran miembro ante mis ojos.

—Separa esos labios para mí, cariño.

Como quitó el agarre de mi cuello está vez pude respirar más amplio por mis labios. Aprovechando la oportunidad introdujo su polla hasta mi garganta, no me dio tiempo para acostumbrarme simplemente empujó y lo retiró, repitiendo el momento unas cinco veces antes de correrse en mi lengua, labios y barbilla.

—Trágalo todo —Inconscientemente hago lo que dice.

Me persiguió el bosque, me acorraló, acortó mi respiración, me rasgó el vestido y mi braga, me folló con su navaja hasta tener un orgasmo y me folló la boca hasta correrse.

Metió su miembro semi erecto dentro de su pantalón y se levantó. Al quitarse por encima de mí me levanto, hago una mueca al sentir la brisa en el desastre húmedo que tengo en mis muslos internos. Al levantarme sobre mis pies acomodo mi vestido lo más que puedo. Siento su presencia a mi espalda así como también siento su mirada encima.

No logro formular una palabra ahora y es frustrante. Todo lo que consume mi mente es encontrar una escusa válida para explicar mi aspecto hecho un lío de rasguños, raspadura y cabello sucio. Lo más probable es que parezca después de una buena follada.

—¿Piensas ignorarme?

Suspiro audiblemente. Lo enfrento y odio la manera en que parece tan tranquilo y fresco como si nada hubiera pasado. Al contrario de mí que debo parecer como si hubiera sido atacada por un animal. Esa comparación no está tan alejada de la realidad.

—Ya obtuviste lo que querías, ¿no? Lárgate. —dije, y volví a darle la espalda.

No sentí sus pasos está ocasión. Su agarre me sorprendió al girarme hacia él. Sostiene mi mandíbula con el pulgar y el índice.

—Deja de antagonizarme —refuta.

—Haré lo que quiera —suelto mirando directo a sus iris—. Hazme un favor y desaparece.

Está enojado visiblemente pero que se joda. Ya la nube de lujuria se dispersó y mi mente sé aclaró. Su manera de tratarme es bestial, ¿y sinceramente? Necesito espacio para pensar el por qué me ha gustado esta... locura.

—Siempre cometiendo errores, ¿no? —Chasquea su lengua—. Permite que otro hombre te toque e iré a por ti.

—¿Y luego qué? —cuestiono con altanería.

—No te gustará lo que sucederá —Bajó la mirada por toda mi figura con esa mirada oscura—, o puede ser que sí.

Aún sosteniendo mi mandíbula me atrajo a su cuerpo, mostrándome su dureza y bestialidad en su beso. Quedé desorientada con los labios magullados cuando se apartó. Tomó minutos recuperar el aliento pero ya se había ido de la misma manera en que apareció.

Dejándome sola en el bosque. Maldito imbécil.

Resignada caminé por dónde creía que estaba la casa. Mis piernas se sentían algo inestables después de todo, tuve que buscar apoyo en varios intentos. En algún punto la música empezó a ser más audible avancé más deprisa. A poco metros ví una sudadera negra en el suelo. Al no encontrar a nadie cerca lo tomé para cubrir el aspecto de mi vestimenta.

Un olor característico bergamota y cuero me cubre, y lo sé. Ésta es su sudadera. Az puede ser tan cabrón que en vez de entregarlo en mis manos, lo dejó poco antes de salir del bosque y así nadie pudiera ser testigo de mi estado físico.

No es hasta llego al jardín que puedo respirar más tranquila. Siguen algunos anteriores y otras nuevas. Ahora lo único que necesito es escabullirme hasta un baño y arreglar lo más posible mi rostro.

Una fuente de calor cubre mi espalda seguido de algo que se desliza por mi cabeza. Alzando mi mano noto que son los dos cuernos que esa chica me dio. Me abstengo de mirarlo sin querer darle tanta atención.

—Olvidaste tu accesorio, pequeño diablo, no hay nada que te describa mejor que eso. —Se acerca más para asegurarse que sea la única en escucharlo—. En la próxima persecución te follaré cómo quise está noche que me sentirás durante días.

Lo enfrenté con mi expresión en blanco.

—Espero que lo hagas correctamente, de lo contrario a ser una decepción... —Me aproximé y susurré —. Buscaré a alguien que moje mi coño y consiga lo que tú no pudiste lograr.

Me alejé antes que pudiera tomarme de nuevo y llevarme al bosque para asfixiarme mientras me folla contra el primer árbol cercano. Sus ojos hablan de retribución, castigo, sadismo y deseo. Una combinación peligrosa tendiendo en cuenta lo que sucedió conmigo y su cuchillo.

Pensarlo renace un temblor delicioso a mi cuerpo.

Tal vez sí necesito ayuda médica después de todo.











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