Eve acababa de salir de la casa de Nellamy. La madre de Alana y Chase podía ser una prostituta retirada, o eso alegaba, pero todavía sabía cómo engatusar a los hombres con los trucos más sencillos.
En esta ocasión, y no era la primera vez, insistió en que Eve tenía que ganarse la confianza de Chase para instarlo a que se hiciera el análisis de compatibilidad médica. Cada día que pasaba su salud se debilitaba todavía más; sí, las píldoras o inyecciones de vitamina ayudaban a mantenerla en pie, incluso la jodida diálisis, sin embargo, la vanidad de Nellamy era legendaria y odiaba pasar episodios que solo conseguían desmejorar su semblante y fuerza física.
—No me quiero morir, ¿comprendes, Eve? —le había preguntado dos horas atrás—. El malnacido de Chase tiene la capacidad de mover cielo y tierra si se lo propusiera para conseguir cualquier cosa. ¿Por qué te has distanciado de él?
Eve había suspirado, mientras se enredaba en el dedo una mecha de su cabello negro. Era un tic nervioso desde que tenía memoria.
—He cometido algunos exabruptos, y no me quiere cerca. Me casé con otro, no sé si lo recuerdas.
—Siempre te aconsejé que no te casaras, y que abortaras, pero fuiste tonta. No sacaste nada bueno, en especial cuando Chase empezó a hacer tanto dinero. Dios, me habrías servido para salir de puta y empezar a vivir como la reina que soy.
—Chase te pasa dinero, Nellamy, no seas dramática —había refunfuñado, porque conocía todas las triquiñuelas de la madre de Alana—. Tampoco es que hubieras sido su cheerleader número uno cuando más te necesitó.
La casa que Chase le había comprado a su madre era amplia, elegante y poseía en el segundo piso grandes ventanales que daban a un lago artificial que Nellamy insistió en querer tener en la propiedad. Eve no comprendía cómo la mujer podía ser tan lenta hasta el punto de ni siquiera intentar endulzar el camino con su único hijo vivo. Era más fácil conseguir propósitos con miel que con vinagre. Bien lo sabía Eve, al menos ahora era consciente a plenitud.
Después de ver las fotografías de la tal Alicia con el hombre que debería estar a su lado, y de nadie más, recibió un baño de brutal realidad. Salió de la estúpida burbuja en que vivió tantos años, creyendo que Chase sería incapaz de olvidarla e incluso dejar de lado la torcida relación que tenían... Lo de ambos era chantaje, dolor, traición y recuerdos amargos. ¿En qué momento castigarse mutuamente había cobrado una dimensión superior al amor que ella sintió alguna ocasión... y que quizá aún sentía? Sus graves errores tácticos del pasado iba a corregirlos.
—No te invité a mi casa para que hicieras recriminaciones, Eve. Quiero que me digas quién es esa mujerzuela con la que está saliendo. Su novia —había remarcado las palabras con los dedos a modo de comillas—, porque es la primera ocasión que deja de lado las juergas o las tipejas ocasionales. ¿Por qué me miras así? ¿Acaso crees que no sigo de cerca lo que hace Chase? —Eve había puesto en blanco los ojos—. Necesito saber si le está yendo bien para poder incrementar la cantidad que le pido cada tanto. Soy muy lista.
—No me hagas reír, Nellamy, eres todo menos lista —había replicado sin molestarse en sentir vergüenza por la grosería. La mujer perdió su respeto el día en que le sugirió abortar. Eve podía ser una perra, pero todas tenían un límite—, así que intenta no hacerme perder más el tiempo con esta reunión aburrida. ¿Qué quieres?
—Quiero que me digas cómo piensas conseguir que mi hijo se aleje de Alicia Krutcher, porque ella pone en peligro mi pensión mensual, tu vínculo con él incluso y de por vida, además de que podría tener poder en sus decisiones. Si ha conseguido que declare públicamente que están juntos, entonces la mujer es capaz de todo. Es demasiado raro que Chase quiera verse ligado a una sola persona.
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©Oscura redención (COMPLETA)
Любовные романыUna vida en las calles, la lucha constante por sobrevivir y una determinación de acero han convertido a Chase Beckett en una figura mediática de la que todos quieren un titular. Los fans de su equipo de hockey sobre hielo lo buscan por sus feroces j...