Capítulo IV

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Esto sí que no lo había esperado, Ana le estaba pidiendo algo, y lo miraba con tal desesperación que ni se le ocurrió negarse.
          —Claro —contestó, y se acercó al árbol para empezar a apagar las velas.
          Ana, rápidamente, se puso junto a él a hacer lo mismo, cuando terminaron, ella se quedó en silencio, se la veía muy nerviosa, ya que no paraba de retorcer las manos.
          El ambiente era incómodo, Gilbert carraspeó para romper el silencio.
          —Bueno, será mejor que vayamos a cenar —termino diciendo.
          Y entonces, vio con sorpresa, como los ojos de Ana se anegaban en lágrimas.
          —¿Ana?, ¿qué te ocurre?, ¿estás bien?, ¿te duele algo?
          Ana siguió llorando, y negó con la cabeza mientras sorbía por la nariz.
          Gilbert solo quería consolarla, hacer que dejara de llorar, ayudarla a olvidar lo que fuera que iba mal.
          —Ana, por favor, no llores, dime que es lo que pasa.
          Se acercó a ella, y la abrazó, no pudo pensar en sus acciones, solo obedeció a su instinto de consolarla, pero entonces ella lo apartó de un empujón, Gilbert la miro sorprendido, ella lo miraba con... ¿enfado?
          —¿Qué...? 
          —¡¿Tan malo fue lo que hice que ni siquiera vas a regalarme por navidad?! —gritó Ana.
          A Gilbert le pilló tan de sorpresa que al pronto no sabía que decir, ¿ella esperaba un regalo de él?, pero...
          —Pe-pero ¡si tú tampoco me regalas!
          —¡Esta vez sí!, pensaba que eran imaginaciones mías, pero no es así, realmente has cambiado con respecto a mí —sollozó—, aquí tienes —le lanzó un pequeño paquete que estaba al pie del árbol—. Feliz navidad Sr. Blythe.
          Y se escabulló rápidamente escaleras arriba.
          Gilbert se quedó allí, de pie, sin saber muy bien que hacer, habían alzado la voz, así que era más que probable que los demás los hubieran escuchado, y si ese no era el caso, estaban tardando mucho en unirse a la cena.
          Justo en ese momento entró Marilla en la habitación.
          —¿Dónde está Ana?
          —Ehm...ha subido arriba —sonrió nervioso—, imagino que ha debido olvidar algo.
          Marilla lo miró escéptica.
          —¿Está todo bien entre vosotros?
          Estupendo, los habían escuchado. Gilbert carraspeó incómodo e intento sonreír.
          —Bueno, ya sabe cómo es Ana, ha sido algo sin importancia.
          No sabía si había convencido a Marilla, pero esta no dio muestra de lo contrario.
          —La mesa ya está puesta, ¿serías tan amable de recordárselo a Ana? —sonrió.
          —Oh, sí, por supuesto Srta. Cuthbert.
          Seguramente Marilla quería que resolvieran el problema antes de sentarse a cenar.
          —Bien, si no te importa, nosotros iremos empezando, por favor no tardéis —. Y salió de la habitación.


          Ana se había derrumbado en la cama nada más entrar a su habitación, las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, no podía bajar en ese estado, ¿Qué pensarían Marilla y Mathew? seguramente vendrían a buscarla en breve, tenía que intentar serenarse antes de que eso ocurriera.
         Y en cuanto a Gilbert... ¿qué estaría pensando de su estallido?, aunque en aquel momento le había parecido totalmente justificado, ahora lo veía un tanto exagerado, pero aun así se sentía muy mal, él había dejado clara su actitud de indiferencia... no eran imaginaciones suyas, Gilbert Blythe, el que fuera su mayor y mejor rival, ya no quería saber nada de ella, y el sólo pensar en eso, sus ojos volvían a anegarse en lágrimas. ¡Estúpido Gilbert!, no debía pensar más en él...
          Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos, se incorporó sentándose en la cama, seguramente sería Marilla.
          —Adelante —dijo sin disimular su voz nasal causada por el llanto.
          Para su sorpresa, quien entro, no era Marilla, si no Gilbert.
          —¿Qué estás haciendo aquí?
          —La Srta. Cuthbert me pidió que te recordara que bajaras a cenar.
          Gilbert, al contrario que antes, se veía muy nervioso.
          —Avisada pues, ya puedes irte.
          Él siguió en el umbral de la puerta con expresión compungida.
          —Ana, no quiero que estemos así, no entiendo porque estas tan enfadada conmigo —. Gilbert dio unos pasos en su dirección.
          Ana respiró profundamente para calmar el llanto, iba a intentar ser franca con él, ya que tampoco quería seguir así.
          —Quiero que las cosas sean como eran antes, cuando tú no me ignorabas, y nuestras miradas se cruzaban, y tú siempre me sonreías con esa sonrisa de superioridad que siempre...
          —¿De superioridad? —sonrió Gilbert incrédulo.
          —Eso mismo —zanjó Ana—, echo de menos nuestra rivalidad, ¿qué hice tan mal aquel día?
          Gilbert se quedó en silencio mirándola, finalmente se acercó un poco más.
          —¿Puedo? —preguntó indicando el lugar vacío al lado de ella en la cama.
          Ana asintió, y él se sentó, el corazón de Ana empezó a desbocarse por la proximidad de Gilbert, ¿pero que le estaba pasando?
          —Bien..., a ver por donde empiezo... —Gilbert se pasó la mano por la cabeza, haciendo que sus rizos se desordenaran aún más.— Regresando a lo primero que has dicho, yo no quiero que las cosas vuelvan a como estaban antes. —Se volvió hacia ella y levanto una mano a modo de silenciarla.— Y espera que termine de decirte lo que quiero antes de empezar a replicar —sonrió—,  segundo, ¡no te sonrió con superioridad!, esa es mi sonrisa, y no tiene nada que ver con la rivalidad que tanto parece que te gusta —añadió con una sonrisa sesgada—, y tercero, lo que me molesto aquel día fue que me sentí como un idiota..., jamás pensé que me preguntabas para dar información a... a... Ruby, creía que... —él volvió a sonreír, pero esta vez de forma nerviosa—, veras Ana, yo..., yo pensaba que eras tú la que quería saberlo. —Y entonces la miró directamente.

Descubriendo el amor (Anne with an 'e')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora