CAPÍTULO 4

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Un vestido de lino color rojo, una chaqueta elegante de bordes interiores planos sin botones, y zapatos de punta rojos se complementaban con el cabello acomodado en una trenza francesa. Llevaba un maquillaje profesional, y había decidido realzar sus labios con un tono fucsia suave. Necesitaba proyectar una imagen comprometida, juvenil, y responsable al mismo tiempo. Alicia quería que los ejecutivos notaran que poseía las agallas y ganas de contribuir a la meta de los Chicago Warriors: mejorar la reputación de uno de sus jugadores estrella.

Ese era el segundo día de una nueva semana, después de la inesperadamente prometedora cita con Garrick el domingo en la noche. Maya que se ofreció a cuidar de Dax, así que Alicia disfrutó la velada sin preocupaciones.

Estaba de excelente humor. Claro, sus tazas de café ayudaban muchísimo.

Sus tacones resonaron sobre el suelo de madera.

Salió del elevador y caminó hacia la recepción principal. No era la primera ocasión que pisaba esas instalaciones, y el impacto no había disminuido, ese estadio era un lujo de detalles espectaculares que incluían fotografías a gran escala de todos los jugadores activos, y también de aquellos que formaron parte de las primeras divisiones de los Warriors. También había una galería interior, que el padre de Brentt la llevó a recorrer, tiempo atrás, como cortesía por la amistad que tenía con su hijo, en la que se exhibía la réplica de los trofeos ganados desde los inicios de la franquicia. Cuatro copas Stanley relucían, una junto a la otra, en grandes vitrales.

Una de las visitas que hizo Alicia al Sword Arena fue con Kathrina y los ejecutivos del departamento de comunicación del equipo al iniciar conversaciones típicas previa a la contratación de los servicios de Push Fire. Después de una larga junta de casi tres horas, lo siguiente fue revisar el plan de trabajo trazado por la organización y ajustarla con ideas sobre las cuales la agencia podía trabajar. Lo último, y más importante que se desarrolló en una reunión aparte, fue la discusión de los honorarios, y bonificaciones.

—Buenos días, Karol —saludó Alicia, recordando el nombre de la recepcionista de la zona corporativa ubicada en el tercer piso de la organización.

Para generar empatía, en cualquier nivel corporativo, era importante aprenderse el nombre de la o las personas que tenían la clave a sitios de interés: la bodega, los camerinos, la salida de emergencia, la recepción, las asistentes personales, y todos aquellos contactos de menor rango que necesitaban un empujoncito con su ego para funcionar y ayudar. Así de básico, y así de fácil.

La mirada de Karol se iluminó. Punto de reafirmación para la teoría de los nombres que Alicia practicaba.

—Buenos días... ¿La relacionista pública de Push Fire? —preguntó como si estuviera disculpándose por no recordar cómo debía referirse a ella, pero consciente de que la credencial que portaba Alicia en la solapa de su chaqueta solo la llevaban personas que trabajaban para la NHL o un equipo autorizado.

—Alicia Krutcher —le sonrió estirando la mano, y la mujer la estrechó—. Tengo una reunión con Chase Beckett y su agente, Buck Kye, a las diez en punto de la mañana. —Miró su reloj de muñeca Cartier. No podía competir con la imagen de opulencia, sin antes emular una—. ¿Me puede anunciar, por favor?

—Oh, bueno —se aclaró la garganta—, lo cierto es que Chase tuvo un imprevisto. Me notificó que intentó contactarla, pero al no obtener respuesta él decidió continuar con sus actividades. Lo lamento.

«El hombre era cínico.»

Alicia creyó ver la pequeña burbuja de optimismo desvanecerse. Sabía que trabajar con Beckett no iba a ser sencillo, aunque no se imaginó que fuese a dejarla plantada en el primer día de trabajo. De ahora en adelante, lección aprendida, no pensaba darle el beneficio de la duda, y ni espacio para que la evitara.

©Oscura redención (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora