Capítulo XVI

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Gilbert había tardado más de lo que había previsto en hablar con la Srta. Stacy. Apresurado se dirigió hacía el camino que atravesaba el bosque, esperaba que Ana aún estuviera allí. Cuando empezó a acercarse, pudo ver la figura de ella agachada en cuclillas mientras hacía algo en la nieve.
Se acercó sigilosamente y echó un vistazo a lo que la tenía tan entretenida, había hecho lo que parecía un pequeño muñeco de nieve.
          —¡Ya estás listo! —exclamó Ana hablándole a su creación—. Mi intención era que hubieras sido más grande, pero no me gusta dejar las cosas a medias, y no me habría dado tiempo a terminarte, ya que Gilbert debe estar a punto de llegar...
          —De hecho, he llegado justo ahora —contestó Gilbert por encima de Ana.
          Ana dio tal respingo, que perdió el equilibrio y termino cayendo sobre su trasero en la nieve. Gilbert no pudo sofocar una carcajada, y ella, aunque en un principio lo miró furiosa, pronto se unió a su risa.
          —¡Me has asustado! —lo acusó riendo a la vez que le tiraba un puñado de nieve.
          —¡No me había dado cuenta! —Esquivó riendo el ataque, seguidamente se acercó a Ana y le tendió la mano.— Deja que te ayude.
          —Gracias. —Tomó su mano para ponerse en pie.
          Gilbert tiró de ella hacía arriba con tanto ímpetu que perdieron el equilibrio y esta vez fue él el que cayó de espaldas con Ana encima.
          —¡Desde luego no se te da bien el rescate de doncellas en apuros! —Rio Ana a la vez que intentaba incorporarse.
          —Quizás ahora mismo encaje más en la definición de doncella en apuros que en la de caballero.
          Y rompieron a reír otra vez. Ana seguía intentando levantarse, pero con la nieve, la ropa de abrigo y las faldas se habían convertido en un verdadero embrollo, a eso, sumado el hecho de que no paraban de reír, el ponerse en pie estaba siendo una tarea realmente complicada. De todas formas a Gilbert no podía importarle menos, se sentía como si estuvieran abrazándose, y ver a Ana toda ruborizada y sonriente era más de lo que podía desear..., bueno, podía desear más, pero con aquello se conformaba.
          Finalmente pudieron separarse, Ana estaba despeinada, y con las mejillas aún arreboladas, empezaron a sacudirse la nieve.
          —Pensaba que nunca podría levantarme, ¡me duele el estómago de tanto reír! —dijo Ana alegre.
          —Ha sido muy divertido —contestó riendo también.
          Ana tenía aún mucha nieve sobre la cabeza, así que antes de pararse a pensarlo alargó la mano y se la sacudió con delicadeza.
          —Ya... ya puedo hacerlo yo misma —contestó ella totalmente ruborizada.
          Gilbert asintió y nervioso se separó de ella, pero continuó mirándola, estaba realmente preciosa, podría quedarse viéndola todo el día.
          Se sumieron en un silencio incómodo, ninguno de los dos sabía que decir, Ana se veía nerviosa, aunque él también se sentía así, quizás ella también lo había notado
          —Bueno... —empezó Ana—, ¿qué es lo que querías contarme?
          —Sí, bueno... —carraspeó—, quería decirte que a partir de mañana voy a irme unos días a Charlottetown...
          Ana asintió con la cabeza.
          —¿Cuántos días?
          —No lo sé, quizás un par de semanas.
          —Por eso hablabas con la Srta. Stacy...—Se quedó mirándolo pensativa.— Supongo que le habrás pedido que te adelante la tarea, ¿no?, al menos eso es lo que yo hubiera hecho de estar en tú lugar, pero... ¿por qué te tienes que ir ahora?, no es que intente persuadirte de que no te vayas, aunque se te va a echar de menos..., no es que yo te vaya a echar de menos —aclaró ruborizada—, me refiero a Avonlea en general. De todas formas siento curiosidad por el motivo... pero entendería que no quisieras contármelo... aunque si solo es por un par de semanas no será algo que...
          Gilbert empezó a reír.
          —Solo voy para ayudar unos días al doctor y así asegurarme de que eso es lo que quiero hacer en el futuro. —Le sonrió dulcemente.— A mí tampoco me agrada alejarme mucho tiempo de...—carraspeó—, de Avonlea.
          —En cualquier caso, gracias por contármelo.
          —No hay de qué..., no quería que pensaras que te estaba ignorando otra vez. —La miró sonrojado.
          Ana también se sonrojo. Y volvieron a quedarse en silencio. Gilbert empezó a pensar en algo de lo que hablar, ya que no quería separarse de ella aún. Ana se entretenía sacudiéndose otra vez la ropa de los restos de nieve de antes.
          —Ana. —Esta alzó la vista para mirarlo.
          —¿Si?
          —¿Qué ha pasado con las chicas hoy? —pregunto con el ceño fruncido.
          Ana empezó a ruborizarse otra vez.
          —Oh..., solo un malentendido, nada por lo que debas preocuparte. —Sonrió quitándole importancia.
          —Pero... ¿estás bien?
          —¡Sí!, claro que sí.
          Gilbert asintió, sea lo que fuera lo que había pasado, Ana no quería contárselo, así que decidió no insistir más.
          —Bien, ya sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.
          —Gracias, pero de verdad que no es nada.
          —Vale.
          —Si... —Ana cogió aire y sonriéndole nerviosamente añadió:— Será mejor que me vaya ya, no quiero preocupar a Marilla y Mathew.
          —¡Oh!, sí, claro... —carraspeó también nervioso—, ¿quieres que te acompañe?
          —No es necesario —añadió apresuradamente—, espero que te sea de mucha utilidad tu estancia en Charlottetown. —Y le tendió la mano a modo de despedida.
          Gilbert, la miró un poco sorprendido, pero enseguida le estrechó la mano sonriente.
          —Hasta pronto —Se despidió con una sonrisa sesgada mientras aún le sujetaba la mano.
          —Si, hasta pronto. —Deshizo el apretón separándose totalmente ruborizada.— Me voy ya... —y dándole una última mirada se apresuró camino a Tejas Verdes.
          Gilbert se quedó allí viéndola marchar, y solo cuando desapareció de su vista, emprendió camino hacia su casa... definitivamente si no quería precipitar las cosas, hacía bien en irse unos días.


          Ana no conseguía quedarse dormida, demasiadas cosas en la cabeza, si Gilbert no pensaba que era un tomate viviente, era un milagro, no recordaba haber estado más ruborizada en su vida, ¡seguro que él se había dado cuenta!, si solo de pensar cuando habían estado enredados en la nieve sentía arder las mejillas... ¿Cómo iba a poder dormir si no hacía otra cosa que revivir lo sucedido aquella tarde?, había sido mágico, como si fuera un sueño, sentirse entre sus brazos, mirándose, riéndose... ¡necesitaba gritar de emoción!, así que hundiendo la cara en su almohada dio unos grititos mientras pataleaba nerviosa.
          Y justo ahora, cuando por fin había aceptado sus sentimientos por él, Gilbert se tenía que ir..., debería haberle dicho claramente que lo echaría de menos..., pero por culpa de la vergüenza no había sido capaz, quizás era mejor que se fuera unos días, durante ese tiempo se calmarían las cosas con las chicas, y seguramente cuando Gilbert volviera, estarían bien, igual que antes.
          Ana giró por enésima vez en la cama para cambiar de postura, pero en esta ocasión, consiguió quedarse dormida.

Descubriendo el amor (Anne with an 'e')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora