Mi Otro Yo

6

CARMESÍ

Cuando la ventisca cayó,
sus manos de color rojo pintó.
Petrificada estaba mientras su alma ensombreció.

*.*.*.*

En la niñez.

Hoy es un día de nieve.

Pero no es un día feliz. O eso creo.

Hay muchas personas aquí, adultos más que niños. No hay colores, luces o globos, sólo negro. El negro me recuerda a la oscuridad.

Oscuridad.

Una palabra. Nueve letras.

Las conté.

Han pasado un muchos días desde que mi papá me encerró en ese armario. No recuerdo cuando mi papá me sacó. Solo puedo recordar que me dormí con la imagen de Jordán en mi mente.

Cuando abrí los ojos ya estaba en mi habitación, bajé la mirada para ver el mismo vestido que usaba antes de cambiarlo por mi disfraz de Alicia. El espejo estaba intacto, la habitación está perfectamente arreglada. Estaba... normal.

¿Era un sueño? Mi papi... Jordán... ¿nada fue real?

¿Qué era real? Yo soy real, mi mami es real, mi papi, Maddie... los abuelos.

¿Jordán es real? ¿Es una pesadilla?

—No debes alejarte, Sal —giro, mi hermana me mira con su entrecejo fruncido—. ¿Estás bien?

—Sí —miro mi atuendo—. No me gusta este vestido, es horrendo.

Suspira.

—Mamá ya te lo ha explicado, Sal. No puedes usar los otros porque...

—Estamos en un funeral —resoplo en un giro de ojos—. Por lo menos me fuera traído mi muñeca.

—Este no es un lugar para jugar, Salomé, entiende.

—No es un lugar para los colores, no es un lugar comer, no es un lugar para jugar —cuento con los dedos. Inflo mis cachetes con aire—. ¡¿Entonces, para qué estoy aquí?!

— ¡Shhh! Baja la voz —sisea— No puedes gritar.

—No estoy gritando —gruño.

—Por el amor de Dios, Sal, contrólate?—agarra mi brazo—. Papá se molestará si ve cómo te comportas.

Me libero de su agarre.

—Papá se enoja por todo.

Niega, suspira.

—No provoques más problemas ahora que un amigo de papá murió.

—Que ese hombre esté muerto no fue mi culpa —aclaro.

— ¿Puedes dejar de ser tan cabeza dura?