Daiana Collins, tras la muerte trágica de sus padres decide embarcarse en la misión más importante de su vida. Al ser transferida, al Instituto de Londres tendrá que enfrentarse a pruebas de las cuales no ha sido entrenada.
¿Cómo enfrentarse al amo...
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Un cazador de sombras, su misión es proteger al submundo y que reine la paz entre las especies. Además, desde pequeños recibimos un duro entrenamiento, el cual nos ayuda destacar nuestras habilidades, las cuales son otorgadas por las runas. En medio del entrenamiento nos preparan para distintas situaciones, pero, ¿cómo lidiar con el dolor emocional? ese que cargas dentro de tus entrañas y que no expresas. El cual te envenena el alma hasta que no queda nada de ti. No hay manual o instituto que te prepare para eso. No hay runa que pueda curar las heridas del alma.
Así fue como el dolor se convirtió en mi amiga y en mi campo de guerra...
Francia, Paris 1877
—¿Cómo es posible que esto pase Élodie?— exigió saber mi padre, mientras enfundaba su cuchillo serafín en su chaqueta de cuero.
—No lo sé, Enrique. Simplemente sucedió— decía la directora con un gesto compungido en su rostro. Todos en la biblioteca le miran, pero nadie dice nada. Desvió mi atención de ella y la concentró en mis padres. Ambos compartían una mirada, la cual dejaba claro que era una silenciosa despedida. Llevo mi mano a la pequeña cadena con dije de mariposa azul que me fue regalado en mi cumpleaños número diecisiete hace poco.
—Madre.. déjenme ir con ustedes.. se que no tengo los dieciocho aún, pero puedo ser útil— el vacío que se instalaba en mi pecho era asfixiante. Mis manos se mueven con rapidez tratando de expresar el desespero y el augurio de que algo pasaría.
Un beso en mi frente recibo como respuesta a mi grito de impotencia. Observó como mi padre, el cual me da una pequeña caricia en la mejilla a la vez que me miraba de forma severa.
—Sabes bien que todavía no eres adulta y no puedes participar de estas cosas. Mantente con los niños— miró las señas que me hace con sus manos para entender lo que dice y un suspiró frustrado brota de mi.
—Bien.. solo prométanme que volverán— no hubo una respuesta de vuelta, ya que alguien entró informando que debían irse. Camino al ventanal con cierta rapidez, y miró el grupo de cazadores listos para la batalla.
En primera plana con letras gigantes informaban sobre la caída de la catedral Notre Dame. Un catedral de estilo gótico y de una exquisita rica arquitectónica para los parisinos. Hoy ese lugar que albergaba reliquias religiosas y demás ardía en llamas, cual antorcha, pero para nosotros no fue un accidente como decían los medios mundanos sino obra de demonios.
<<Todo irá bien.. sólo confía.. ellos volverán>>
Seguía repitiendo esto, mientras la ansiedad crecía en mi interior. Para un cazador de sombras es honor morir en la batalla. Era lo que nos decían de niños aunque no se siente así cuando te arrebatan a alguien. Continuó mirando por la ventana con atención y ladeó la cabeza hacia la directora.
— ¿Volverán verdad?—
—La vida es incierta, señorita Collins— desvió la mirada de ella y continuó repitiendo las palabras en mi mente.
Entrada la tarde, algunos cazadores volvían con sus ropas de combate rotas en algunas partes. Doy media vuelta y salgo de la biblioteca, para ir a recibir a mis padres. Cuando las puertas son abiertas busco entre ellos a mis padres, mientras el golpeteo de mi corazón se hacía más rápido.
<<No... no... todo irá bien.. quizás están ayudando a otros>>
Pasó por entremedio de algunos cazadores dispuesta a salir cuando soy agarrada por un brazo. Alzó mi mirada y me encuentro con un rostro lleno de tristeza.
— Lo siento, Daiana— esas palabras martillaban en mi cabeza. Poco a poco caigo en el suelo y inspiro hondo para aliviar el nudo en mi garganta. Llevo una mano a mi corazón y me permito sollozar, mientras me abrazan con fuerza.
—¿Cómo pasó?— pregunto con un hilo de voz para elevar mi cabeza y mirar al hombre.
—Peleaban contra varios demonios a la vez y uno de ellos alcanzó el cuello de ambos, para luego terminar aplastados por los cimientos en llamas de la catedral—
No tuve oportunidad de despedirme o decir un adiós. Cada noche ese pensamiento me atormentaba hasta que decidí buscar un refugio entre papel y cuerdas. Hay experiencias que nos marcan de tal forma que no volvemos a ser iguales, pero sin dudas nos vuelven fuertes.
