16.

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Me aparté de ti con suavidad.

— Debes quedarte... — susurré con la voz rota, mirandolo directamente a los ojos — ¡Quédate, maldita sea!

Rompí en llanto nuevamente y tú solo me veías con tristeza.

No me importaba tu tonta lástima, no me importaba sonar egoísta.

No me dejabas opción.
¿Lo sabías?

— Sabes que no puedo hacer eso... — tomaste mi mano y la acariciaste intentando consolarme.

Pero hacías todo lo contrario.

Tu tacto ardía sobre mi mano y estaba tan dolido de saber perfectamente que todo era una mentira, que esa caricia me resultaba más dolorosa que reconfortante.

— ¡No sé nada! — grité desesperado tomando tus manos — Wonho, no se nada... — sollocé — mírame Wonho, mírame... — acuné tu rostro entre mis manos — no me importa sonar desesperado, no me importa la gente que hay a mi alrededor... Por favor, quédate...

Mis lágrimas no paraban de fluir y tu rostro tenía tatuada la tristeza en todo su esplendor.

— Hyungwon... — suspiraste sin poder continuar la negación.

Negué efusivamente.

Ya no quería escuchar más negaciones, solo quería que cerraras la boca, tomaras mi mano y volvieras a donde deberías estar.

No quería sentir la abrumadora soledad que me agobiaba sin ti.

Quería sentirte, amarte y disfrutarte un poco más, aunque supiera muy bien que ya no podía.

— Quédate... — sollocé buscando tus brazos una vez más — Quédate, por favor... Quédate un poco más... — tus manos intentaron apartarme pero te abracé con más fuerzas que nunca — ¡No me dejes! — rompí en llanto nuevamente — no me dejes solo por favor... — hundí mi cabeza contra tu pecho, empapando tu camiseta — quédate conmigo... Quédate...

Mi voz fallaba cada vez que mencionaba esa palabra.

Estaba rota, pero no tanto como yo.

Wonho, necesitaba que dijeras algo hiriente, algo que me hiciera querer apartarme de mi por mi propia voluntad, pero no lo hiciste.

En cambio tu mirada me consumía el alma y sentía mi corazón desfallecer en ese momento.

Tu mirada se paseó en nuestro entorno y solo entonces fue cuando me enteré que había llamado la atención de demasiadas personas. Todas me veía con empatía y con su jodida lastima innecesaria, pero seguía sin importarme.

Ninguno de ellos era razón suficiente para hacerme un lado y dejarte el camino libre.

Porque sentirte era algo invaluable, por eso estuviera dispuesto a dar todo lo que tenía para que esa sensación fuera eterna.

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