Seis Metros Bajo Tierra 2

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Me vestí con lo más decente que encontré en mi closet, supuse que si la nena estaba pasando por un momento difícil alguien de su familia debe estar con ella, así que no quisiera que me vean en fachas indecentes.

Con la mente perdida llegue al lugar donde me cito Mariana. Sus 18 años no le sentaban nada mal. La salude y sin desperdiciar ni un momento más le pedí que me llevara con Luna, ella sin negarse y comprenderme perfectamente así lo hizo.

De repente ya estábamos enfrente de una casa color blanca y con las rejas de un color negro. Ella mirándome a ver y comprendiendo mis expresiones habló a la casa sin que se lo pidiera. Sentía que cada vez el corazón se me movía de un lado a otro por los tremendos nervios que tenia.

De pronto la puerta de la casa blanca se abrió, una cara familiar se asomó y pude comprobar que... Luna estaba en una silla de ruedas como me había dicho Mariana pero no por la razón que creía.. La nena bajó por una pequeña rampa hasta el caminito que se usaba para pasar hasta el otro lado de las rejas, supuse que vendría hasta mi pero no fue así, ella se detuvo y me miraba como tratando de entender el motivo por el cual yo me encontraba en la entrada de su casa, sin pedir permiso abrí la reja y me dirijí hasta ella... Me dolía sólo de darme cuenta lo fuerte que la había golpeado la vida a la pequeña; mirada escarchada y con unas aparentes ojeras violetas al rededor de sus ojos castaños, su piel estaba tan pálida que casi parecía estar transparente, sus labios ya no tenían aquel color carmín que podría enloquecer a cualquiera con tan sólo mirarla. Era bella eso no lo niego pero algo le pasaba a la pequeña que la estaba matando lentamente.

Cómo no me había dado cuenta? La tome entre mis brazos y la estreche en mi cuerpo, mis manos la cubrían completamente, estaba tan pequeña y tan frágil que tenia miedo de que se me rompiera entre las manos.

La anorexia y la bulimia de nuevo le estaban corrompiendo la vida, incluso esta vez era mucho más evidente. Le sostuve el rostro entre mis manos que en esta ocasión parecían sostener un cristal muy delicado, era como si hasta el viento fuera a lastimarla. Finamente mis labios se posaron en los de ella y en silencio nos llenamos con aquel beso tan dulce y cariñoso que sólo nosotros entendíamos.

La bese con miedo y tristeza, ambos sentimientos causados por la desdicha de que esta vez mi nena se me fuera a ir para siempre a seis metros bajos tierra.

Apocalipsis Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora