Durmiendo con la luna

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Canción del (ex) grupo Elefante. Momento de inspiración. "Bien por ti Fabricio"

Mis amigos me dijeron que era mejor dejarla; los amigos y sus excelentes consejos, ya que ellos no sentirán el dolor que nos provocará dejar a la persona que tanto amamos. Se que si me negó al que era su "novio" puede negarme otras cosas. Y haberme traicionado demuestra que no me ama como me dijo y que yo no soy el único en su vida como MUY BIEN me hizo creer. En verdad no entiendo cómo es que yo siendo tan cariñoso y romántico me tienen que pasar estas cosas tan jodidas. Porque son cosas jodidas. Cuando el amor es verdadero no se necesita a otra persona. Continuando con los consejos de mis amigos: "Fabricio hijo de puta!! Olvidala" "ya vendrá otra mejor" "alguien te sabrá apreciar" "dejala wey, no vale la pena" "es una niña de 15 años ¡cabron! ¡DEJALA! QUE SE VAYA A LA MIERDA JUNTO CON SUS MENTIRAS" "¡ERES HOMBRE! ¡LOS HOMBRES NO LLORAMOS POR LAS MUJERES!" "TEN ORGULLO TEN DIGNIDAD"...

(Suspiro), tengo que bajar la mirada ya que esos consejos jamas los podré escuchar. No puedo. No quiero. Si regresé a ella fue por algo, no creo que las cosas pasen solo porque sí, hay una razón. Lo siento, lo pienso, lo creo.

Todo se había ido junto con ella, mi dignidad, mi orgullo, mi carácter. Y para comprobarlo, debo aceptar que la fui a buscar.

Me senté enfrente de su colegio, cuando por fin la vi salir, decir que era hermosa sería poco, no alcanzarían todos los elogios juntos para expresar la belleza que es. Tenia en su cabello castaño un moño rojo, haciendo referencia a su falsa inocencia, a su 'supuesta' ingenuidad. Corrí tras ella (la metáfora de mi vida) y la tome del brazo. Su rostro no tenia aquella sonrisa de hace un momento, me hubiera gustado pensar que era una mirada de sorpresa y NO de odio. Sus amigas me miraron con cara de decepción y de miedo, como si hubieran visto a un fantasma. ¡AH, NO! ¡CORRECCIÓN! Claro que era un fantasma. A lado de ella es lo que siempre fuí, un fantasma, un alma en pena que no merecía su amor. Sólo era el viento que jugaba con su cabello, las manos que tocaban su piel, los ojos que se perdían ante su presencia, los labios que rozaban los suyos. Solo era eso. Un ser invisible. El ser que jamas existió en su muy gratificante vida.

Ella no quería hablar conmigo. Por alguna extraña razón ella no quería saber más de mi. Debería ser al contrario. Yo debería odiarla y maldecir el día en que la amé. Pero no es así. Jamas podría odiarla. Cualquiera que la conozca sabe que no podemos odiarla. Es...es..casi imposible.

Me costó mucho convencerla para que me dedicara tan solo un momento. Quería estar con ella, mirarla sin presiones ni sobresaltos. Se subió a mi carro (tuve que comprarme uno para estar más tiempo con ella, odiaba andar en autobús). Le dije sin rodeos que la amaba, que haberme mentido no cambió nada de mis sentimientos, que no tenía porque alejarse de mi. Al decirle eso la miraba con toda la nostalgia que mis ojos podían expresar. No tenia que fingir, en verdad estaba devastado. En cambio la mirada de ella era tan perturbadora que dejaba ver la maldad que traía dentro. Sin decir ninguna palabra más aceptó regresar conmigo.

Creo que no es necesario mencionar lo que pasó después, fuimos a mi casa e hicimos el amor como tantas otras veces. Su cabello caía como una cascada sobre sus hombros. Me acerqué a ella y le acaricié con ambas manos su pequeño y bello rostro mientras que le rozaba los labios con los mios. Tirados en la cama como dos amantes viejos nos abrazamos y besamos sin la presencia del deseo y de la lujuria. Era amor, dulzura y romanticismo. Yo a su lado la veía dormitar, acariciándole su cintura, sus brazos, sus caderas, sus piernas, mis dedos se enredaban en su cabello, como mi amor se enredó en sus palabras y en sus juramentos. En la boca donde hace tres días salían verdades oscuras, ahora solo dibujaba una pequeña sonrisa.

Sabia que aunque tenía novio ella me prefería a mí, prefería pasar el día a mi lado. Ella me amaba, a su manera pero me amaba. Por un momento su tierna mirada se clavó en las heridas de mis brazos, las acarició y volvió a mirarme. Sus ojitos estaban a punto de dejar escapar unas lágrimas, no quería verla llorar y menos en nuestra reconciliación, así que la estreche entre mis brazos susurrándole dulces palabras llenas de ilusión y esperanza. Aunque fue inútil, ya que ambos lloramos como niños perdidos, aferrados al cuerpo de nuestra perdición. Yo a ella y ella a mí.

En la más cruda oscuridad de mi habitación, esa mañana parecía una noche y el cielo había bajado a mi Luna para que me salvara una vez mas de mi locura y mi tristeza.

Apocalipsis Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora