CAPÍTULO 10

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Desde la mesa, copa de vino en mano, Alicia lo observaba moverse con desenvoltura. El aroma de la mezcla que estaba en la olla era delicioso, y no podía negar que estaba sorprendida de saber que Chase tenía espíritu de chef. Suponía que era una de las varias facetas que no dejaba ver a menudo. O quizá, nunca.

En la cama, él era demandante, casi tanto como había descubierto que lo era ella; en el hielo, parecía una fuerza de la naturaleza capaz de destrozar todo a su paso para obtener su objetivo: ganar. Por supuesto que había visto incontables partidos de los Chicago Warriors. Alicia intentaba imaginarse un escenario en el que Chase pudiera sentirse dolido o afligido, y no lo lograba; parecía inmune a cualquier amenaza. ¿Cuál era su talón de Aquiles?—Huele estupendo, ¿me vas a decir finalmente qué estás cocinando? —le preguntó—. No me gustan las sorpresas cuando tengo hambre. —Dax llegaría en cinco minutos, y estaba tratando de elaborar en su mente una explicación coherente que no implicase una mentira.Él la miró esbozando aquella espectacular sonrisa que solía borrar la habitual expresión arrogante de Chase en una más cercana y cálida. Alicia podía entender el por qué las mujeres babeaban cuando él sonreía. Y, por supuesto, Buck sacaba provecho de ello a través de las negociaciones con auspiciantes importantes.—Lomo Stroganoff —le hizo un guiño—. Menos mal cuentas todos los ingredientes que una casa "normal" suele tener en el frigorífico.Ella asintió, y bebió la última gota de vino. Dejó a un lado la copa y se apoyó contra el respaldo de la silla alta cruzando los brazos.—Estoy a cargo de un niño de diez años, así que la comida chatarra suele ser un recurso de emergencia. —Él dejó a fuego lento la cocción, y chequeó que el arroz estuviera listo—. ¿En qué momento aprendiste a cocinar?Se giró hacia Alicia. Imaginaba que toda mujer tenía algún truco invisible para conseguir que un hombre perdiese momentáneamente el sentido. Él jamás se habría ofrecido a cocinar a alguien con quien estaba acostándose, simplemente, porque no permitía que la intimidad rozara esos escenarios, y porque revelaba lados de su vida que prefería mantener al margen. Con Alicia, inexplicablemente, experimentaba ganas de sorprenderla y mostrarle que no era el cretino. No sabía qué carajos estaba ocurriendo y las súbitas ganas de salir del apartamento lo invadieron.—Mi abuela me enseñó... —dijo como si careciera de importancia—. Yo era un adolescente en crecimiento, y practicaba hockey, necesitaba alimentarme bien, y no teníamos mucho dinero; éramos pobres. La poca comida que llenaba nuestra mesa tenía que ser medida, y también saludable. Nana quería que pudiese desenvolverme en la cocina en cualquier etapa de mi vida —se encogió de hombros—. Con el paso de los años, le tomé afecto a la idea de cocinar, porque descubrí que podía relajarme. Una lástima que tenga pocas oportunidades de hacerlo debido a mi agenda deportiva.Alicia procesó todo lo que estaba diciéndole. Asintió.—¿Tu abuela, en dónde vive?Chase bajó la mirada.—Falleció hace dos años... —Lo siento —murmuró Alicia—. ¿Tienes más familia? —preguntó.El brillo en la mirada de Chase, cuando la mencionó, era el mismo que solía tener ella cuando su padre la llevaba de paseo o le prestaba atención, mucho antes antes de darse cuenta que era un vulgar estafador y mentiroso. Imaginaba que el amor de ese hombre por su abuela era profundo.Él negó con la cabeza, mirándola con fiereza.—Mi hermana murió, años atrás, de Leucemia. No tengo familia —dijo, porque no consideraba a Nellamy bajo ese concepto—. Estamos el hockey y yo. Es todo lo que necesito para salir adelante o mantenerme enfocado. Alicia podía notar el dolor en sus palabras, pero también el mensaje detrás de esa última frase. A Chase le gustaba el acuerdo que tenían, y no pensaba a largo plazo. Ella quería pretender que no le afectaba el recordatorio, aunque después de haber estado en sus brazos y compartido tantas horas juntos resultaba difícil. No pensó demasiado, y se acercó para abrazarlo.—Me apena mucho saber eso, Chase. Sé que el hockey es tu vida, y espero que algún día puedas encontrar otra razón para sonreír como lo haces cuando estás sobre el hielo —susurró abrazándolo de la cintura. Lo sintió tensarse, aunque no la apartó; tampoco hizo amago de devolverle el abrazo. Alicia elevó el rostro hacia él—. Quizá, más adelante, podríamos ser amigos... Él le acarició los labios con el pulgar.—Solo quiero disfrutar este tiempo como pactamos, hasta ahora. ¿Ser tu amigo? No, Alicia, eso ya decidimos que no iba a funcionar. Los amigos no tienen ganas de tener sexo como nosotros.—Alicia se sonrojó, aunque trató de mantener una expresión de indiferencia. Prefería la brutal honestidad a las mentiras; y ese era Chase: brutal y honesto—. Puedo darte titulares optimistas y mantenerlos después de los eventos que tengamos —se acarició la barba recortada con estilo, en forma ausente —. No creas que esta brevísima muestra de domesticación es parte del trato, lo hago porque es consecuencia de las circunstancias, y me siento cómodo. Ella se rio. «Ah, aquí volvía el hombre que se protegía tras murallas de hierro.» Si él iba a fingir que el sexo entre los dos era increíble, pero que no existía de verdad una conexión especial, ¿quién era ella para sacarlo de su error? Los hombres eran como las mulas: entre más las empujabas, menos se movían.—No quiero que enfoques toda tu atención en mí —dijo ella con sarcasmo—, porque ¿qué ocurriría si eres tú quien pierde la perspectiva? —preguntó sonriendo, antes de apartarse. Prefería tomar la situación a la ligera. Además, me alegra que te sientas cómodo a mi alrededor, solo un detalle... —Él enarcó una ceja—. No te pongas demasiado cómodo. —Le hizo un guiño, y Chase soltó una carcajada. Se lo tenía merecido. Ambos sabían en qué terreno estaban pisando... o eso creían. ***Dax abrió los ojos desmesuradamente cuando su hermana lo recibió en el apartamento. No creía estar alucinando... Miró alrededor con expresión confusa. Y cuando ella le sonrió, el corazón empezó a palpitarle con rapidez. El hombre que estaba en la sala de su casa no era un holograma. ¿Verdad que no?—Cha...Chase Beckett —dijo Dax cuando su jugador favorito se acercó, mientras Alicia cerraba la puerta del apartamento—. ¿Cómo... Qué haces aquí? ¡Wooow! Esto es la bomba.Chase sonrió y estiró la mano. Dax la estrechó con un apretón firme, pero en absoluto comparado a la fuerza del invitado de esa noche.—Encantado de conocerte, Dax.—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó abriendo la boca en una O exagerada.Alicia sintió el corazón derretírselo de ternura, porque su hermano era un niño alegre, pero la ilusión que veía en su rostro en ese momento era única. Imaginaba que ella hubiera tenido una reacción similar si un día se encontraba a Drake en la misma situación, en ropa informal, y llamándola por su nombre. —Soy amigo de Alicia... —Dax miró a Alicia boquiabierto ante el hecho de que su hermana le había ocultado una información tan vital como aquella—, y estamos trabajando en un proyecto. —No era mentira—. ¿Está bien si vengo por aquí de vez en cuando? Eres el hombre de la casa después de todo —le hizo un guiño.Dax hizo una entusiasta afirmación con la cabeza.—Al —le dijo a su hermana—, ¿por qué no me contaste que vendría Chase Beckett a la casa? Le pude haber dicho a mis amigos de la escuela, ¡wooow! Alicia se rio.—Porque el proyecto es un secreto. No puedes contárselo a nadie. Ahora, ¿qué te parece si vas a lavarte las manos, dejas tus útiles escolares en la habitación, para que vengas a cenar? Así me cuentas tu día, y yo te hablo un poco sobre el mío. ¿Eh?—Ya cené...—Oh, una pena —intervino Chase dándole un mordisco a una manzana, mientras observaba el intercambio de los hermanos—, porque hoy cociné. No suelo hacer eso casi nunca —se encogió de hombros—, imagino que te lo perderás.Dax pareció recapacitar. No quería desperdiciar ningún momento con su jugador preferido. Y de hecho, lo que más deseaba era un autógrafo. ¡Estaba en su apartamento! ¡A poca distancia de él!—Sí... Vale... ¿Me podrías firmar tu jersey? —preguntó con inseguridad.—Después de cenar, claro.—¡Genial! —dijo con una amplia sonrisa y se perdió en el corredor que llevaba a las habitaciones del apartamento.Alicia se rio, y después miró a Chase. Le parecía sexy incluso la forma en que mordía una condenada manzana. Estaba enloqueciendo, definitivamente. Necesitaba aparentar indiferencia, porque él mantenía la guardia reforzada para que nadie fuese capaz de entrar a husmear en sus secretos. Al menos, Alicia ahora sabía que tuvo una hermana, y que no tenía familia una vez fallecida su abuela, Nana. No le mencionó nada de sus padres. Qué pesar no tener alguien que te quiera incondicionalmente y a quien recurrir para celebrar o llorar o buscar refugio. Ella tenía suerte al contar con Maya, y su pequeño hermano. Su familia no era tan amplia, pero los pocos miembros que vivían en Seattle se desentendieron de su existencia y la de Dax cuando su padre fue expuesto en todos los medios de comunicación. En lugar de tener esa clase de personas alrededor, compartiesen o no su ADN, prefería estar en otra ciudad con quienes de verdad valían la pena. Chase lanzó la manzana al basurero, y pronto se ocupó en terminar de preparar la comida. Probó la mezcla que había hecho y sonrió. Era uno de los platos que mejor le quedaban. El arroz estaba listo. Había zumo en el frigorífico, y él pensaba beber un poco de vino. Llamaría un Lyft para volver a casa.Una vez que apagó la hornilla eléctrica, le siguió el extractor de humo. Le gustaba el apartamento de Alicia porque estaba lleno de recuerdos familiares, fotografías, medallas deportivas de Dax, y resultaba acogedor a la vez que amplio. Él era consciente de que ella lo seguía con la mirada. Se sentía algo confuso y a la defensiva. No podía explicar la razón, tan solo llevaba claro que no podía apegarse demasiado a la idea de estar alrededor de Alicia. —¿Te ayudo poniendo la mesa? —se ofreció ella.—Sí, porque no tengo idea de dónde están las cosas aquí —replicó riéndose. Cuando pasó a su lado, la tomó de la cintura. Ella lo miró con sorpresa—. ¿A qué hora se va a dormir Dax?Alicia miró a uno y otro lado. Imaginaba que su hermano estaba buscando qué otras cosas, además del jersey, Chase podría autografiarle. Esperaba que no los pillara en ese momento, porque no podría explícarselo.—Después de cenar, y que yo revise que haya hecho la tarea... Ahora, suéltame si no quieres dar razones a un niño de diez años.Él le miró la boca con deseo. Se inclinó para besarla rápidamente. Después se separaron, pero Chase no apartó la mano de la cintura.—Alicia, no quiero ofenderte, ni lastimarte. Solo estoy siendo sincero —dijo de repente ante una súbita necesidad de explicar su rudeza anterior.Ella hizo una mueca.—No soy experta en tener amantes esporádicos sin sentimientos de por medio, aunque estoy segura que dar explicaciones está fuera de lugar. Entiendo, Chase, que eres una persona muy privada, aprecio que compartas un poco de ti, pero no pongas en tu rostro esa expresión de susto si te sientes cercano a mí. No quiero atraparte, no quiero pedirte más de lo que hay entre los dos. Solo sé tú, porque cualquier cosa que suceda es mi responsabilidad. —Puedes ser tan frontal como yo —dijo él—. Una cualidad que admiro.—Lo peor de todo es que las horas extras no son pagadas para ofrecerte semejante gesto, ¿acaso no es refrescante que lo haga gratis? —preguntó ella, riéndose, antes de girar para agarrar la vajilla y empezar a poner la mesa.***Dax no cabía en sí de alegría. Estaba comiendo con su héroe, y escuchando cómo respondía todas las preguntas. Su hermana retiró los platos, y sirvió un té caliente para todos. Él sabía que ya casi era la hora de revisar las tareas con Alicia e ir a dormir, pero no quería que acabara ese día.—Gracias por firmarme todo esto —dijo Dax contemplando el mug, el jersey, y varias fotografías, además de su palo de hockey y guantes.—No hay de qué, campeón —replicó Chase agitándole el cabello con soltura. Estaba habituado a tratar con niños debido a la cantidad de actividades que se organizaban para la Fundación Warriors of Chicago, además de las visitas que hacía al centro en el barrio en que vivió hasta la adolescencia.—¿Sabes? —dijo Dax frunciendo el ceño, como si hubiese recordado algo que necesitaba sacar de su sistema—. No eres el primer jugador de hockey que conozco, pero sí mi favorito —expresó esto último con entusiasmo.Alicia se quedó con la taza a medio camino de la boca. Con temor a que el líquido se derramase preferió devolverlo al portavasos. Miró a su hermano, tratando de que él entendiese que debía mantener la boca cerrada, pero él estaba tan enandilado con la presencia de su jugador preferido, que la ignoró.—¿Cómo así? —preguntó Chase. Cuando notó que Alicia observaba a Dax como si quisiera darle algún mensaje por telepatía, frunció el ceño. «Interesante situación.»—. Cuéntame, Dax.—Ya es hora de dormir —dijo Alicia incorporándose.Chase se cruzó de brazos, sintiéndose muy a gusto viéndola nerviosa. ¿Qué estaba ocultándole? Le sonrió al que, estaba seguro, sería su cómplice si lo permitía.—Oh, vamos, Alicia, él puede ir después de que responda la pregunta —dijo con total tranquilidad, y miró a Dax—: Cuéntame, campeón, ¿a quién conociste?—Yves Burrien era el novio de mi hermana cuando vivíamos en Seattle, y me llevó a ver varios juegos de hockey, pero yo siempre seguí apoyando a los Warriors —dijo Dax con orgullo—. Cuando estoy en la práctica de hockey a la que me lleva Al, yo intento igualar lo que haces en el hielo. —Chase asintió—. Me voy a dormir, mañana tengo examen de matemáticas... —Miró a su hermana—: Hice todos mis deberes, y estudié bien, lo prometo, ¿es necesario que revises mis tareas hoy?Alicia necesitaba un escape, pero ya era tarde y Dax tenía que dormir. Además, era un niño responsable y no solía mentir. Si necesitaba ayuda, la pedía, sino, no. —Mmm... —empezó a recoger la mesa—, sí, claro, cariño.Dax, en un acto impulsivo, se acercó y le dio un abrazo a Chase, este se lo devolvió y después levantó el puño para que el pequeñajo pusiera el suyo. Con una gran sonrisa, el niño agarró todo el marchandising autografiado como si fuera el mayor tesoro que poseyera.—Siempre apoyaré a los Warriors, y algún día seré como tú —dijo con ilusión.—Excelente, ese es un fan leal —replicó Chase dándole una palmada en el hombro—. No quiero que seas como yo, sino la mejor versión de ti sobre el hielo.Dax, asintió.—¿Vas a volver...? —preguntó con súbito nerviosismo.Chase esbozó una sonrisa, miró a Alicia de reojo, quien parecía estar muy ocupada colocando la vajilla en el lava platos automático.—Por supuesto, hay muchas cosas sobre las que podríamos charlar.—¡Yeiii! —exclamó antes de ir hasta Alicia y abrazarla de la cintura—: Eres la mejor hermana del mundo, gracias por traer a Chase. —Sin más fue corriendo a su habitación y cerró la puerta.«¿El jodido Burrien había sido novio de Alicia?». Permaneció en la silla, procurando calmarse. Yves, el imbécil, Burrien era una plaga en la liga. No tenía sentido de compañerismo, hablaba basura de otros jugadores, y en el hielo solía cometer faltas que había dejado a más de un deportista con graves lesiones. La ácida relación entre ambos era bien conocida a nivel interno, así que durante los partidos de la liga el entrenador, Argos, instaba a Chase a mantenerse enfocado, pero Burrien sabía tocar las fibras adecuadas para sacarlo de quicio e instarlo a liarse a golpes.Chase detestaba a Burrien. El cabrón era la razón de que, cada ocasión que se enfrentaba L.A. Wings contra los Chicago Warriors, estuviera la mayor parte del partido en el banco de penalización. Ambos se habían causado al menos cuatro expulsiones durante las temporadas activas de hockey. Se alegraba de que el equipo de ese tarado no hubiera entrado tampoco a los Play-Offs. —Gracias por la cena —dijo incorporándose. Alicia lo observaba con cautela. —De nada... —¿Por qué no me contaste sobre Burrien? —preguntó él, acercándose poco a poco, tal como un leopardo a punto de someter a su objetivo—. Me parece que hemos tenido suficientes análisis de mi comportamiento, y entre esos detalles las peleas sobre el hielo suelen ser un punto de comentarse... La idea de hablar sobre Yves le era tan apetecible como un pepino con vinagre balsámico. Antes de presentarse en el hotel de Chase semanas atrás, había tomado la decisión, con aprobación de Kathrina, de que lo que ocurriese en la pista de hielo era problema de Trentos y su equipo de comunicación, mas no suyo; era lo lógico. Ese fue el motivo por el que no mencionó las peleas en el hielo como un asunto de importancia en la gestión de actividades de relaciones públicas. Jamás habría esperado que Dax conociera a Chase.—No creía que tuviera importancia...—dijo con un aplomo que no sentía. Él le agarró el rostro con ambas manos. Le acarició el labio inferior con dureza. Alicia tenía las caderas contra el borde del mesón de la cocina. —¿No? —preguntó con falsa dulzura.Ella hizo una suave negación. Sentía el corazón palpitándole a toda velocidad. Lo que ocurrió en su vida en Seattle no era parte del trato de conversaciones. El cliente en la ecuación y quien necesitaba restaurar su imagen era él, no ella. —Es parte del pasado...—susurró.—Burrien juega en la liga, en el presente, y según las estadísticas es el jugador con el que más encontronazos y golpes me suelo dar cuando nuestros equipos se enfrentan en la temporada regular. Quizá no hiciste la tarea al completo. Tsk, tsk —chasqueó la lengua—. Cuéntame, Alicia —dijo deslizando las manos por la cintura. Ella se había cambiado de ropa, luego de haberse duchado juntos. Llevaba una blusa azul de algodón con cuello en V, y una falda blanca hasta la rodilla.—No sé qué quieres que te cuente —susurró. Estaba consciente de que su hermano estaba en la habitación y que, de un momento a otro, podría salir... Aunque, tan emocionado como estaba y agotado por el día que había tenido, lo más probable es que hubiera hecho honor a su capacidad de dormir con facilidad y ahora estuviera en un profundo sueño. Sin embargo, no podía arriesgarse a hacer ruido o levantar la voz por más que el apartamento fuera amplio y las habitaciones estuviesen al final del corredor. —Burrien y tú. Seattle. ¿Qué ocurrió?—Creía que no querías ser mi amigo. Y solo un amigo tiene derecho a hacer preguntas de ese calibre —dijo recordándole lo que él había dicho horas atrás.Él inclinó la cabeza hacia un lado. Sin ningún esfuerzo agarró a Alicia de la cintura y la sentó sobre el mesón de mármol. Para no perder el equilibro, ella colocó las manos en los sólidos hombros.—¿Sabes qué resulta interesante?—Ilumíname...Chase sonrió de medio lado. Separó las piernas de Alicia hasta que sus pelvis estuvieron en contacto.—La libertad de cambiar de opinión cuando se nos antoja.—No me digas... ¿Ahora quieres ser mi amigo?—Posiblemente —replicó con las manos sobre el borde inferior de la falda. Subió la prenda hasta que las bragas negras quedaron a la vista. La observó con interés. Lo volvía loco el modo en que se agitaban los pechos al compás de la respiración, cómo se dilataban las pupilas de esos ojos verdes, y los labios parecían separarse tenuemente de forma involuntaria cuando estaban muy cerca—. Ahora, quiero escuchar lo que tienes que decir... Después de todo es parte del pacto personal entre tú y yo. Por cada buen titular...—No llegué a ningún acuerdo contigo, tú simplemente asumiste cómo deberían ser las cosas. —Él no se inmutó, tan solo empezó a acariciar la piel de los muslos internos de forma superficial—. Yo...—¿Tú...? —preguntó consciente de cómo él la afectaba, y viceversa. Con la yema del dedo acarició el punto exacto en el que convergían los labios íntimos, y presionó con pericia. La humedad que sintió traspasar la tela de seda lo instó a tomar una profunda respiración. No podía perder el control, porque la idea era que ella lo perdiese primero.—Chase... Mi hermano...Él se inclinó y mordió uno de los pezones de Alicia sobre la tela de algodón. Lo hizo con fuerza y ella soltó un jadeo sonoro. Echó la cabeza hacia atrás, y Chase aplicó la misma atención al otro pecho, mientras sus dedos parecían estar tocando una suave melodía sobre el sexo femenino. Trazó círculos y presionó la vulva como si se tratase de un instrumento musical que solo él conocía cómo activar para emitir la más exquisita melodía. El aroma de excitación de Alicia podía percibirlo con facilidad.—Debe estar plácidamente dormido, y si acaso no es así, ¿qué te parece si respondes a mis preguntas, y así acortamos esta pequeña charla?Alicia se sentía incapaz de ordenar argumentos en su cabeza para responder. Solo deseaba que él la siguiera tocando.

©Oscura redención (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora