Capítulo XI

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Durante el resto de las clases, Ana evitó mirar en dirección a Gilbert, no quería volver a ver esa cara de satisfacción que había puesto cuando su plan se fue al traste. ¿Cómo podía estar enamorada de él si lo único que le apetecía era volver a estamparle la pizarra en la cara?
          Por otro lado se sentía un poquito feliz de que hubiera conseguido librarse de acompañar a Ruby, pero la enervaba el saber que había perdido contra él.
          Cuando Marilla le habló sobre el enamoramiento no mencionó lo complicado que era, a veces seguía dudando si lo que sentía por Gilbert era realmente amor. Tenía que serlo, todo indicaba que era así, ya que el simple hecho de pensar, que iban a volver juntos a casa, hacía que se le desbocara el corazón.

          Cuando las clases terminaron, se dirigió junto a Diana y Ruby al recibidor para ponerse las ropas de abrigo.
          —¿Qué es lo que ha pasado durante el almuerzo con Gilbert?
          Ana se giró para encontrarse con Josie Pye.
          —Estábamos intentando que Gilbert acompañara a Ruby a casa —contestó.
          —Pero no ha habido suerte —añadió Ruby—, al final acompañará a Ana y Diana.
          Josie frunció el ceño.
          —Que "desafortunado" giro de los acontecimientos —dijo haciendo especial hincapié en la palabra—. Toda una tragedia para Ana, ¿no? —arqueó las cejas mirándola.
          Ana la miró confusa, ¿qué estaba insinuando?
          —Lo cierto es que sí, ha sido totalmente desafortunado, ya que "yo", ni necesito, ni quiero que me acompañen —le espetó cortante.
          Josie sonrió con malicia.
          —Ya se te nota lo afligida que estás —y con esto se dio la vuelta y se fue.
          Diana se acercó a Ana con expresión preocupada.
          —¿Qué ha querido decir?
          —No estoy del todo segura —contestó—, lo único que sé, es que Josie está ansiosa por hacer daño.
          —No le hagas caso —añadió Ruby—, sé que tus intenciones eran buenas cuando ideaste todo esto —sonrió.
          —La próxima vez lo conseguiremos —dijo Ana convencida.
          —Shhh..., va a oíros —susurro Diana—, se está acercando.
          En ese momento llegó Gilbert junto Moody, hablaban animadamente mientras se abrigaban para salir.
          —¿Vamos? —preguntó Gilbert mirando hacia ellas.
          Ambas asintieron con la cabeza, y salieron fuera. Ya en el exterior se despidieron de Ruby y Moody, y emprendieron el camino hacia sus casas.
          Mientras caminaban, Ana prefirió no participar en la conversación que mantenían Gilbert y Diana. Se sentía muy nerviosa ya que cuando dejaran a Diana en su casa, ellos se quedarían a solas.
          No tardaron en llegar a casa de los Barry, después de todo no estaba lejos de la escuela.
          —Bien —empezó Gilbert—, una señorita menos que proteger del lobo —sonrió.
          —Gracias —contestó Diana divertida—, de todas formas lo del lobo es un rumor absurdo —dijo mientras miraba a Ana —. Pero agradezco tu preocupación.
          —No tienes por qué hacerlo, ha sido un placer —y llevando la mano a su gorra se despidió.
          —¡Hasta mañana Ana! —exclamó Diana mientras se alejaba.
          —¡Adiós! —contestó.
          En cuanto dejaron atrás la casa de los Barry, Gilbert empezó a reír. Ana lo miró confusa.
          —¿Qué pasa?, ¿de qué te estas riendo?
          —En serio Ana... ¿un lobo? —Gilbert se secó una lágrima que se le había escapado por la risa.— ¿No se te ocurrió nada mejor?
          —No sé de qué me estás hablando —contesto de forma obstinada a la vez que sus mejillas empezaban a teñirse de rojo.
          —¿Vas a seguir con esta farsa? —preguntó incrédulo—. ¡Sé perfectamente que querías engatusarme para que acompañara a Ruby! —continuó divertido.
           Ana se sintió arder las orejas y mejillas por la vergüenza, al final tendría que reconocer su plan delante de él.
          —¡Oh!, está bien —resopló dándose por vencida—, pero si sabías que era una estratagema, ¿por qué nos seguiste el juego?
          —Quería saber hasta dónde llegaba —sonrió—. Pero me sorprende que te prestaras a ello sabiendo que no siento ningún interés por Ruby.
          Ana notó como se ruborizaba aún más, Gilbert había dejado claro que no sentía nada profundo por Ruby, pero ella era su amiga, y quería ayudarla.
          —Quiero ayudarla —terminó diciendo tímidamente.
          Gilbert dejo de sonreír y la miro apenado.
          —Ana, sé que quieres a Ruby, y que tu intención es ayudarla, pero de esta forma no lo estás haciendo.
          Ana asintió y noto como se le empezaban a acumular algunas lágrimas en los ojos, se los frotó con el dorso de la mano para evitar que salieran.
          —¿De qué forma puedo ayudarla entonces?
          Él se aproximó a un tronco caído, y después de sacudir la nieve acumulada encima se sentó, le hizo señas para que se sentara también, pero Ana sacudió la cabeza de forma negativa, se sentía más segura de sí misma manteniendo un poco de distancia.
          —Creo que deberías sincerarte con ella —contestó Gilbert—, debes decirle lo que piensas de verdad. —la miró un poco nervioso a la vez que apoyaba un pie en el tronco posando el brazo sobre su rodilla.— Sé que es raro que yo pregunte esto, siendo yo el implicado, pero... ¿crees que Ruby tiene posibilidades de que...? bueno, ya sabes —continuó incómodo— de que yo...
          —De que te enamores de ella —añadió Ana cabizbaja.
          —Si —carraspeó nervioso—, eso mismo.
          Ana sabía la respuesta claramente, él no se interesaría por Ruby, lo tenía muy claro. Gilbert tenía razón, debería desalentar a Ruby para que en un futuro no sufriera más de lo necesario, pero era tan difícil.
          —No creo que tenga posibilidades —admitió afligida.
          Gilbert asintió, se le veía nervioso, la seguridad que emanaba de él antes, había desaparecido.
          —Bueno.
          —Bueno —contestó ella.
          Y se quedaron mirándose sin decir nada más.

Descubriendo el amor (Anne with an 'e')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora