Agosto.
Casi al final del verano en Estados Unidos.
Maui fue un sueño. El maravilloso espectáculo que era el ocaso en Hawaii no tenía parangón y Alicia quiso tener más tiempo alrededor de las islas. Doce días construyó castillos de arena con Dax, nadaron en las aguas cristalinas con Maya, se bañaron en la piscina del resort en el que se habían quedado, hicieron hiking para explorar los alrededores, danzaron al anocher en las tradicionales presentaciones de los nativos hawaianos y se unieron a otros turistas.
Al caer la noche, terminaban rendidas; ya cuando Dax estaba profundamente dormido, Maya y Alicia, pedían cócteles a la habitación y se quedaban hasta altas horas de la madrugada conversando. Ese viaje había sido una catarsis para ambas. No había nada más magnífico que el contacto con la naturaleza para sanar la mente, pero también para aliviar el corazón.
Apenas regresó a la oficina, Alicia retomó los temas pendientes. Consiguió una pasante muy lista para que ayudase en la organización de eventos externos y también para hacer estudios de opinión con grupos focales. Su hermano todavía no entraba en la escuela, así que estaba inscrito en un curso vacacional de deportes, pintura, además de que continuaba practicando los días sábado hockey con Chase.
—Al... —le había dicho una noche, mientras cenaban.
—¿Sí?
—Chase me pregunta siempre por ti... —Ella tuvo que hacer una pausa para no atragantarse con el puré de patatas. Como no podía hablar, tan solo le había hecho a su hermano una señal con la mano para que continuase—. Le conté de nuestras vacaciones, y que la pasamos increíble, pero también que algunos hombres se te acercaban a pedir que tomaras cosas con ellos.
—Oh, Dax, eso no se cuenta. —Él se había encogido de hombros—. ¿Qué... Qué hizo Chase? —había preguntado sin poder contenerse.
—Solo pareció triste, hizo una mueca, y después empezamos a patinar —había murmurado—, pero cuando le pregunto por qué ya no viene a saludarte a casa, me dice que por ahora está trabajando en ser una mejor persona. ¿Qué quiere decir eso? Él es una gran persona, por eso es mi jugador preferido.
—Oh, Dax... —había murmurado conteniendo las lágrimas—, tan solo que está ocupado preparándose para la temporada.
—Ah, vale, pues ya después vendrá entonces, ¿cierto?
—Cierto... —había respondido porque no tenía corazón para hacer explotar la burbuja de alegría que representaba para su hermano el hecho de que Chase lo entrenase cada fin de semana, sin falta, y fuese su amigo—. Ahora, ¿qué te parece si me cuentas qué día vas a dejar que te haga cortar ese cabello alborotado que llevas?
—¡Uggg, Al, deja mi cabello en paz! —había dicho, y después empezó a cambiar el tema por uno más divertidos: los nuevos juegos de consola que quería, así como aprender a hacer slime de colores con escarcha.
Durante días la breve charla se repitió en su cabeza una y otra vez.
Aunque procuraba negarlo a ratos, lo cierto es que sentía el aguijón de los celos punzándola cada vez que revisaba el dossier de prensa de los Chicago Warrios, y encontraba a Chase, en fotografías o vídeos, con una mujer distinta del brazo en eventos público. Sabía que muchos eran coordinados por su propia agencia —no solo para él, sino todo el equipo de jugadores al completo, en coordinación con sus agentes, y mantenerlos así en la memoria del público hasta que diese inicio los entrenamientos de la nueva temporada de hockey—, a través de la gestión indirecta de ella con su equipo y el de Trentos, pero esa certeza no borraba el impacto de verlo con otra persona. Estaba fuera de su capacidad de aceptación.
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©Oscura redención (COMPLETA)
RomanceUna vida en las calles, la lucha constante por sobrevivir y una determinación de acero han convertido a Chase Beckett en una figura mediática de la que todos quieren un titular. Los fans de su equipo de hockey sobre hielo lo buscan por sus feroces j...