Cinco semanas. Tres días. Veinte minutos. Cincuenta segundos.
Ese era el tiempo exacto que llevaba Alicia sin saber de Chase; al menos personalmente. Los medios de comunicación, en cambio, parecían haber encontrado a su nuevo atleta consentido a quien le dedicaban titulares halagüeños y daban cuenta de su renovada imagen. Se había afeitado la barba, recortado el largo del cabello —aunque todavía mantenía sus rebeldes bucles—, acudía puntualmente a todas las galas más sonadas de la ciudad y a las fiestas más exclusivas; era la sensación del verano, ya no solo para los medios deportivos, sino también para los del corazón.
Chase se había convertido en el jugador mejor pagado de la NHL.
El contrato de permanencia con los Chicago Warriors tenía una extensión de siete años por un total de ciento cincuenta millones de dólares. A la par, aunque no vinculados en los mismos titulares, se había anunciado que la negociación para el pase de Yves Burrien de los L.A. Wings a los Warriors no se concretó porque el jugador así lo quiso, y también su equipo californiano le había hecho una oferta que lo llevó a firmar la renovación; pero, tal como muchos reporteros comentaban en los plató de televisión, ninguna oferta ese año superaría con facilidad a la conseguida por Chase.
Ahora, Push Fire era la aliada externa indefinida para el equipo de comunicación de los Chicago Warriors, a cargo de Trentos, gracias a la campaña exitosa de Alicia. Sin embargo, ese triunfo —al igual que la oferta de Kathrina de promover la idea de que ascendiese en calidad de socia de la empresa—, le sabía a poco. ¿De qué servía el éxito, el dinero y las brillantes recomendaciones, cuando ella no tenía al irreverente hombre de ojos oscuros a su lado?
No sabía si algún día podría superar la ausencia de Chase o cuánto tiempo se tomaría él para resolver su vida. Ella era consciente de que no podía suspender la suya, y Maya estaba de acuerdo.
—Han pasado muchas semanas, Al, y no tienes noticias directas de Chase —le había dicho el domingo anterior, mientras Dax estaba en casa de un amiguito. Ellas optaron por darse el gusto de disfrutar una comida en un sitio costosísimo, pero que tenían magníficas críticas culinarias—. Sé que duele, y no sé si te sea suficiente el consuelo de saber de que de verdad te ama; que prefiere lidiar con sus demonios que embarrar su relación contigo cuando sigue teniendo sombras del pasado que lo persiguen... Es momento de tomar decisiones.
—¿Cómo cuáles? —le había preguntado con un nudo en la garganta.
—Marca un tiempo. El verano está avanzado, la temporada de hockey está en pausa hasta casi inicios de septiembre que vuelven los entrenamientos, ¿y tú piensas recluirte en el trabajo y volver al mismo trajinar de siempre con Dax? Creía que empezar a salir, disfrutar de tu juventud era un objetivo a largo plazo. Ser una mujer emprendedora y joven, no significa olvidarte de divertirte y tener una vida sexual sana.
Alicia había asentido con la cabeza, algo distraída y apesadumbrada.
—No puedo acostarme con alguien porque...
—Lo sé —Maya había interrumpido y luego estirado la mano sobre la mesa para apretar con cariño la de Alicia—, porque no amas a otro hombre como amas a Chase. Intenta, entonces, empezar a hacer de cuenta que es probable que él nunca regrese a ti; quizá sus demonios son demasiado astutos y opresores. Las personas, en ocasiones, prefieren regodearse en el dolor porque están acostumbradas a él; porque no saben de qué otra manera vivir...
—Él me ama, Maya... Sé que va a volver a mí...
—¿Cuándo, Al? ¿Cuánto tiempo vas a esperarlo? Esta no es una historia de Penélope y su gran amor, Ulises, al que esperó por años. El tiempo corre, la vida sigue, y tu corazón tal vez nunca deje de amarlo, pero aprenderá a vivir de nuevas ilusiones.
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©Oscura redención (COMPLETA)
RomanceUna vida en las calles, la lucha constante por sobrevivir y una determinación de acero han convertido a Chase Beckett en una figura mediática de la que todos quieren un titular. Los fans de su equipo de hockey sobre hielo lo buscan por sus feroces j...