Capítulo 8

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Los gritos son más fuertes, aquella voz solo grita mi nombre, me encuentro en el mismo escenario: Alrededor de grandes árboles, la lluvia, un sendero que no tiene fin y la luz, pero no puedo avanza, siempre hay una pared invisible entre los gritos y yo.

–¡Josephine! los gritos aturden mis oídosPor favor, ayúdame.

Vuelvo a golpear la pared invisible, no sirve de nada, sigo golpeando con toda mi fuerza hasta que caigo de rodillas, mi llanto hace callar los gritos, ahora solo puedo escuchar las gotas chocando al caer. Escucho unos pasos acercándose, no levanto la vista, me obligo no hacerlo.

Mírame, Josephine.

La voz es tranquila, dulce, sin embargo, no le hago caso.

¡Mírame!

Grita con fuerza y sigo sin hacerlo.

¿Por qué no me ayudaste?

Cierro los ojos con fuerza y me tapo los oídos con mis manos, los gritos vuelven y la dulce voz desapareció.

¡JOSEPHINE! era una diferente voz¡DESPIERTA!

Abrí los ojos inmediatamente, tenía enfrente mío de rodillas a Salem que me sacudía de los hombros para que despertara, el dio un suspiro de alivio al ver que había abierto los ojos.

–¿Qué carajo fue eso? –pregunto asustado– ¿Te encuentras bien?

Me lleve mi mano a mi frente y note que estaba sudando, miro a mi alrededor e intento recordar que estaba haciendo antes de dormir, al final de la última clase fui a la cafetería, después acompañe a Salem a la biblioteca, de ahí el se puso a investigar unas cosas y yo también pero me aburrí y me quede dormida. Y agradezco que estuviéramos escondidos entre las estanterías, no quería que nadie hubiera visto esta escena de terror.

–Estoy bien –respondí a su pregunta–, solo fue un sueño.

–¿Estas segura? Me preocupaste, en verdad,

–Lo siento, creo que tengo que irme.

–¿Adónde vas?

–Aimee me invito al granero y aún no se donde se ubica bien –recogí mi mochila, unos cuantos libros que había dejado en el suelo y me levante puso de pie–, te cuento luego.

–Espera –se levanto del suelo y me siguió el paso– ¿Esto te pasa seguido?

–¿Qué cosa?

–Las pesadillas –me detuve, el se coloco enfrente mío– ¿Eso es lo que son, cierto? –me tomo de la mano– Podemos hablar de eso.

Lo considero mi amigo, Salem ha estado para mi estos días, me ha ayudado en los trabajos, tareas y otras cosas más. El es el que casi siempre me trae una que otro dato del internado, es el amigo que toda persona necesita tener, era leal.

Cualquiera le entregaría su confianza a una persona como el, sin embargo, yo no. No hay nada malo en el, sino en mí. Yo no podía confiar en cualquiera.

–No le hables a nadie sobre esto.

–No lo haré, Jo, pero déjame ayudarte.

Estuve apunto de contarle el porque de las pesadillas pero me percate que nos observaban, en este internado no había privacidad.

–Nos vemos después, Salem.

Salí de la biblioteca dejando a Salem atrás y seguí caminando hasta llegar al dormitorio.

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