Capítulo III

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Ana apenas había podido dormir esa noche, no podía sacar de su cabeza la expresión de desilusión de Gilbert, y aún menos, como la miraba cuando la forzó a levantar la vista para verlo.
          Aunque en aquel momento no llegará a admitirlo, sabía que de haberle dado un beso, ella le habría correspondido, y era eso lo que la tenía tan preocupada... ¿Por qué habría querido besarla Gilbert?, aunque quizás no fue así, tal vez sólo se lo pareció a ella, pero...¿Por qué ansiaba tanto ese beso?, esa era la verdadera cuestión.
          Ya estaba cerca del punto de encuentro que habían acordado las chicas para que les contara lo sucedido antes de ir a la escuela. Ana estaba nerviosa porque no sabía bien que decirles, aunque supuso que lo mejor sería contar simplemente los hechos, sin mencionar expresiones o sensaciones.
          Fue la última en llegar, las demás estaban ya allí esperándola. Ruby fue la primera en acercarse a ella.
         —¿Y bien?, ¿pudiste preguntarle?, ¿qué fue lo que te dijo?, ¡Oh, Ana!, estoy que no vivo desde ayer.
          Ana sonrió a Ruby, y enlazando su brazo con el de ella, se acercó al resto del grupo, que rápidamente se apiñaron a su alrededor.
          —Efectivamente pude realizarle dicha pregunta, y es una enorme satisfacción informaros de que su respuesta, aunque no esperada, ya sabéis que pensaba que jamás contestaría, los chicos no suelen hablar de este tipo de cosas, ¡y menos con las chicas!, y el hecho de que yo le preguntara, y además, de forma tan directa, es del todo inusual, por lo que si en vez de contestarme me hubiera dejado allí, no hubiera sido del todo improbable, puesto que...
          —Ana —intervino Diana— te vas por las ramas, ¿qué dijo?
          Las miradas de todas las chicas estaban puestas en ella, la miraban impacientes, bueno, Josie Pye la miraba con desde como solía hacer, así que decidió contestar, a pesar de que sintió como si le clavaran algo en el pecho cuando lo hizo.
          —Quiere tener novia, ahora.
          La euforia estalló con risas y palmas, Ruby la abrazó dándole las gracias, pero mientras más felices se veían las demás, más triste se sentía ella.
          Empezaron a andar para la escuela, Diana se puso junto a ella, quedándose un poco rezagadas, Diana enlazó el brazo con el suyo y la miro seria.
          —Ana... ¿qué más pasó con Gilbert?, te conozco y sé que ocultas algo.
          —Diana, realmente no pasó nada, pero me siento tan mal..., creo que le hice daño, pero no se me ocurre porque.
          —Cuéntame, ¿Por qué crees que le hiciste daño?
          Ana respiró profundamente y se paró para poder ver a su amiga de frente.
          —Al principio se veía muy feliz, pero en cuanto se enteró de que la información era para Ruby...
          —¿Le dijiste que era para Ruby? —la interrumpió Diana.
          —Si, ¡ya sé que no debería haberlo hecho!, pero me miraba de una forma...
          —¿Cómo te miraba? —Diana parecía súper ilusionada por la respuesta.
          —¡¡Me miraba como si fuera algún tipo de postre exquisito!!
          —¡Oh, Ana!, ¿por eso le dijiste lo de Ruby?
          —¡Claro!, no sabía que más hacer, era una situación incómoda en demasía, y justo después de decirle eso, su actitud cambió y se fue a casa.
          —¿De qué forma cambió?
          —Puso cara de desilusión, cómo un niño al que le hubieran quitado su juguete favorito... ¡Oh, Diana!, ¿qué pudo haberle causado daño a Gilbert?, no dejo de preguntármelo desde ayer.
          Diana sonrió y empezó a caminar otra vez, Ana la alcanzó y se puso a la par.
          —Ana, creo que a Gilbert le gustas.
          «Otra como Cole» pensó Ana a la vez que ponía los ojos en blanco.

          Gilbert la evitaba, o al menos eso le había parecido esas dos últimas semanas, quizás lo que pasaba era que estaba más consciente de él, y por eso se lo parecía, pero la sensación de que la evitaba era cada vez más fuerte.
          Él ignoraba la rivalidad que siempre habían tenido, tampoco intentaba hablarle, pero sobretodo, ya no se cruzaban sus miradas... jamás en su vida hubiera imaginado que echaría tanto de menos aquellos cruces de miradas, y la correspondiente sonrisa de Gilbert al hacerlo.
          Nadie a parte de ella parecía darse cuenta, porque no es como si no le hablara, lo hacía, pero sólo cuando era necesario. Lo cierto era, que lo echaba de menos, y muchas noches se dormía pensando en aquella tarde en la que creyó que iba a besarla.
          En cuanto a Ruby Gillis y sus avances con Gilbert... habían sido más bien escasos, él la trataba con cortesía, pero nada más, incluso casualmente siempre tenía compromisos que atender cuando surgía la posibilidad de quedarse con ella a solas.
          Ana no podía evitar alegrarse de que fuera así, aunque por otro lado se entristecía por pensar de esa forma, era como si traicionara a Ruby.

          Pronto llegó Nochebuena, y como el año anterior, Marilla había invitado a Gilbert ya la familia de Bash a cenar a casa para celebrarla. Gilbert la última vez le dio un detalle, y deseaba con todas sus fuerzas de que este año también lo hiciera, ella por su parte lo haría, quería que las cosas volvieran a cómo eran antes, así que como no sabía tejer, ni tampoco pintar, había estado trabajando en un micro relato.
          En breve llegarían los invitados, y aún tenía que envolver el micro relato y vestirse, en esto último puso especial esmero, cepilló su pelo hasta que lucio lustroso, y se lo recogió en sus dos trenzas características, sólo que en esta ocasión las dejo menos apretadas y se sacó varios mechones del flequillo. Se vistió con su vestido más bonito, o mejor dicho, su único vestido bonito, y bajo para ayudar con los últimos preparativos.
          —Vaya Ana, que guapa estas —dijo Mathew al verla.
          —Gracias Mathew, tú también te ves espléndido —sonrió.
          —Dejad de agasajaros y preparad la mesa, tienen que estar a punto de llegar —recordó Marilla.
          Mientras terminaba de colocar los cubiertos, escuchó como golpeaban a la puerta, Ana notó que se le subía el corazón a la garganta, terminó y se acercó al salón a saludar.
          Allí estaban los tres, Bash con su esposa y Gilbert, el cual estaba muy apuesto, y por primera vez en días sus miradas se cruzaron, Ana sonrió, pero Gilbert miró a Marilla que en ese momento le decía algo.
          —Vaya, vaya, ¡si es la encantadora Ana de las Tejas Verdes!, estás muy guapa, ¿verdad Gilbert? —saludó Bash.
          Gilbert entonces la miró.
          —Hola Ana, estás muy guapa.
          —Gracias... —Aunque la había halagado, no parecía que fuera de corazón.— ¡Vosotros también!, en especial usted Sra. Mary, ¡ese vestido es exquisito!
          Pronto empezaron todos a hablar, y Ana se acercó a Gilbert.
          —Bueno, imagino que tendréis hambre, ¿pasamos a la cocina? —sugirió Marilla.
          Gilbert se dispuso a seguir a los demás, el año anterior la ayudó a apagar las velas del árbol y fue cuando aprovechó para darle el regalo, pero parecía que éste año, esa no era su intención. Ana se puso muy nerviosa, y lo asió del brazo para detenerlo, él, se giró para verla.
          —Espera, ayúdame con las velas del árbol, por favor —le pidió Ana.

Descubriendo el amor (Anne with an 'e')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora