13.

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Cuando estaba pequeño mi madre siempre decía que hay pocas cosas que pueden sentirse exactamente de la misma manera en dos tiempos diferentes; y allí sintiendo tu aroma y tu calidez abrazándome, supe que era verdad.

Lloré como un bebé en tus brazos y sé que probablemente me veía patético haciendo eso, pero no me importaba.

En esa ocasión no podía verte y sonreír como si nada, Wonho. Necesitaba amarte, tocarte, sentir tu aroma y que esa suave fragancia de un perfume americano me rompiera el alma sin piedad.

Me separaste con suavidad y peinaste mi cabello con tus dedos.

— Hyungwon... — sonreíste — ¿Por qué eres tan llorón?

Te miré a los ojos y sonreí como un tonto sin poder despejar el nudo que se apoderaba de mí garganta.

— Tonto... — susurré con la voz rota y tus comisuras se alzaron un poco más mientras limpiabas inutilmente las lágrimas que no paraban de fluir de mis ojos.

Entonces suspiraste.

— Seré un tonto, pero tú siempre serás un llorón... — una mirada burlona apareció en tu rostro — por eso te detesto ¿lo sabías? — asentí siguiéndote el juego, con ganas de seguir escuchando tu voz — detesto a la gente llorona, por eso no te soporto...

Me miraste fijamente y tu sonrisa se fue desvaneciendo de a poco, mientras tu expresión se tornaba a una de tristeza.

Entonces me abrazaste.

Tus fuertes brazos me apegaron a ti casi con la misma intensidad con la que yo lo había hecho momentos atrás y no pude evitar romper en llanto nuevamente.

Toqué tu cabello, acaricié tu espalda, hundí mi cabeza en el pequeño hueco entre tu cuello y tu clavícula.

Pero después, supe que se venía la parte inevitable; soltarte.

Te separaste un poco, pero puse toda la resistencia que tenía en no soltarte así que agarré tu blanca camisa con fuerza.

Pero tus cálidas manos se posaron sobre las mías.

Las mismas que aun no querían soltarte.

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