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El capítulo 9 se sube en 15 minutos más. Otra alarmaaa 💛

Ruidos, rayos, viento.
¿Han notado como lo negro siempre se asocia con lo triste, lo malo, lo vacío? Pues esa noche, en medio de esa tormenta descubrí que el negro, lo oscuro, e incluso la maldad puede iluminar y proteger.
Me levanté asustada al escuchar truenos en el cielo, llovía sin parar y todo me asustaba. Los árboles le pegaban con sus ramas a la ventana y causaban un sonido tenebroso.
Miré a Priscila: dormía.
Miré a Laura: dormía.
Miré a Poché: dormía.

No pasa nada Daniela, ya, cálmate, no pasa nada. Sólo es una tormenta, se va a pasar... PUM, otro rayo me hizo saltar y empezar a temblar.
-Poché- dije con voz temblorosa.
La miré pero seguía dormida, las tres estaban profundas.
Me levanté con cuidado y caminé hacia su cama.
Poché estaba de espaldas, su cabello reposaba sobre su almohada y traía una pijama gris.
Toqué su hombro con cuidado para que saliera de su sueño y me acompañara. Pero ni eso la despertó.
Entonces hice algo estúpido pero manejada por el miedo de esa noche.
Con delicadeza me fui acomodando en su cama, justo a su lado, puse las sábanas sobre ambas y sentí su calor.
Pero seguía asustada. Me acerqué más casi pegando nuestros cuerpos y me atreví a poner mis manos al rededor de su cintura, no sé por qué hacía eso, quizás para calmar mi miedo o quizás por intuición.
Poché se removió un poco y sentí como se ponía tensa. Volteó su cabeza con cuidado y entonces me vio.
-Calle... Me has asustado, ¿qué haces en mi cama? - entonces noté lo rara que debí parecer al despertarse y verme ahí acostada a su lado, casi abrazandola.
-Tenía miedo, por los rayos, pero fue una bobada, ya me voy, perdón - me di la vuelta un poco para levantarme pero Poché tomó mi cintura y me hizo darme la vuelta de nuevo hacia ella.
Nuestros cuerpos quedaron cerca. Estábamos cara a cara con sus manos en mi cintura.
-Las amigas están para acompañarse en los malos momentos, puedes quedarte un rato aquí, no dejaré que te pase nada- me dijo.
Le sonreí.
-Oye... - miró mis manos- estás temblando muchísimo, espera, calma- tomó mis manos y las acarició con cuidado, se acercó y depositó un tierno beso en mis dedos. Seguí mi instinto y entrelacé nuestras manos.
En ese momento sentí que eramos una sola. Me sentí protegida, cuidada, querida.
Miré su carita, me veía detenidamente, nuestros ojos se encontraron. Bajé la mirada y vi su boca, se veía húmeda y preciosa...

Alejé rápidamente esos pensamientos de mi y observé el techo.
-¿Crees que existan las sirenas? - le pregunté. No por poner tema, sino porque en verdad quería escucharla hablar de eso.
-Mmm, creo que eran peces con un poco de nuestro aspecto. Pero ya no existen- respondió rápido. Como si ya hubiera pensado en eso antes.
-Yo creo que aún existen, sólo que están escondidas, de pequeña quería ser una, pero es imposible - reí ante mi confesión.
-¿y por qué es imposible? Puedes ser una-
No supe que responder.
-¡yo te ayudaré a ser una sirena! te lo prometo Calle-
Me reí ante su chiste, debía ser un chiste.
-Y en los hombres lobo ¿Crees?- ahora preguntó ella.
-No, creo, ¿y tú?-
-Sí... Ahora mismo estoy viendo uno- dijo mirándome y no entendí por qué lo decía.- mira tu cabello, pareces un lobo-
Nos reímos más fuerte de lo que pretendíamos. Sí, me debía ver horrible.
Me acerqué un poco y le di un beso en la frente.
Continuamos hablando de cosas sin sentido toda la noche.

Al final cuando cesó la lluvia, fui a mi cama a dormir.
Poché era oscuridad, pero una oscuridad que me llenaba de tranquilidad.

Al otro día estaba en clase de gimnasia haciendo mis ejercicios, había desayunado con Poché y luego ella había dicho que tenía cosas que hacer mientras yo venía a mi momento de deportes.
-Qué cosa tan preciosaaa- escuché la voz de Iván tras de mi.
Voltee y lo vi en sudadera azul. ¿Qué hacía aquí?
Fui hacia él y lo abracé, en el tiempo en que uní a Poché, también me acerqué mucho más a Iván, lo consideraba otro mejor amigo.
-Te preguntaras ¿qué hago en sudadera?- se señaló a él mismo- si no te lo preguntabas, pregúntatelo ahora, pues conseguí cambiar mis horarios para tener esta clase contigo y no dejarte sola-
-Ahora serán las mejores clases del mundo contigo jodiendo- lo abracé más.
Cada que teníamos que hacer un ejercicio en pareja no lo lográbamos por reírnos del otro y nos ganábamos un regaño magistral.
Él era tan bueno y tan guapo, sentía que su pareja sería tremendamente afortunada. En serio.
-Iván, necesito que me ayudes con algo-
-Lo que sea Dani, dime-
-Quiero volver a hablar con mis amigas, las extraño mucho-
-Ayudaré a que se quieran de nuevo- me respondió con burla.

Entonces se escucharon gritos provenientes del pasillo y todos empezaron a correr hacia allá para chismosear.
Iván y yo fuimos también.
Y ahí estaba, DE NUEVO, Poché tenía sangre en su nariz y la otra chica estaba tirada en el piso.
Otra pelea, otra vez siendo ella.
-¡No vuelvas a acercarte a mis cosas!- le gritó Poché a la rubia, entonces entendí que la pelea era por una idiotez, pero Poché siempre armaba un drama.
Me acerqué para apartarlas pero me detuve al ver que llegaba seguridad y levantaba a Poché y a la rubia con fuerza mientras ambas seguían insultandose.
Mis ojos sólo veían a la peli azul con miedo a que la lastimaran.
-YA QUIETA MARIA JOSÉ- un señor moreno de seguridad la gritó mientras Poché soltaba un chillido de dolor. Sentí que la sangre se me subía a la cabeza.
-¡Deje de ser tan brusco! ¡La está lastimando!- le grité a él mientras me acercaba dispuesta a empujarlo.
-Calle no- escuché su voz.- vete frutita, por favor no te metas- la miré y sus ojos me calmaron. Mi amiga me lo estaba pidiendo y no iba a llevarle la contraria: me alejé.

Vi como se la llevaban y noté que aunque le dolía se lo estaba aguantando para que yo no sufriera.
La trataban como a un animal, cuando ella necesitaba amor para cambiar.
Giré mi cuerpo para hablar con Iván pero ya no estaba.
Me fui a mi habitación resignada y con dolor de cabeza. Al entrar mis ojos se enfocaron en un libro que estaba en la cama de Poché.
Era la biblia. Ella la estaba leyendo tras mi sugerencia y aunque lo dije por decirlo, no podía creer que sí estuviera cumpliendo lo que hablamos ese día, aún cuando ni yo recordaba esas pequeñas cosas.
Me senté y decidí escribirle una carta a mi familia, cada día me hacían más y más falta.
Pero mientras la escribía pensé en mis amigos. No les escribía tras lo sucedido.
Y aunque por ellos había terminado en este lugar, eran mis amigos, me habían apoyado en momentos horribles.
Agarré otra hoja y empecé una carta general para todos.

"No soy la mejor sintiendo rencor, no soy la mejor odiando y creo que nunca podré sentir algo negativo hacia ustedes.
En esta carta fuera de ofrecer disculpas por irme de sus vidas, quiero pedirles que cambien, cada uno de ustedes es maravilloso, tienen un alma pura que están dejando ensuciar por momentos que para ustedes lo valen por las risas y los juegos sin sentido.
Quiero invitarlos a volver a ser niños, a amar la vida y valorarla, a ser ustedes mismos sin buscar aprobación del resto.

Con amor, Daniela"

Iba a continuar con la carta a mis padres cuando escuché el sonido de la puerta al abrirse. Iván pasó con cara de emoción total y se agachó frente a mi.
-Pareces demente, ¿qué haces aquí?-
-Fuera de escribir poemas de Romeo y Julieta- dijo refiriéndose a las cartas- ¿qué más harás hoy? -
-Mmm nada, ¿why?-
-Tengo una idea para que se reunan las Tres mosqueteras, o sea Priscila, Laura y tú-

Sonreí.

¿Confías en mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora