Capítulo X

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Gilbert sabía que Ana reaccionaría a la defensiva, y desde luego no le había defraudado, era exasperadamente adorable, cada vez que recordaba cómo se había forzado a mantenerle la mirada por pura obstinación, no podía evitar sonreír, lo único que esperaba es no estar poniendo sonrisa de pánfilo como le había dicho Bash.
          —Gilbert —lo llamó la Srta. Stacy—, ¿sabrías decirnos de dónde procede el nombre de Canadá?
          Gilbert se puso en pie.
          —Si, por supuesto —carraspeó y rodó los ojos pensativos—, eh... proviene del iroqués ‹‹Kanata››.
          —De la raíz iroquesa ‹‹Kanata››, muy bien, ¿y alguien sabe lo que significa? —continuó la Srta. Stacy.
          Ana alzó la mano rápidamente.
          —Significa ‹‹poblado›› —contestó sonriente.
          —Muy bien Ana...
          —O "asentamiento" —añadió Gilbert.
           Tanto la Srta. Stacy, como el resto de la clase se quedaron mirándolo un poco asombrados por su intromisión, sin embargo él estaba demasiado divertido viendo a Ana fulminarlo con la mirada.
          —También es correcto, podéis sentaros. —Y siguió con la clase de historia.— El explorador Jacques Cartier utilizó la palabra Canadá para referirse a toda el área bajo el mandato de Stadaconé, para 1545, los mapas y libros europeos habían comenzado a referirse a toda la región como Canadá...
          Antes de sentarse volvió a mirar a Ana, la cual, como había supuesto, estaba atendiendo a la Srta. Stacy, mejor dicho, fingía atender, porque su postura era demasiado rígida.

          Pronto llegó la hora del almuerzo, había pensado en unirse a Ana para comer, pero sabía que lo rechazaría, y más después de lo que había pasado en la clase de historia. En ese momento vio como Moody se acercaba a él trayendo consigo el almuerzo.
          —¿Comemos juntos? —preguntó
          —Sí, claro, voy a por mí comida —dijo a la vez que se levantaba para traerla.
          En cualquier otro momento no le hubiera parecido extraño comer con Moody, pero aquel día sí, Moody se veía ansioso, y no paraba de mirar nervioso como si esperara que sucediera algo, seguramente la conversación de aquella mañana tenía algo que ver.
          Justo cuando llevaban unos minutos comiendo, Ana y el resto de chicas se sentaron relativamente cerca, y entonces Moody se aclaró la garganta.
          —Gilbert, ¿tiene algo que hacer después de clases? —preguntó.
          —¿Por qué lo preguntas? —dijo mientras le daba un bocado a una manzana.
          —Eh... bu... bueno... yo...
          Moody desvió la mirada hacia algo detrás de él, Gilbert extrañado se giró para ver qué era lo que estaba mirando, nada más volverse notó como las chicas giraban la cabeza todas a la vez hacia el otro lado... demasiado sospechoso.
          Gilbert frunció el ceño, ¿qué es lo que se traían entre manos?, decidió que para descubrirlo lo mejor sería seguirles el juego.
          —Tengo algo de tiempo antes de volver a casa —contestó.
          —Gilbert —Ruby apareció tan de repente junto a su mesa, que no pudo evitar dar un respingo.
          —¿Si? —preguntó mirándola confuso. ¿Cómo había llegado tan rápido?
          —Me preguntaba si podrías acompañarme a casa después de la escuela —contestó Ruby toda dulzura, ¡si hasta aleteó las pestañas!
          Gilbert carraspeó.
          —Lo siento Ruby, pero justo acabo de quedar con Moody después.
          —¡Oh!, por eso no hay problema, acompaña a Ruby —dijo el aludido rápidamente.
          Miró a Moody de soslayo arqueando una ceja. Así que de eso se trataba.
          —Me sabe mal, dejarte de lado, parecía que tenías algo importante que decirme. —Fingió preocuparse.
          —Eh... no, verás... —Moody empezó a sudar nervioso, y no paraba de mirar hacia las chicas que estaban a su espalda.
          —¡Se ha visto un lobo! —añadió Ana alzando la voz—, es solo un rumor, pero por eso Ruby necesita que la acompañes —al momento Ana y Diana aparecieron al lado de Ruby.
          —¿Un lobo? —preguntó divertido—, que yo sepa no hay lobos por esta zona.
          —Lo cual no quiere decir que no pueda haberlos —dijo altanera.
          Gilbert asintió apreciativamente concediéndole la razón.
          —Está bien, si hay lobos, habrá que acompañar a estas señoritas, no sea que se topen con él y les dé un soponcio.
          —¡A mí no me dan soponcios! —se quejó Ana—, además, no me asusta ese rumor.
          —Eso seguro —sonrió—, de todas formas me quedaría mucho más tranquilo velando por vuestra seguridad —dijo de forma solemne— Moody, tendremos que dejar lo que fuera que teníamos que hacer para otro día, hoy debemos escoltar a estas señoritas.
          —Eh... sí, claro.
          —Bien —dijo pensativo— tú casa está en la misma dirección que la de Ruby, así que la acompañaras, y yo lo haré con Diana y Ana, ya que también me viene mejor.
          —¡No! —exclamó Ana.
          En ese momento Gilbert se fijó en cada uno de ellos, Moody se notaba ansioso de salir de aquella pantomima, Ruby lucia totalmente abatida, Diana miraba con preocupación a Ana, y esta lo miraba echando chispas por los ojos.
          —¿No? —preguntó con el ceño fruncido—, ¿se te ocurre una idea mejor?
          —Por supuesto —dijo metiéndose un pelo suelto detrás de la oreja—. Ni a Diana ni a mi nos hace falta que nos acompañen, no nos da miedo ese rumor —y dirigiéndose a Moody añadió—, además, no te ofendas Moody, pero no te veo haciendo frente a un lobo.
          —¿Por qué no?, no soy ningún miedica —se quejó el aludido.
          Ana rodó los ojos y resopló exasperada, Gilbert apenas pudo contener la risa, Moody acaba de desbaratar la excusa de Ana.
          —Entonces todo solucionado —dijo sonriente.


          Ana se sentía totalmente impotente, el plan había sido un completo fiasco, ¿en qué momento le pareció que podría resultar?, estaba claro que Gilbert se había dado cuenta de todo.
          —No ha podido salir peor —se quejó apesadumbrada Ruby mientras se dirigían donde habían dejado sus almuerzos.
          —Tendríamos que haber supuesto que Moody no captaría las indirectas —contestó Ana.
          —Bueno, no creo que insinuar que es un cobarde haya sido una indirecta —discrepó Diana— creo que no has hecho bien al decir eso.
          —¿Pero que podía decir?, vosotras estabais calladas, al menos yo lo he intentado —suspiró.
          —Tendremos que anularlo —añadió Ruby cabizbaja.
          —¡No podemos hacer tal cosa! —Ana la miró con sorpresa.— No pienso reconocer delante de Gilbert que todo esto era una estratagema para que te acompañara a casa.
          —¿Crees que él no lo sabe? —preguntó irónicamente Diana.
          —Supongo que si —suspiró Ana—, pero no pienso darle la satisfacción de reconocerlo.
Ruby y Diana se miraron encogiéndose de hombros.

Descubriendo el amor (Anne with an 'e')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora