18.

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Tus labios sobre los míos eran algo indescriptible. Algo que me rompía, algo que me armaba, algo que dolía.

Tus manos seguían acunando mi cara y continuaste besándome a pesar de que tú eras quien debía irse.

Lo sé mi amor, sé que tampoco era fácil para ti.

En cuanto intentaste separarte, de nuevo te detuve al sentir mis labios exigiendo un poco más de tu sabor.

Quería grabar a fuego el sabor de tu piel en mi memoria, quería vivir y recordar el aroma de tu perfume cada día de mi vida.
Quería que te quedaras plasmado en mi, aunque solo me acompañara tu ausencia.

Nuestro beso llegó a su fin sin ánimos de terminar y no fuimos capaces de separarnos con rapidez.

Nos separamos con la lentitud en que un corazón roto se desgarra por completo, amando cada segundo que nos quedaba juntos.

La abismal distancia podía sentirse incluso cuando mis manos aún te envolvían y seguía doliendo saber que ese momento no sería eterno y que tendría que presenciar el inevitable final de nuestro abrazo.

Una leve sonrisa apareció en tus lindos labios y limpiaste las lágrimas que aún recorrían mis mejillas sin mi permiso.

— Deja de llorar... — susurraste soltando una risita — no quiero pensar en que todo ha sido una mala idea...

Sonreí entre mis lágrimas y negué sintiendo la debilidad de mis agotados pulmones por culpa de la opresión en mi pecho.

— Lo superaré... — susurré con un hilo de voz — solo necesito un poco de consuelo...

Asentiste sabiendo que tenía razón.

Sin que yo me diera cuenta estaba rodeado por mis amigos, aquellas personas que en muchas ocasiones habían compartido con nosotros, estaban presentes en ese momento para intentar mejorar mi estado de ánimo.

Pero nada era suficiente
¿Lo sabías?

Necesitaba algo de ti.
Más de lo que ya me habías dado.

Me miraste de pie a cabeza con una sonrisa, contento como si estuvieras orgulloso de mi, como si yo valiera la pena.

Me sentí amado.

Pero desgraciadamente sabía que
ya no podía retenerte.

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